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«Si las abejas llegaran a desaparecer, al hombre sólo le quedaría unos años de vida»

Las abejas forman parte del patrimonio natural de la humanidad. No es un tema que haya surgido ahora por movimientos ecologistas, sino más bien de los antecedentes que ha entregado la historia.


La historia de las abejas camina en paralelo a la del hombre. Desde los inicios de la humanidad nos deleitamos con la miel, que tiene un sinfín de usos. En Francia, desde hace unos treinta años, la población de abejas disminuye y se debilita, probablemente por culpa de la sobreexplotación agrícola, y  el reemplazo de los ecosistemas naturales  por monocultivos de alto rendimiento. A esto hay que sumar el uso indiscriminado de productos químicos para producir más cantidad y de mejor calidad. Sin embargo, a veces el remedio es peor que la enfermedad.

Esto quiere decir, que aparte de las abejas, se encuentra alterada toda la cadena que vincula a este insecto con los vegetales. En palabras simples, con la ausencia de abejas se produce la desaparición de polinización,  la extinción de algunas especies vegetales  y la muerte de algunas especies animales. Así de dramático!!!

Es por ello que desde el 2008 el Gobierno Regional, la Agencia Regional de Desarrollo Productivo, y Sercotec vienen trabajando con el Sector Apícola, siendo esta región la que concentra el mayor número de empresas dedicadas al rubro, y es la principal exportadora de este delicioso néctar.

El trabajo que se está realizando, con 87 empresas focalizadas, no sólo se concentra en mejorar las condiciones productivas, la calidad de la miel, el manejo de colmenas, entre otras, sino también de generar una conciencia colectiva y de responsabilidad social que tienen las abejas en esta importante cadena al interior de nuestro ecosistema para que no suceda lo que hoy están afrontando diferentes países europeos.

Pesticidas: las abejas también se afectan

Estudios recientes dados a conocer a nivel nacional revelan que la Región de O’Higgins es la que ocupa el mayor número de pesticidas por ser una zona eminentemente agrícola, lo que se ha ido regulando a través de diferentes normativas de cuáles y de cómo aplicarlos en los cultivos, justamente para no afectar al hombre y a sus agentes polinizadores naturales.

Se ha demostrado de los efectos irreparables que causan estos químicos en el ser humano, pero también se ven afectadas las abejas las que pueden presentar malformaciones, trastornos del sistema nervioso, desorientación, trastornos del comportamiento, entre otras.

En el caso europeo, se ha comprobado que las abejas presentan muchos síntomas que indican un delicado estado de salud. Hay abejas que no saben encontrar su colmena. A otras las expulsa el grupo porque no las reconoce. Los nuevos insecticidas utilizados desde los años 80 son neurotóxicos que se esparcen junto a las semillas de las plantas para protegerlas de sus diversos depredadores.

Es por ello, que los diferentes agentes del Gobierno conociendo la realidad del sector apícola de la región, han articulado diferentes herramientas o instrumentos para consolidar y fortalecer la actividad apícola, pero en un contexto de sustentabilidad para que no se repitan los episodios irreparables que están ocurriendo en los países desarrollados.

El Médico Veterinario Marcelo Tonelli, Encargado Apícola del Programa Habilitante Apícola, aclara que las abejas son productoras de miel y a la vez agentes indispensables de la polinización de especies vegetales tanto comerciales como silvestres, “son un elemento en la cadena interactiva de los ecosistemas y en los diversos ciclos vitales de varias especies. Sin abejas no hay miel, pero tampoco mucha de la reproducción vegetal, y si desaparecieran algunas especies vegetales, también lo harían algunas especies animales”, enfatizó.

Patrimonio de la humanidad

»Si las abejas llegaran a desaparecer, al hombre sólo le quedarían unos años de vida», profetizaba Einstein. Esto sustentado, porque las abejas forman parte del patrimonio natural de la humanidad. No es un tema que haya surgido ahora por movimientos ecologistas, sino más bien de los antecedentes que ha entregado la historia.

Desde que aparecieron en la Tierra, hace 80 millones de años, las abejas siempre migraron con los humanos. En las pinturas rupestres, se pueden ver hombres recolectando miel… La recolección de miel figura en los jeroglíficos, en las ilustraciones de la antigua Mesopotamia y la China de los primeros siglos de nuestra era. La Tierra Prometida es aquella donde afloran leche y miel. El producto de las abejas es la principal imagen de lo dulce para una humanidad incipiente y atormentada. Está perfectamente claro que en estos inicios del siglo XXI el hombre no puede prescindir de las abejas.

Zumbidos eficientes

Los insectos polinizadores han ejercido siempre su labor silenciosa pero eficiente. Es así como Tonelli puntualiza que las abejas, como otros insectos, no distinguen entre la flora natural o los cultivos introducidos por el hombre, han prodigado su función benefactora en ambos casos. Pero la situación parece haber cambiado. La presión humana, bien en forma de destrucción de hábitats o con la aplicación de insecticidas de uso agrícola, ha provocado la desaparición de muchos de estos polinizadores. En ciertos casos, el déficit es tan grave, que la función de polinizar esta sustentada casi exclusivamente por la actividad apícola comercial.

Las incesantes transformaciones de las áreas silvestres en agrícolas y la urbanización intensiva –agrega Marcelo Tonelli- provocan la destrucción continua de los hábitats naturales de los polinizadores. Muchos de ellos han disminuido en número o incluso desaparecido. Por otra parte, si se reducen las zonas con flora autóctona, también lo hacen las fuentes de polen y néctar, que son las bases de la dieta de la mayoría de los polinizadores.

Polinizadores

La polinización por insectos tiene una gran importancia en el ciclo reproductivo  de cultivos agrícolas forestales y plantas silvestres. Entre los frutales existe una alta dependencia de la polinización por insectos y en su mayoría  por abejas.

Para ejemplificar, los paltos y almendros dependen en un 90% de la polinización por insectos, es decir, sólo un 10% representa la polinización por otras vías como pueden ser mamíferos, viento u otros medios. Con esto se concluye, que el 90% de estos insectos corresponde  a las abejas, “por lo cual se puede asumir que más de un 80% de la producción de paltos y almendros depende directamente de la actividad apícola”, puntualizó Tonelli.

En efecto, el desarrollo agrícola y particularmente de la actividad frutícola, hortícola y de producción de semilla se sustenta en buena medida en la actividad polinizadora de las abejas.

Según la  FAO y el USDA se estima que  los beneficios económicos de la actividad polinizadora de las abejas es diez veces superior a los productos que provienen directamente de las colmenas (miel, polen, propoleos). En una región como la de O’Higgins  donde sólo la producción de miel  gira en torno a los 2.500 toneladas valorado en  un monto cercano a US$ 7 millones al año. El aporte económico de las abejas a la economía regional se ubicaría cerca de los US$70 millones cada año.

De una manera menos visible pero no menos importante, el rol polinizador de las abejas contribuye también directamente a la preservación de especies vegetales silvestres, es decir,  flora nativa que tal vez no es de interés comercial pero que resulta ser el pilar de la biodiversidad vegetal. Esto último constituye  el patrimonio fitogenético del país.

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