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Sufrir una pérdida, un riesgo al corazón

La posibilidad de tener un infarto se incrementa drásticamente inmediatamente después de la pérdida de un ser querido, afirma un estudio.


El dolor por la muerte de un ser querido puede incrementar drásticamente el riesgo de que un adulto sano sufra un infarto, afirman científicos en Estados Unidos.

Este riesgo se incrementa 21 veces durante el día posterior a la pérdida y seis veces durante la primera semana, señala el estudio publicado en Circulation, la revista de la Asociación Estadounidense del Corazón.

Según los científicos, el dolor intenso que provoca una pérdida ejerce una presión adicional en el corazón.

El estrés psicológico asociado a la muerte puede elevar el ritmo cardíaco, la presión arterial y el riesgo de coágulos, los cuales, a su vez, incrementan la posibilidad de un infarto.

Y los síntomas que se deben observar entre las personas en riesgo incluyen dolor en el pecho y dificultad para respirar.

El sueño y el apetito de los afectados también pueden resultar trastornados, dicen los científicos.

Si a esto se acompaña el descuido personal -como no molestarse por tomar sus medicamentos de rutina- el resultado puede ser grave.

Tal como señalan los investigadores, es importante que la familia y los amigos de la persona afectada estén conscientes de estos riesgos y se mantengan alerta durante esa época difícil.

Dolor emocional

«Durante situaciones de extremo dolor y estrés psicológico es necesario que una persona siga atendiendo su salud y que busque ayuda médica si presenta síntomas asociados con un infarto», explica el doctor Murray Mittleman, del Centro Médico Diaconisa Beth Israel de la Escuela Médica de la Universidad de Harvard, quien dirigió el estudio.

«Es necesario que los trabajadores y profesionales de salud y los mismos individuos que están en duelo reconozcan que están atravesando un período de mayor riesgo en los días y semanas posteriores a la pérdida de un ser cercano», agrega.

Los investigadores llegaron a estas conclusiones después de estudiar a 1.985 sobrevivientes de infarto y comparar cuántos de ellos habían sufrido la muerte de una persona cercana.

Entre los participantes, 270 (13,6%) habían experimentado la pérdida de alguien significativo en los seis meses previos, incluidos 19 que habían sufrido un infarto el día en que había ocurrido ese fallecimiento.

Los resultados mostraron que el riesgo de infarto se incrementaba significativamente en la semana posterior a la muerte de un ser querido.

El mayor riesgo se presentaba en los primeros siete días después de la pérdida y tras el primer mes comenzaba a reducirse gradualmente.

La tasa del riesgo de infarto variaba desde uno en 300 a menos de uno en 1.000 dependiendo del estado general de salud del individuo antes de la pérdida.

El profesor Peter Weissberg de la Fundación Británica del Corazón expresa: «ya sabemos que, bajo condiciones excepcionales, el estrés emocional puede desencadenar un infarto».

«Pero no debemos perder de vista el hecho de que los infartos provocados por estrés por lo general sólo ocurren en personas con enfermedad subyacente del corazón».

«Es muy importante que si usted toma medicinas porque ha tenido o ha estado en riesgo de enfermedad del corazón no deje de tomarlas después de una pérdida importante», agrega.

Estudios en el pasado han mostrado que la gente que sufre una pérdida experimenta cambios en el ritmo cardíaco que pueden hacerlos más vulnerables a problemas cardiovasculares.

Y los cónyuges en duelo tienen un riesgo más alto, a largo plazo, de morir y la mitad de estas muertes se deben a enfermedad del corazón y accidentes cerebrovasculares.

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