Investigador de la innovación y gerente de AsoHuevo visualizan un interesante mercado con aporte ambiental.
Las carcasas de los electrodomésticos son cada vez más resistentes y brillantes. Son materiales compuestos, una mezcla de polímeros con micropartículas de talco. ¿Pero qué le parecería si en vez de talco (óxido de zinc) se añadiera micropartículas de cáscara de huevo?
Y así se hizo, un exitoso desarrollo chileno con patente recientemente otorgada en nuestro país y Estados Unidos.
A la cabeza de este tipo de innovaciones está Raúl Quijada, científico de la Universidad de Chile, quien junto a su colega Patricio Toro creó la empresa Tecnológica Q & T (www.tecnologicaqyt.com) para traspasar know how al sector productivo en esta gran área de las ciencias de los materiales.
Ellos trabajan con diversos polímeros, subproductos de la refinación del petróleo altamente aprovechables por su flexibilidad y fácil procesamiento. Como son unidades repetitivas de gigantes moléculas, los polímeros sirven de molde para incorporar otros aditivos y otorgar a estos materiales compuestos nuevas e insospechadas propiedades.
En el caso de las cáscaras de huevo, pensaron en su uso a nivel micro, o sea, unidad de medida que representa la milésima parte del milímetro.
Descubrieron que las proteínas de la membrana adherida a la cáscara de huevo funcionan como un buen compatibilizante entre el polímero y las micropartículas de carbonato de calcio que componen este desecho avícola.
“Resultó un gran acierto. Al igual que cuando se prepara un queque, el material compuesto tiene que estar homogéneamente repartido para otorgar también uniformemente sus propiedades en el producto final”, afirma el Dr. Raúl Quijada.
Los investigadores lograron sustituir por cáscara de huevo dos productos comerciales de origen mineral —carbonato de calcio y óxido de zinc— que se emplean convencionalmente como aditivos para otorgar a los polímeros mayor rigidez y resistencia al impacto.
“Pudimos entregar al producto final mayor resistencia a impactos, deformaciones o rupturas, como así también propiedades químicas y térmicas mejoradas con importantes aplicaciones, por ejemplo, en los parachoques de los automóviles”, destaca.
Y eso no es todo. Esta innovación podrá dar un importante aporte ambiental ante la opción de eliminar la acumulación de cáscaras de huevo en las empresas avícolas o grandes distribuidoras y dar valorización a estos tipos de residuos. Al mismo tiempo, al emplearse este desecho, que tiene costo cero o muy bajo, los minerales que reemplaza no serían extraídos de las minas, con toda la inversión que ello implica.
En Chile las principales aplicaciones de esta innovación se encuentran en la fabricación de electrodomésticos, la industria textil, la de embalaje y de fabricación de muebles de jardines. “Sin embargo, necesitamos abrir este mercado”, constata Raúl Quijada.
Consultado el gerente general de la Asociación de Productores de Huevo de Chile (AsoHuevo), Patricio Kurte, planteó que está abierto a utilizar este nuevo material para valorizar la cáscara de huevo como un subproducto que hoy se va a la basura.
“Sólo pensando en las empresas socias de AsoHuevo, que tiene el 80% de esta producción avícola, se desecha al año el 4% de la producción total por especificaciones técnicas debido a un mercado cada vez más exigente que descarta las más leves fisuras o manchas”, destacó.
Esto significa que al año — precisó— más de cien millones de cáscaras de huevos bien podrían reutilizarse. Incluso, las empresas proveedoras de alimentación institucional también podrían participar, dados los altos volúmenes de huevos que emplean.
No obstante, Patricio Kurte puntualizó que en Chile no existe una normativa para estos tipos de desechos no peligrosos y para revalorizarlos se requiere de una política pública capaz de contribuir en esta materia.
Por su parte, los investigadores de la U. de Chile hicieron una estudio de factibilidad técnica y económica que arrojó interesantes resultados.
