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El sueño de ser un emprendedor cuando los padres firman con la huella Sociedad

El sueño de ser un emprendedor cuando los padres firman con la huella

José María de Ferari, un cineasta chileno, puso en marcha el proyecto Soñadores, una fundación que ya ha capacitado a más de 400 jóvenes de familias de escasos recursos.


«Lo difícil es llegar a ser un emprendedor cuando tus padres firman con la huella», asegura José María de Ferari, un cineasta chileno de 36 años que en 2010 puso en marcha el proyecto Soñadores, una fundación que ya ha capacitado a más de 400 jóvenes de familias de escasos recursos.

Para este proyecto, De Ferari se inspiró en «The Dreamers», un filme de Bernardo Bertolucci ambientado en los sucesos de Mayo de 1968 en París en el que tres estudiantes universitarios, insatisfechos con la sociedad, plantean cambios sociales y políticos.

Y así fue como la fundación consiguió abrirse espacio en 13C, donde tuvo un espacio llamado, precisamente, «Soñadores», en el que mostraban la realidad de un Chile distinto.

Durante seis años pasó por el programa gente que contaba historias de éxito relacionadas con la innovación y el emprendimiento. La plataforma de la televisión se transformó en una extraordinaria herramienta de marketing.

«Queremos parecernos más a una empresa social que a una fundación de beneficencia, porque nuestra visión es el fomento productivo y la desregionalización», aclara De Ferari.

El economista y periodista argentino Tomás Bulat decía que «cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema. El saber romper las cadenas de la esclavitud».

Lo que mueve a Soñadores es la democratización de la economía y la distribución de la riqueza. Por eso han articulado dos áreas, una de consultoría y otra de capacitaciones.

Convencidos de que «la adolescencia tiene que ver con la aventura», la fundación se está centrando ahora en jóvenes de entre 14 y 16 años, pertenecientes a sectores sociales vulnerables, que viven en lugares alejados de las grandes ciudades.

«La mayoría son chicos que viven en un internado mientras sus padres trabajan en el campo», como en el caso de los centros de San Cruz y Molina, dos localidades rurales del centro del país.

«A ellos les vamos a meter el bicho del emprendimiento, porque ellos son adolescentes, ellos tienen la posibilidad de equivocarse», explica De Ferari, quien ilustra sus afirmaciones con reflexiones de Herman Hesse y J.D. Salinger.

Como si de un máster en una prestigiosa universidad se tratara, los chicos se familiarizan en los talleres con conceptos como e-commerce, marketing digital o modelo Canvas.

Para ello, la fundación se apoya en profesores universitarios que a través de la interacción con los jóvenes simplifican el lenguaje y desarrollan una metodología accesible a las mentes adolescentes.

Después de dos años «sembrando» la semilla del emprendimiento en establecimientos educativos públicos, Soñadores ha decidido dar el paso siguiente y empezar a «incubar» proyectos para convertirlos en miniempresas exitosas.

Uno de ellos es la producción de barras de cereales, una idea de negocio que un grupo de alumnos de la región del Maule le presentó a la fundación.

«El último día del taller nos dijeron ‘nuestro modelo de negocios es este, nos vamos a financiar así y nuestras alianzas estratégicas son estas’. Así, con ese lenguaje», relata José María de Ferari con indisimulado orgullo.

Este proyecto de los estudiantes de Molina va a postular ahora a un concurso de capital semilla de la Corporación de Fomento (Corfo), un organismo publico que tiene entre sus objetivos fomentar la creación y puesta en marcha de emprendimientos dinámicos. Si lo logran, recibirán una financiación de 25 millones de pesos (unos 38.000 dólares).

«Vamos a crear una pequeña pyme. Los chicos van a empezar cocinando, no van a tener necesidad de trabajar en otra cosa. Se encuentran en un momento muy importante de su vida, porque después van a seguir estudiando», explica De Ferari.

Pero como todavía no tienen edad legal para constituir una empresa, la fundación los apadrina y apoya con técnicos y expertos financieros que revisan el proyecto. Cuando cumplan 18 años, asumirán mayor responsabilidad en el negocio.

«La idea es ponerlo en marcha y que funcione. Nosotros no podemos hundir a niños vulnerables. No les podemos fallar», concluye el fundador de Soñadores.

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