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Reinserción educativa: ¿Qué pasa cuando los colegios cierran las puertas para la educación de tus hijos? Destacado

Reinserción educativa: ¿Qué pasa cuando los colegios cierran las puertas para la educación de tus hijos?

Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País y Revista Jengibre. Periodista PUC con experiencia en prensa escrita, radio y TV, tanto en Chile como en el extranjero.
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Cerca de 100 mil estudiantes quedan fuera cada año del sistema escolar. Actualmente en Chile, existen pocas alternativas para la reinserción educativa que, en total, no logran abarcar a muchos estudiantes.


«Mi problema comenzó cuando mi hijo estaba en Octavo Básico. Se colocó rebelde. Primero fue su corte de pelo, luego se arrancaba de la sala de clase y no obedecía. Un día tomé la decisión de ir a clases y sentarme al lado de él para rogarle que se portara bien y que pusiera atención en clases», recuerda Valeska Recabarren sobre los problemas escolares de su hijo Felipe hace unos años.

«En Enseñanza Media fue peor. Lo coloqué en un colegio particular y repitió Primero Medio. Hasta que al año siguiente tuve que retirarlo porque de nuevo iba a repetir», cuenta sobre la vez que su hijo quedó sin colegio donde estudiar.

Cada año, cerca de 100 mil niños no vuelven a clases. Existen diversas razones como problemas económicos, pertenecer a familias vulnerables, embarazo adolescente o la falta de cobertura nacional de establecimientos educacionales. Además, según cifras de la Superintendencia de Educación, en nuestro país 1,3 estudiantes son expulsados cada día, sin que el sistema ofrezca lugares para que puedan retomar su enseñanza.

«Yo sentía que en los colegios, mi hijo era un número nada más. Cuando busqué ayuda no me la dieron, tuve que buscar con mis propios recursos. Lo llevé al psicólogo, pero me sentía muy sola, sentía que yo había fracasado como madre», dice Valeska sobre la desesperación que sintió al no saber qué hacer con su hijo. Y eso no era todo. Era fines del 2015 y Felipe, con 17 años, estaba esperando un bebé.

«Era desordenado y yo no quería que mi hijo fuera un delincuente. Nos sentamos a conversar y le dije que lo íbamos a apoyar, como siempre lo habíamos hecho, pero lo único que le pedía era que terminara sus estudios. Se comprometió conmigo y el 2016 entró al Colegio Betania», explica.

Actualmente existen sólo seis escuelas de reinserción educativa en nuestro país, cinco de las cuales pertenecen a la Fundación Súmate, del Hogar de Cristo, que busca brindar educación integral a jóvenes que han sido excluidos del sistema educacional. El Colegio Betania, ubicado en la comuna de La Granja, fue el primero de estos establecimientos y ha sido considerado como Piloto de Experiencias de Reinserción Educativa por parte del Mineduc.

Para Valeska ha sido una experiencia muy positiva. «Le prestaron ayuda y dedicación, me llamaban por teléfono cuando él no iba a clases. Me di cuenta que él no era un número, ahí lo llaman por su nombre y apellido», reflexiona.

Dentro de las principales innovaciones pedagógicas de la institución, está el proyecto plataforma Gal&Leo, que busca nivelar las brechas de habilidades cognitivas de los estudiantes respetando sus tiempos de aprendizaje a través del uso de la tecnología y una evaluación que genera un plan de trabajo individual para cada estudiante.

Valeska ha visto como su hijo ha cambiado. «Le enseñaron un oficio para salir adelante, lo premiaron por ser el mejor en el taller este año. Él ahora quiere ganarse una beca para seguir con estudios superiores porque quiere ser profesional para que a su hija no le falte nada y quiere ser un ejemplo para ella», asegura. Felipe este año saldrá de Cuarto Medio.

La misma madre que temía lo peor para su hijo por no poder adaptarse a sus colegios anteriores hoy ve el futuro de manera distinta. «Yo estoy feliz. Nuestra relación cambió mucho. Hoy en día mi hijo trabaja y estudia y estoy muy orgullosa de él», manifiesta. Sin embargo, sabe que no todos los menores que se quedan sin colegio tienen las mismas expectativas.

«Creo que a los colegios les falta querer apoyar a nuestros niños. No porque se paró o conversó con los otros compañeros es un niño problema. Muchas veces ni siquiera son ellos los que comienzan el desorden, pero ya están estigmatizados. Hay que darles oportunidades a nuestros niños  y a sus padres, porque ellos pueden tener un cambio como lo tuvo mi hijo», señala Valeska.

La deserción escolar ha enfrentado diversas miradas, desde una responsabilidad adjudicada solo al niño o adolescente, a una más integral que evalúa el sistema escolar en general y las expectativas que la sociedad coloca en el estudiante.

Pamela Jerez también sufrió cuando su hijo se quedó sin colegio. «Él vivía con su papá y sus abuelos en Paine. Estudió allá toda la Básica pero cuando entró a Enseñanza Media tuvo problemas de adaptación. Repitió dos años seguidos lo que provocó que le cancelaran su matrícula. Ahí empezó lo terrible, fueron meses buscándole un nuevo colegio. En todas partes lo rechazaban invocando un decreto del Ministerio de Educación que no permite entrar a niños de 16 años cumplidos a Primero Medio por ser demasiado ‘grande’ para estar ahí. Y en los nocturnos era muy chico, porque debía ser mayor de edad», señala.

La Ley General de Educación (Ley 20.370) establece que la edad máxima para ingresar a la educación media es de 16 años cumplidos en el año en que se matricula en el primer curso de dicho nivel. Sin embargo, el dictamen N°9 de la Superintendencia de Educación estableció una interpretación normativa que señala que para ingresar a Primero Medio, se puede ingresar con 18 años.

Sin embargo, Pamela no lograba encontrar un colegio para su hijo. «Fui a la Municipalidad, al Ministerio, a montones de colegios y nadie me daba una respuesta favorable. La alternativa era dejarlo sin colegio hasta los 18 y que luego siguiera estudiando en un 2×1. Pero no me rendí», recuerda.

Un día vio un afiche del colegio Betania en un poste y llamó para consultar. «Me dieron entrevista con un sicólogo. Ahí le expliqué todo lo que pasaba con mi hijo pero no tenía la seguridad de que pudiera entrar. La verdad fue muy frustrante. Hasta que me avisaron que lo habían aceptado y fue un alivio», cuenta Pamela, que no estaba segura de qué era lo mejor para su hijo. «Tenía miedo de traerlo a una nueva ciudad y a un nuevo colegio, en un ambiente que yo consideraba que tal vez sería desfavorable. Rogaba que no cambiara para peor», reconoce.

Pero ahora está tranquila. «Yo veo sus ganas, el ánimo con el que va todos los días a clases. El colegio los hace crecer y ver sus capacidades, aunque ellos a veces no crean tenerlas. Son niños muy vulnerables y muchas veces vienen de ambiente e historias muy crueles», explica.

Su hijo, que actualmente cursa Segundo Medio también quiere seguir estudiando después de obtener su licencia de enseñanza media. Sus intereses van por el sonido o la programación de computadoras.

Lograr reinsertar a estos niños y adolescente y proyectarlos hacia la educación superior, es el gran objetivo de los programas que entregan alternativas educacionales a quienes dejan de ir al colegio. El problema es que la labor ha radicado en proyectos de fundaciones y ONGs que financian parte de sus recursos con fondos estatales concursables, ya que aun no existe una política oficial de educación para estos casos.

En Chile, la educación básica y la educación media son obligatorias, «debiendo el Estado financiar un sistema gratuito destinado a asegurar el acceso a ellas de toda la población, así como generar las condiciones para la permanencia en el mismo de conformidad a la ley», dice la normativa.

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