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«Yo no la parí, pero la crié»: el drama de una madre lesbiana que las leyes no reconocen como madre Nuevas familias

«Yo no la parí, pero la crié»: el drama de una madre lesbiana que las leyes no reconocen como madre

Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País y Revista Jengibre. Periodista PUC con experiencia en prensa escrita, radio y TV, tanto en Chile como en el extranjero.
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Hoy en día, muchas parejas de lesbianas deciden tener hijos por fertilización asistida. Pero… ¿qué pasa cuando esa pareja se separa? Los derechos de filiación en Chile desconocen a estas nuevas familias, dejando un vacío en una situación que se hace cada vez más frecuente.


En Chile, la maternidad queda determinada legalmente por el parto y las identidades del hijo y de la mujer que lo ha dado a luz constan en la partida de nacimiento del Registro Civil. Los hombres por su parte, pueden hacer valer los derechos de filiación -relación de descendencia que existe entre dos personas- sobre los hijos a través del «reconocimiento». Sin embargo, con los avances científicos y cambios sociales, existen nuevas familias en nuestra país, como familias de dos madres o dos padres, quienes no pueden asegurar sus derechos de protección sobre el o los menores.

Pese a que la ley también reconoce la filiación por técnicas de reproducción humana asistida, está establecido que el padre y la madre del hijo concebido mediante esta técnica «son el hombre y la mujer que se sometieron a ellas». Es decir, no existe la posibilidad de dos madres que sean pareja y decidan someterse a este proceso, porque no existe la posibilidad de que las mujeres también puedan realizar este “reconocimiento”.

Este es el caso de Perla, quien fue pareja de Sandra por casi 15 años. En la mitad de la relación, empezaron a intentar tener un bebé por inseminación artificial, proceso que duró casi dos años. «Yo hace mucho tiempo que quería tener un hijo, pero no quería ser yo la madre biológica porque tenía miedo por el tema de la edad. Sandra no quería en un principio, pero después accedió», recuerda Perla.

Tras una larga búsqueda de donante por catálogo, encontraron lo que andaban buscando. «Todos los días cuando Sandra llegaba yo le tenía candidatos, los veíamos, los evaluábamos, veíamos su perfil familiar, médico , todo. Hasta que logramos llegar a un donante preciso, y yo llamo a Estados Unidos y me contacto con una persona de allá para que envíe la muestra», señala.

La primera inseminación no funcionó. La segunda tampoco. En total, se pidieron 12 muestras  hasta que en la última se fecundó a una niña, que nació el 9 de septiembre de 2010: «En el acta de nacimiento figura Sandra como madre biológica, y sale mi apellido. Pero no salgo yo, porque no hay filiación».

«Ahora me arrepiento de no haber sido yo quien tuvo a mi hija. Si hubiera sido así no estaría sufriendo lo que estoy pasando ahora», relata Perla. Y es que el año pasado finalmente la relación terminó y desde entonces no ha podido ver a quien considera su hija pero las leyes no.

Y es que como toda madre, cuenta que cuidó a la menor desde el primer día. Según el acuerdo con su pareja, Sandra trabajaba y Perla se quedaba en casa. «Cuando nosotras comenzamos nuestra relación ella no quería que yo trabajara, y a mí no me incomodaba quedarme en la casa. Pero cuando ella se fue empoderando se fue poniendo agresiva y ahí comenzaron nuestros quiebres. Y yo dije no, no quiero esto para mi hija, a pesar de que ella nunca vio nada, solo el día en que yo me fui se dio cuenta», sostiene.

Pese a que Perla no parió a su hija, asegura que cumplía con todas las funciones de una madre biológica, salvo la gestación y el amamantamiento. «El día en que mi hija dejó de tomar pecho, Sandra no se ocupó más. Yo era apoderado, iba a reuniones, organizaba sus cumpleaños, todo lo que se pueda imaginar. Las mamás me decían que pensaban que yo era la mamá biológica, porque era yo la que siempre estaba en las reuniones, en los grupos de whatsapp, en todo», asegura.

El quiebre fue doloroso, pero más aún darse cuenta de lo que iba a significar. «Yo nunca me imaginé que iba a estar peleando judicialmente por la niña con ella. Yo pensaba que estaba con una mujer madura, porque todo se conversó alguna vez y se planteó que pasaría si nos separáramos, y que si fuera así, la niña no tenía la culpa, y mira en lo que estamos envueltas ahora», enfatiza.

Desde que se separó, Perla ha debido enfrentar diversas situaciones judiciales. El día que salió de su casa, partió con su hija por un momento sin saber que su ex mujer llamaría a Carabineros para decir que se había llevado a la menor sin autorización. «Sandra me dice que me lleve a la niña y después me entero de que me acusó de secuestro», acusa. Terminó detenida.

Desde entonces dice que «ha sido un calvario». Tiene 12 denuncias y 2 querellas criminales por acusaciones que van de supuestas agresiones y amenazas de muerte tanto hacia la niña como hacia su ex pareja. Actualmente tiene una orden de alejamiento por lo que no puedo ver a su hija.

«Ella ha instrumentalizado el sistema, y el Ministerio Público no puede permitir que una persona diga que tu le hiciste cualquier cosa sin pruebas. Están vulnerando mi derecho y el de mi hija», sostiene Perla. Y agrega: «Todos los informes del colegio dicen que mientras mi hija estuvo a mi cargo tenía excelencia académica,  excelente asistencia. La pediatra también expendió un documento donde dice que yo la llevaba siempre, que yo era la que me hacía cargo».

Pero pese a que no existe una ley que le de derechos de filiación sobre su hija, Perla llegó a firmar con Sandra un Acuerdo de Unión Civil que establecía que eran pareja. Según la ley, los contrayentes pasan a ser considerados por la ley como parientes. Con respecto a los hijos, el conviviente tendrá la misma preferencia que los abuelos o que otros parientes consanguíneos, para que se le otorgue el cuidado personal de los hijos.

Por eso espera poder regular visitas en tribunales. «Cuando estábamos ante la jueza de familia, ella le dijo: ‘Ustedes fueron pareja, dentro de la cual nació una hija. Ustedes son las dos mamás, y aunque a usted no le guste eso, va a tener que aceptar que ella la vea», cuenta Perla. Es en ese contexto que han debido asistir a terapias para revincularnos, a las cuales van aún por separado, mientras exista una orden de alejamiento.

Sin embargo, el abogado Carlos Durán es más cauto. «La ley en Chile otorga derecho a régimen comunicacional (visitas) al padre o madre que no viva con el menor y también a los abuelos de los padres, pero no hay más reconocimiento legal que se extienda a otras personas o parientes. Si ella demanda, la madre biológica podría contestar esa demanda señalando que la demandante no tiene reconocimiento legal para demandar porque no es padre o madre y no es abuela de la menor», explica.

Sobre las terapias de revinculación, el especialista cree que «seguramente se ha acreditado que entre ella y la niña hay lo que se denomina ‘apego’ y de ser así se puede establecer que para esa niña es necesaria la vinculación y por ende el interrumpirla significaría vulnerarle derechos y en ese caso se podría llegar a establecer un contacto regulado pese a no haber titularidad directa para demandar».

Considerando que el caso de Perla es uno más de muchos otros, la comisión especial encargada de tramitar proyectos de ley relacionada con los niños, niñas y adolescentes en el Senado, inició un trabajo con diversas agrupaciones civiles y académicos, para debatir sobre la posibilidad de que las mujeres también puedan realizar “reconocimiento” de los hijos nacidos de parejas lesbianas, tal como lo hacen hombres. Pero ese debate recién se está iniciando.

Mientras, Perla espera el momento en que pueda estar nuevamente con su hija. «Yo estoy peleando por las visitas, pero ahora me gustaría pedir el cuidado personal. Yo no la parí, pero la crié, es un vínculo. Yo era su persona favorita y estoy luchando por ella, porque es su derecho y el mío, es mi hija. No es como que ‘tú hoy vas a ser la madre porque eres mi pareja de turno’, no, porque yo cuando decidí ser la madre de mi hija, era para toda la vida», sostiene.

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