Publicidad
Capítulo especial ultra hot: ¿Beatriz aceptará lo que le pide Costabal? Historias de sábanas

Capítulo especial ultra hot: ¿Beatriz aceptará lo que le pide Costabal?

Conti Constanzo
Por : Conti Constanzo Descubrió su pasión por los libros de pequeña, cuando veía a su abuelo leerlos y atesorarlos con su vida. Cada ejemplar de su biblioteca debía cumplir un único requisito para estar ahí: haber sido leído.
Ver Más


Hoy ha sido día de mierda en que lo único que he hecho es trabajar, trabajar y además trabajar. Solo espero que den las seis de la tarde e irme a mi departamento, quitarme estos tacos y acostarme.

Si por lo general el sr. Costabal es insoportable, hoy se ha llevado el gordo, y yo el premio a la reina de las weonas, sí, así tal cual.

Cuando al fin guardo el informe en que he estado trabajando durante toda la tarde aparece frente a mí con esa cara de diablo capaz de derretir los polos, el motivo de mi sonrisa y dolor de… bueno, ya está, de toda mi humanidad.

-¿Quieres que te lleve a tu departamento?
-No gracias -respondo con algo de convicción, después de todo durante el día solo ha sido desagradable y se lo merece.
-O sea -me dice acercándose peligrosamente con esa sonrisa de soberbia que tanto quiero borrar y no precisamente de un beso-, ¿prefieres irte en el metro atestado de gente que irte sentada en mi auto cómodamente?
-Sí, prefiero ir como cordero al matadero.
-Te espero en el estacionamiento en cinco minutos, dudo que tu culo prefiera un asiento de plástico duro a un cómodo asiento de cuero. Sobre todo después de lo que sucedió anoche. ¿No que eras una adulta? -me recuerda y antes de que yo pueda responderle se da media vuelta y se va al ascensor.
Y yo…bueno, respiro hondo un par de veces y cierro los ojos para ponerme en estado zen, pero lo primero que evoco son los momentos de anoche y se me eriza la piel.

-No te estoy pidiendo algo tan difícil, Beatriz -susurra Mauricio acariciando mi cuello-, estoy seguro que no te arrepentirás. Incluso sé que lo disfrutarás.

Me mira a los ojos, se acerca y antes de que los vuelva a tocar ya sé que estoy perdida y terminaré diciéndole que sí, por su sinceridad, porque tengo ganas, y porque no quiero decirle que no.

Después que retira sus labios de los mis dejándome en la gloria, cuan caballero pasa sus dedos por mi boca y en un acto reflejo atrapo uno de sus dedos y comienzo a chuparlo, igual como si lo estuviera haciendo con otra parte de su cuerpo, Mauricio gime y pone su mano libre tras mi nuca, obligándome a acercarme, hasta que de nuevo nuestros labios se juntan, se muerden incitándome a mucho más, exactamente a ese “más”.

-Beatriz… -ronronea lamiéndome el lóbulo de la oreja sin ser un hombre paciente-, dame una respuesta.

Antes de que le dé la respuesta ya está bajándome el cierre del vestido y a continuación con la misma maestría desabrocha mi sostén. Cuando lo logra, se aparta un par de centímetros y mira ansioso mis senos desnudos. Con ese solo acto, estos se ponen duros y excitados haciendo que me ponga roja como un tomate.

-Me encanta generar esta reacción en tu cuerpo, tus pezones tienen claro a quién pertenecen -acota y antes de que le aclare que son solo míos me vuelve a besar, pero esta vez sus manos recorren mi pecho deteniéndose justo en mis senos que caben perfectamente en su palma.

-¿Cama o mesa?

Ante esas dos alternativas y para lo que sé que viene a continuación decido cama, al menos necesito sufrir en un lugar blandito.

-Cama -murmuro y así con esas cuatro letras detono el huracán Costabal que empieza a desabrocharse la camisa con ahínco y como un botón le da la guerra simplemente se la saca por la cabeza y la tira lejos, todo esto casi sin abandonar mi boca. Parecemos dos animales sin control, dos animales que se buscan, que se encuentran y que sobre todo quieren mostrar su poderío sobre el otro. Morbo, lujuria y pasión, no hay cabida para nada más. Ni siquiera quiero controlar las ganas de tocarlo por todas partes, y mucho menos dominar mi calentura. Si voy a pasar a otro, grado como diría el Rumpi, quiero hacerlo en gloria y majestad.

Su cuerpo huele a hombre, es más que un perfume, es su esencia y cuando mi cara se entierra en los vellos de su pecho me enloquezco un poco más y son mis manos las que juegan con su pantalón. Muero de deseos y no sé porque, pero lo necesito mío y sin obstáculos. Mauricio tiene tan dilatadas las pupilas que hasta me puedo mirar en ellas. Sin ganas de esperar más, me tiro en la cama que por suerte es blandita y me recibe encantada.

-Me gustas tanto… -jadea cuando me ve desnuda en todo mi esplendor y sin darme cuenta él ya está sobre mí y puedo sentir claramente toda su excitación.
-¿Qué quieres que te haga? -pregunta y yo sin ganas de responderle porque no puedo, solo separo las piernas un poco más, en una clara invitación que hasta un ciego podría entender-. Tentadora tu oferta, pero esta noche necesito empezar de otra forma.
-¿Por qué…?

La respuesta solo es un empujón de su pelvis hacia mi sexo y esa sola fricción empieza a nublarme la razón.

-Con esto nunca olvidarás que yo fui el primero.
-Tampoco quiero que hayan más -suelto sin querer, pero él no dice nada así que continúo-. Digo… digo en forma figurada, no es que…

Él sonríe y pone uno de sus dedos sobre mi boca para que no hable más, y a buen entendedor… pocas palabras.

-Eres increíble, Beatriz -gruñe.

Y a continuación de esas palabras que solo me encienden, empieza a chuparme, a besarme volviéndome aún más loca, en tanto sus dedos me están llevando directamente a la gloria. Sus caricias ya no son brutales ni animales, sino todo lo contrario, suaves y cariñosas, sus manos recorren mis muslos erizándome la piel, hasta que de pronto llegan hasta mi intimidad recorriéndola desde adelante hacia atrás, como si fuera una sola línea sin ningún sitio donde
entrar.

-Lo deseo más de lo que puedes imaginar.

Mi cuerpo tiembla ante esas palabras y me humedezco todavía más, incluso podría jurar que estoy temblando como si fuera la primera vez y Dios… ¡sí es mi primera vez! Unas cosquillas me sorprenden y cuando lo miro veo preocupación en su mirada, no sé si estoy segura de querer hacerlo, solo sé que el Sr. Costabal tiene una facilidad para llevarme al límite que termino diciéndole a todo que sí.

-Necesito la respuesta ahora, ya. Porque siento que así tampoco yo voy a poder aguantar mucho tiempo -dice y lleva mi mano directo a su pene que juro que está palpitando y cuando voy a llevarlo por el camino correcto el me detiene.

-No seas impaciente -le digo para calmarlo porque ha bufado igual que un niño chico con rabieta.
-Esto no puede ser así -vocifera en su tono de siempre.
-¡Ya! No me digas más, ¡entendí! -chillo razonando perfectamente todo lo que viene a continuación.

Descaradamente solo lo toco y me aferro un poco más, su respiración es agitada y hasta irregular, se nota que se está controlándo tanto como yo, pero claro, ambos por cosas muy diferentes. La tensión que siento que se me está acumulando va a terminar matándome, y solo espero que sea de placer.

-Déjame intentarlo.

Lo pienso por unos segundos alargando el momento, porque si antes tenía miedo, ahora viéndolo tan de cerca estoy cagada de susto, y espero de corazón que sea tal cual dicen todas, una experiencia espectacular. En eso estoy cuando se inclina y me besa… ¡la frente! ¡Y dulcemente! Como si fuera un santo y no un niño explorador que quiere investigar cada parte oculta de mi cuerpo.

-Aún tienes oportunidad de arrepentirte, Beatriz, no te voy a obligar, pero si la respuesta es sí, no habrá vuelta atrás -anuncia moviendo las caderas, apresurando mi respuesta-. ¿Y?
-Está bien -contesto convenciéndome al fin.
-Perfecto, Beatriz, con esto ya no habrá vuelta atrás -me informa con su tono de Sr. Costabal. O mejor dicho de cabrón y creo que antes de empezar ya me estoy arrepintiendo.
-Voy a conocer cada rincón de tu cuerpo -dice besándome el cuello a la par que va rozándolo con los dientes-. No habrá ningún lugar que yo no conozca y que no me pertenezca -ronronea cuan pantera sexual y no es que me guste la zoofilia es simplemente que parece un animal elegante recorriendo a su presa, que en este caso soy yo y llegando hasta mi oído susurra– Gírate.

¡Ahora ya! Grito en mi interior, esperaba tener un poco más de preámbulo, pero claramente pensamos diferente, obedezco dándome la vuelta. Y con una expresión de determinación que solo he visto cuando ataca a un cliente me mira.

-Levanta el culo y afírmate de las sábanas, sin soltarse -me ordena con carácter y una seguridad que no sé si me excita o me aterroriza. Pasa el brazo por debajo de mi estómago-. Levántalo.

No tengo más opción que obedecerle al jefe, así que levanto el culo y me cargo más hacia adelante, hasta me dan lastimas las sábanas que las agarro entre mis dedos como si el mundo se fuera a acabar. ¿Me siento expuesta? ¡Más que la cresta! Estoy totalmente desnuda y a su merced, me encantaría verle la cara, al menos así sentiría un poco más de seguridad, pero estoy segura que eso no va a pasar. Mi corazón palpita frenético y sé que no es de excitación
precisamente, es por todo lo que vendrá a continuación.

Intento enderezarme un poco y escucho:

-Quieta, sin moverse.

Resoplo y creo que más fuerte de lo normal porque Costabal se ríe enérgicamente, pienso que a este cabrón también le va la tortura. Hasta que de repente vuelve a colocarse entre mis piernas y empiezo a olvidarme de todo aunque sé que él está lejos de estar relajado, es más, estoy segura que me está mirando atentamente poniéndome aún más histérica de lo que estoy.

-Deja de mirar y empieza ya -suelto con nerviosismo.
-No seas impaciente, estoy pensando por dónde empezar.
-No es que hayan muchos “lugares” que explorar -largo incómoda moderando mis palabras porque la que pienso en la cabeza empieza con la letra mudita.

En eso estoy pensando cuando me olvido de todo al sentir su inmensa erección que claramente es guiada por su mano mientras recorre entremedio de mis piernas colocándose justo ahí. Ahora sí que mi respiración me ahoga y se entremezcla con el morbo de lo que vendrá.

-Ya tengo claro por donde comenzar -dice llevando su mano, lenta, muy lenta, hasta mi clítoris y no sé con cuál de sus dedos comienza a masajear en círculos-. Así está genial, estoy seguro que te vas a relajar.

Dicho y hecho, apenas me toca siento como me empiezo a soltar un poco más, hasta que quita la mano y la sube a mis pechugas que aunque suene poco decoroso cuelgan y estoy segura que se van a mover como si estuvieran columpiándose en unos minutos más.

-Esto también me acomoda.
-A mí me acomoda más por allá abajo -pido y ruego sin importarme, no es que no sienta, pero claramente sus dedos sí me vuelven loca y es así como necesito estar.

Menos mal que me hace caso y vuelve a donde se había quedado y yo gimo de auténtico placer, sé que está esperando a que diga algo, pero yo solo estoy sintiendo, regalándome mi propio sentir.

Me obligo a respirar más tranquila, y a concentrarme en algo más antes de caer en un precipicio de emociones sin retorno y justo cuando lo estoy logrando me agarra de improviso el culo.

-Pero creo que mejor voy a empezar por aquí -y a la mierda mi relajación, me pongo rígida nuevamente, hasta que me da una palmadita que nada me calienta y mi mente instintivamente piensa en Anastasia Steele, y sí, creo que está loca porque juro que a mí me ha dolido y ni una gota de placer he sentido-. Deja de pensar.

-Y tú deja de creerte Grey.

Suspira y mueve sus caderas hacia adelante, y sé que mi comentario le ha molestado, pero me enerva aún más cuando lo siento sonreír, y antes de que alegue, porque es lo que voy a hacer, lleva sus magníficos dedos hacia delante de nuevo y yo suelto un suspiro de puro alivio.

-Te dije que si la respuesta era positiva no habría vuelta atrás -afirma con rotundidad apoyándose todavía más. Sé que le dije que sí, pero como soy bipolar ya me estoy arrepintiendo. Si en veinticinco años nunca quise probarlo no entiendo porque tuve que decir justo ahora, pero claramente ya no tengo tiempo para arrepentirme. Mauricio recorre todo mi sexo con un dedo provocando grandes oleadas de placer.

-Estás tan lista para mí -afirma en un murmullo ronco y tan erótico que me hace temblar, aunque por dentro siento que ya me vuelvo a tensar y mi corazón se va a infartar-. ¿Quieres que continúe?
-Soy una mujer adulta, y te dije que sí.
-¿Lo deseas? -pregunta y sé que me está azuzando porque no es tonto y sabe lo que pienso en realidad.
-Te deseo a ti y lo sabes, ¿puedes dejar de jugar?

Su respuesta es… ¡básica! ¡Dios! Podría escribir en Facebook que todos los hombres son iguales, ¡básicos y animales! Solo un gruñido de pura satisfacción brota de su interior, ¿y dónde quedaron las oraciones?

-¿Puedes responderme con palabras? -ruego, juro que lo necesito escuchar.
-No necesitamos hablar ahora, ni menos tener una conversación, voy a hacer esto aunque sea a punta de orgasmos, que me necesites tanto como yo a ti, aunque tú nunca entiendas nada.

Ahora sí que mi boca se abre y no me importa disimularlo porque no me ve. ¿Qué se supone que no entiendo? ¿Cómo qué no lo necesito? ¡Si se lo demuestro siempre! ¿O qué? Creerá que estoy en cuatro por puro gusto?

-Tú estás…
-Solo disfruta, Beatriz, por la mierda, deja de pensar en todo -me regaña juntando sus caderas un poco más, acomodándose perfectamente entre medio de mis muslos, y ya sé que “ese” momento está a punto de llegar.

El brazo que tiene libre acaricia mi espalda, cierro los ojos y un suspiro traicionero se me escapa sin poderlo evitar. Él se acerca y besa mi nuca, su lengua caliente y un aire frío que suelta son la combinación perfecta del éxtasis que necesito para sentirme un poco más normal.

-Ya estás lista, Beatriz… húmeda y preparada para mí -asegura tocándome justo ahí, en el único lugar que siempre pensé que sería virginal.

Lleno mis pulmones de aire mientras siento como me acaricia la espalda mientras él se pone listo y en posición, no cierro los ojos, los aprieto tanto que mi frente se llega a arrugar, y es ahí cuando comienza a abrirse paso entre mis glúteos. Al llegar a ese lugar intento relajarme porque él está haciendo todo su esfuerzo por ir lentamente. Hasta aquí nada tan terrible, incluso me gusta, pero cuando se detiene sin aviso mis manos enrollan aún más las sabanas. Juro que casi las podría rasgar en tanto me doy cuenta que mis caderas me traicionan apegándose más a él.

-Lo intenté, pero no puedo -me dice de pronto y eso me causa extrañeza. ¿Qué intentó? Sus manos agarran mis caderas con total precisión-, esto va a ser diferente -gruñe con culpa en tanto hace algo que no alcanzo a notar bien, hasta que siento una embestida rápida, certera y que literalmente me parte en dos.-¡

Csm! -grito sin vergüenza alguna-. ¡Me vas a partir el culo!

¡Aleluya! Se retira lentamente, pero no por eso se queda callado.

-Si hablas así definitivamente no me voy a poder controlar -y acto seguido me vuelve a penetrar. No lo insulto pero sí jadeo y no precisamente en silencio. Me aferro aún más a las sábanas para dejar de balancearme en cada una de sus embestidas fuertes y certeras. ¡Ni que fuera a encontrar petróleo! Cuan cabrón es, está penetrándome cada vez más en tanto sus manos en mis caderas van marcando su ritmo, a su forma, a su modo. Las sensaciones que me embargan no tienen explicación, siento que estoy completamente llena por Mauricio y un placer que jamás pensé que existiría está destruyéndome, obligándome a recibirlo cada vez más adentro de mi ser, y por supuesto jamás imaginé que además podría llegar al final así, y es un temblor involuntario el que me empieza a recorrer anunciándome el final.

-Yo te diré cuándo -me dice y tan fácil como entró, salió.

Sin siquiera pensarlo dos veces me giro para increparlo, pero es Mauricio el que me lo impide poniendo su pesada mano sobre mi espalda. Soy una esclava de mi placer, ese que quiero alcanzar, y este cabrón me quiere quitar.

-Ahora sí que no me vuelves a tocar el culo, Costabal.

Él se ríe y cuando ve que lo miro feo agrega:

-Vamos a terminar juntos, será increíble -habla tocándome de nuevo ahí, y si antes me dolía, ahora me arde-. Si no te relajas… esto te va a doler.
-Ya me dolió, y estaba relajada, era tu oportunidad y la perdiste, ya no más.
-Solo relájate, Beatriz -dice ignorando mis palabras, metiendo la punta de su dedo, que obviamente apreto para que no entre más.
-No me voy a relajar porque no puedo, ¿por la mierda que no lo entiendes?
-Deja de decir garabatos -se enfada.
-A la mierda lo que quieras tú, aquí también vale lo que quiero yo y ya no quiero más, al menos no así, ni por ahí.
-Estás tan excitada como yo, si ya antes pudiste, ¿por qué no puedes volver a probar?
-Porque antes estaba caliente y a punto de acabar.
-¿Y ahora?
-Te odio con toda mi alma.
-¿Y estás caliente? -pregunta pasándome el dedo por mi clítoris abultado, haciendo que olvide casi todo.
-Me va a volver a doler.
-Menos si te relajas, cuando vuelva -recalca esa palabra- a estar dentro, te va a volver a gustar.

Dejo caer mi cabeza y con eso sabe que le estoy dando acceso de nuevo a mi casi virginal orificio. Y siento su punta otra vez. ¡Csm! Pero esta vez al menos solo lo pienso.

-Relájate, ábrete para mí, hermosa.

¡Hermosa! En su puta vida me ha dicho así, pero como es un cabrón, solo con esa palabra me desarma y yo caigo en su voluntad, abriéndose paso, pero esta vez al menos con pasividad.

-Ya estamos casi -jadea y sé que también se está controlando, pero por siacaso voy a recordárselo.
-Ni se te ocurra hacerlo más fuerte.

No dice nada pero tampoco se detiene, y de pronto, sus caderas me impulsan hacia adelante y son sus testículos los primeros en chocar conmigo.

-¡Me dolió! -chillo muy poco femenina-, ¡y mucho!
-Relájate para empezar a moverme -gruñe conteniéndose-, me estoy conteniendo solo por ti. Ahora muévete tú.

¡Yo! Esto es como auto torturase, pero ante el ardor que me está quemando soy yo la que mueve las caderas de adelante hacia atrás, y extrañamente vuelvo a sentir ese placer. Mis músculos aun no se relajan, pero al menos se amoldan al placer.

-Voy a moverme yo ahora.

¿Qué más puedo hacer? Asiento con la cabeza y con lo obediente que es, me embiste, así, de una y sin aviso. A esa incursión le sigue otra y otra y así sucesivamente, hasta que de pronto siento su mano enrollada en mi pelo y eso hace que no me deslice aún más. No quiero ni pensar cómo se debe ver la escena, por eso no me atrevo ni a mirarme en el espejo.

Cuando siento el primer temblor le advierto:

-Si te sales ahora juro por Dios que te castro.
-Lo sé -ríe abiertamente entrando y saliendo en tanto yo estoy en una nebulosa de placer, y por primera vez siento que no solo me está follando por calentura, incluso cuando me toca el clítoris lo hace con suavidad, y yo lo que menos quiero en este momento es suavidad. Por mis venas no corre sangre, es peor que la adrenalina, quiero todo y más, duro, fuerte y caliente, y me importa una mierda comportarme como una… bueno, ¿no es eso lo que quieren los hombres? ¿Una dama en la mesa y una puta en la cama? Sin esperar más tiempo soy yo la que guía su mano y la aprieta contra mi sexo.

-Duro y fuerte, Mauricio -ordeno con voz de ultratumba, sorprendiéndolo a él y a mí al mismo tiempo.

Este placer es mágico e inesperado, pero lo es aún más cuando siento que Mauricio está acabando descontroladamente dentro de mí, gruñendo y refunfuñando porque yo aún no lo he hecho, pero es que sentirlo así, descontrolado, sin voluntad y entregado es más de lo que pensé conseguir, ahora es mío y solo mío porque está a mi merced. Soy yo la que no aminora el vaivén de mis caderas.

-Por favor Beatriz, vente conmigo.

Y quien soy yo para decirle que no a su ruego y me dejo llevar junto con él también entregándole todo lo que le puedo entregar. Es tanto el placer que siento que creo que hasta me cuesta respirar. Los temblores vienen y van, mi cuerpo se sacude completamente hasta que de pronto mis brazos no aguantan más y caigo sobre la cama, y por supuesto él me sigue detrás. Siento su respiración en mi espalda y aunque me está ahogando con su tremenda envergadura me encanta sentirlo sobre mí… así.

-Beatriz… Beatriz -escucho que alguien me dice despertándome de tan placentero recuerdo. Abro los ojos y veo la cara sonriente de Raúl.

-¿Nos vamos?

Tardo dos segundos en reaccionar, y solo con acordarme de anoche y de todo lo que vivimos después, decido con quien me voy a ir.

-No, hoy voy a otro lado, nos vemos mañana. -Y así, con esas escuetas palabras bajo al subterráneo, en donde está el hombre con quien quiero estar.

Publicidad

Tendencias