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La profesora que cumplió su sueño y se tituló a los 54 años Mujeres destacadas

La profesora que cumplió su sueño y se tituló a los 54 años

El departamento de educación de la Universidad de Santiago destacó la historia de Isabel Abarca, una mujer que no le importó el paso del tiempo, dio la PSU y ya logró titularse.


Isabel Abarca siempre quiso estudiar en la universidad y por diferentes motivos no pudo. Tras casarse y tener hijos, decidió inscribirse para rendir la PSU y logró ingresar a Educación General Básica en la U. de Santiago. El viernes dio su examen de grado y finalmente se tituló. Ya está trabajando.

Abarca rindió su tesis junto a sus compañeras, la chilota Verónica Arias y la peruana Brigitte Vásquez, bajo la guía del profesor Daniel Ríos. El título fue «Innovación para la mejora de resolución de problemas matemáticos con adición y sustracción en cuartos años básicos».

«Usamos los videojuegos que se descargan en los celulares para formular ejercicios de matemáticas de resolución de problemas», cuenta.

Trayectoria

La flamante profesora es de Maipú y terminó la enseñanza media en un liceo técnico en 1981. Era la mayor de cinco hermanos -la única mujer, lo que tampoco le favoreció- y los costos del estudio le impidieron, en aquel momento, cumplir su sueño, aunque había rendido la prueba y fue seleccionada en la UC para Historia y Geografía. Se puso a trabajar para ayudar a la familia.

A comienzos de los años 90 tuvo un segundo intento, en la Universidad Cardenal Silva Henríquez, en una Licenciatura en Historia, pero tampoco fructificó por un tema económico. Además quería formar familia con su esposo, que trabaja en un Instituto en Computación: hoy tiene dos hijos ingenieros.

La tercera fue la vencida. Muchos de los miembros de su entorno veían con asombro y escepticismo su afán por estudiar. «¿Para qué vas a hacer eso? Vas a perder el tiempo», le dijeron algunos, aunque sus hijos la apoyaron. Ella insistió. Eligió la U. de Santiago por cercanía geográfica y también emocional: su padre había sido alumnos de la ex escuela Abelardo Núñez y estudió en la UTE.

Para entrar, se preparó todo un año para la PSU en el liceo de su hijo menor, porque era más económico. Le fue bien e ingresó a Enseñanza General Básica en 2013. Le gustó que hubiera dos menciones y también el currículo. Además sintió a la universidad muy «integradora», donde no importaba su edad ni origen.

La carrera y la U. de Santiago

En la U. de Santiago, agradeció un enfoque pedagógico para los niños «de la era digital», donde el profesor debe ser entretenido.

«Siempre valoré mucho la cátedra, venía a impregnarme del espíritu académico», cuenta.

Pero Abarca destaca la carrera no sólo por eso, sino por fomentar el ser «acogedores, inclusivos, respetar los distintos niveles de aprendizaje».

«Los profesores de otras universidades no tienen esa característica. Insisten en el aprendizaje rápido, el contenido, la disciplina estricta, en no dejar que los niños se paren en la sala, en no dar permiso para ir al baño. Para ellos el niño tiene que escuchar en silencio la temática. Es muy distinto a nosotros», expresa.

«Nosotros somos menos estructurados. Siento que a mí, que soy una persona madura, nuestro enfoque me favorece en el aula en este nuevo entorno educativo en que estamos», dice.

Por eso le parecen bien las reformas actuales.

«La educación necesita modernizarse. Estamos en el año 2017… los niños a los que les hago clase van a salir al mundo laboral el año 2030. ¿Cómo le voy a enseñar con un dibujito en un papelógrafo?, si el niño llega a la casa a ver el celular y una película en 3D. Los profesores debemos actualizarnos», dice, al tiempo de señalar que hay que reconocer más la experiencia de los que ya ejercen.

«Creo que falta una integración de ambas cosas», reflexiona.

Práctica y trabajo

Abarca ha hecho su práctica en diversos establecimientos de su comuna, de diversos estratos socioecnómicos. Primero en un segundo básico, en el colegio subvencionado María de los Ángeles de Ciudad Satélite; luego un sexto año básico en el Boston College, también subvencionado; después el privado Colegio Centenario, con un cuarto básico; y finalmente un cuarto básico en el Mater Purisima, un colegio de sólo niñas.

Le encanta enseñar historia, especialmente la antigua, geografía y lenguaje.

«Me gusta la pedagogía, y creo que el hecho de ser mamá te da cierta tolerancia» para niños con necesidades educativas especiales, por ejemplo. Además Abarca estudia en la Fundación Mustakis para ser cuencacuentos, otra faceta suya que también ha aplicado en clases.

El esfuerzo no ha sido en vano. Hace dos semanas que Abarca está trabajando como docente. Hace clases en la escuela Amor de Dios de la comuna de Cerrillos. Es un establecimiento católico inclusivo y gratuito. Muchos de sus alumnos tienen problemas económicos y de aprendizaje, y proceden de muchos países distintos: Haití, Perú, Colombia, Venezuela y China.

Ella hace clase en un primer año básico y tiene tres alumnos haitianos, uno de ellos llegado hace un mes y que no habla español. Es profesora jefe y tiene 40 horas semanales: enseña matemáticas, lenguaje e historia. Además hace clases en un segundo y un cuarto básico.

«Es un desafío grande, pero estoy contenta. Satisfecha, porque logré la meta que me propuse, a esta edad».

«Yo tenía prejuicios respecto a mis capacidades, pero la universidad no. Cuando entraba nadie me miraba como bicho raro, al revés. Los profesores fueron muy acogedores, siempre estuvieron dispuestos a ayudarme», aunque a nivel académico le exigieron igual que al resto. «Me siento plena hoy día al saber que pude lograrlo».

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