Los bares ya habían cerrado sus puertas.

Geerte Piening había pasado la noche con sus amigos tomando algunas copas cerca de la popular plaza Leidseplein, una de las tradicionales zonas para el ocio nocturno de Ámsterdam.

Era la hora de volver a casa cuando sintió ganas de orinar.

El baño público más cercano quedaba a un par de kilómetros de distancia, por lo que decidió buscar una calle tranquila para aliviarse, mientras sus amigos vigilaban.

Mala decisión.

Tres policías que pasaban por la zona la descubrieron y la sancionaron.

«En el momento, realmente no quise meterme en una discusión, pero al día siguiente pensé: un momento, yo voy a dar esta pelea», rememora Piening sobre aquel suceso ocurrido en 2015.

No le fue bien con la justicia. Le impusieron una multa por US$105.

¿Injusticia?

El juez que asumió el caso le dijo que ella debió haber usado los urinarios de metal colocados en las calles de la ciudad para los hombres, en lugar de optar por orinar en público, un delito que en holandés se conoce como «wildplassen».

Señalización de un urinario para hombres en Ámsterdam.

Wildplassen es la palabra utilizada en holandés para referirse al acto de orinar en público. 

Usando esa palabra como hashtag algunas mujeres se burlaron del juez y compartieron en redes sociales fotografías propias en las que demostraban las evidentes dificultades que tenían para utilizar los urinarios masculinos.

El juez también comparó la falta cometida por Piening con el acto de lanzar basura al piso, en lugar de en una papelera, lo que llevó a alguien a señalar que las conchas de banana o los envoltorios de las barras de chocolate podrían guardarse en un bolsillo para posteriormente botarlos en una basurero de género neutro.

Igualdad

El suceso se convirtió en un asunto de debate sobre la igualdad entre hombres y mujeres.

Piening insistió en que solo optó por usar el callejón como un último recurso y argumentó que en otras capitales europeas las mujeres disponen de instalaciones públicas muy superiores.

«¿No es una vergüenza para una ciudad turística como Ámsterdam que las mujeres no tengan ningún lugar adonde ir?», le dijo al diario AD.

Una señal de un urinario para hombres en Ámsterdam.

Los funcionarios locales de Ámsterdam reconocen que hay más urinarios para hombres que para mujeres. 

«No era mi intención que esto se convirtiera en esta enorme cosa feminista. Por otro lado, es bueno que este tema esté siendo abordado», agregó.

El juez admitió que en la ciudad había menos urinarios públicos para mujeres, pero aseguró que la alcaldía no está obligada a proveerlos.

Aseguró que, en cualquier caso, las mujeres son menos propensas a usar estas instalaciones y destacó que este era un caso raro.

«Apenas eres la segunda mujer que veo en los tribunales por este motivo», dijo.

Protesta

Los funcionarios de la alcaldía de Ámsterdam aseguran que nunca ha habido una política sobre los urinarios públicos.

«Hay más instalaciones para hombres que para mujeres solamente porque así ha sido», dijo Paul Ekker, un portavoz del vicealcalde, a la BBC.

Un antiguo urinario para hombres en Ámsterdam.

La protesta organizada para el próximo viernes invita a la mujeres a usar los urinarios de los hombres. 

«Obviamente, debería ser igual (para ambos géneros) y cualquiera coincidiría en que puede hacerse mejor, pero ¿cuáles son los costos?, ¿hay espacio para ello?, ¿merece la pena hacerlo?», se preguntó.

Pero, esta probablemente no será el final de la historia.

Fue creado un grupo de Facebook para invitar a las mujeres a sumarse a una protesta el próximo martes para responder a la afirmación del juez de que deben usar los urinarios de hombres.

Hasta ahora, más de 5.000 personas han manifestado su interés en participar en la convocatoria.

La organizadora de la iniciativa, Cathelijne Hornstra, afirma que quiere demostrar el absurdo que significa agacharse en el urinario «medio borracha con mis nalgas sobresaliendo bajo el borde».