Yo opino
El martes fue el Día Mundial de la Salud Mental y este miércoles Facebook nos recordó que era el Día Internacional de las Niñas. Así, en Todo Mejora nos sentimos llamados a reflexionar en cómo ambas efemérides se entrecruzan, revisando algunos datos de salud mental que describen el presente de las niñas de nuestro país.
Chile tiene una de las tasas más altas de suicidio infanto-juvenil en América Latina y el segundo mayor incremento en el índice entre los países miembros de la OCDE. Según cifras del Ministerio de Salud y las proyecciones de Naciones Unidas y del INE, hacia 2020 se estima que cada día, un niño, niña o adolescente, se matará en nuestro país.
En los medios, el suicidio juvenil ha estado presente desde el primer semestre, gracias a la serie de Netflix «13 Reasons Why” y a juegos como la “Ballena Azul”, que incitan a la auto-agresión y a quitarse la vida. Según la Estrategia Nacional de Salud 2020 del Minsal, eventos de estrés tales como la discriminación, la humillación y el estigma están asociados al suicidio, siendo esto de suma relevancia especialmente en las y los adolescentes que son víctimas de acoso y bullying. Además, de acuerdo al análisis de género que estamos levantando de nuestra Encuesta Nacional de Clima Escolar 2016 -específicamente orientada a niños, niñas y adolescentes LGBT-, el 56,5% de las estudiantes consultadas mostró altos niveles de depresión y, el 58,3%, bajos niveles de autoestima.
Por otra parte, nuestro Informe del programa la Hora Segura -plataforma online diseñada para dar apoyo y contención-, indica que el 47% de los niños, niñas y adolescentes que se conecta con nosotros presenta sintomatologías depresivas, mientras que el 41% expresa comportamientos suicidas. Este último dato se agudiza en las niñas: 47%.
Creo que es importante detenernos en esto, porque las desigualdades de género se hacen notar desde muy temprano en la vida. Las cifras que hemos compartido nos permiten hacer una aproximación a la vida de las niñas de hoy, invitándonos a pensar en políticas públicas en Salud y Educación, que hagan posible el cambio cultural necesario para que ellas -sin importar su identidad de género ni su orientación sexual- puedan crecer y desarrollarse en un país que, por sobre todo, las ame y acoja. No olvidemos que ellas serán parte de quienes conduzcan el país mañana.
