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¿Es la adicción al sexo la responsable del acoso sexual o es solo la excusa de los poderosos de Hollywood? Polémica justificación

¿Es la adicción al sexo la responsable del acoso sexual o es solo la excusa de los poderosos de Hollywood?

Harvey Weisntein y Kavin Space han usado el argumento de la adicción al sexo para justificar sus conductas e iniciaron tratamiento para su supuesto problema de adicción que aún no es reconocido por los manuales de psiquiatría.


Fue el pasado 5 de octubre cuando estalló el mayor escándalo en Hollywood luego de que The New York Times publicara una investigación que acusaba directamente al productor Harvey Weinstein de haber acosado sexualmente a diversas mujeres y haberles pagado para silenciarlas durante décadas.

Las denuncias fueron en aumento no sólo contra él sino con otros poderosos de la industria cinematográfica y llevó el tema el abuso sexual a los noticieros, las redes sociales e incluso al congreso de Estados Unidos.

Cuando las denuncias ya no dejaban lugar a dudas y luego del descrédito público y ante sus pares, al productor no le quedó otra que alegar que su conducta se debía a una adicción al sexo e ingresó a una clínica de rehabilitación.  Pero él no es el único que ha usado ese recurso: lo hizo el excongresistas demócrata Anthony Weiner para justificar por qué enviaba imágenes sexuales a una menor de edad por teléfono. También Michael Douglas fue una de las primeras estrellas en reconocer su adicción sexual en 1993 para justificar sus constantes infidelidades, tal como lo harían despues David Duchovny o Tiger Woods. Charlie Sheen, Rob Lowe y Kanye West también dijeron enfrentar el problema.

Esta airosa salida de decir que eran adictos al sexo llevó a muchos de ellos a seguir tratamiento en alguna lujosa clínica de este tipo de terapias, que no dudan en avalar la existencia de esta adicción sobre todo con tan importantes y poderosos pacientes.

El mismo recurso usó Kevin Spacey, quien la semana pasada se convirtió en el último hombre de Hollywood acusado de acoso sexual y que decidió acallar la tormenta aludiendo a la adicción. Al igual que Weinstein, el actor decidió  de forma voluntaria ingresar a la exclusiva clínica de desintoxicación The Meadows, que se define como “el principal centro de tratamiento hospitalario para la adicción al sexo de EEUU” y sus métodos incluyen antidepresivos, estabilizadores del estado de ánimo e incluso medicamentos antiandrógenos para suprimir los impulsos sexuales.

El tratamiento de Spacey durará 45 días en una clínica que cobra cerca de 37.000 dólares al mes (más de 23 millones de pesos). Weinstein, por su parte, se supone que está en plena terapia aunque fue fotografiado la semana pasada en un restaurante en Phoenix usando una peluca.

¿Un trastorno o una adicción?

La gran pregunta es si puede la adicción ser una excusa para el abuso de poder y para acosar sexualmente a otros como han sido acusados Spacey y Weinstein.

Para empezar, la adicción sexual sigue siendo parte del debate y no está reconocida como tal por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5 por sus siglas en inglés). Como patología tampoco está en la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas relacionados con Salud (CIE-10), los dos libros  que determinan cuáles son los trastornos psiquiátricos y psicológicos. Pero eso no quiere decir que no exista.

«La medicina psiquiátrica no reconoce todavía adicciones no relacionadas a sustancias, salvo en el caso de la ludopatía. Lo que se establece en este caso es un trastorno hipersexual, llamado ninfomanía en el caso de las mujeres y satiriasis en los hombres, como un  trastorno de la personalidad. Sin embargo, se critica esta descripción principalmente por cómo se define cuánto es mucho, porque eso es relativo, por lo que es difícil de definir sin caer en una especie de encartuchamiento social», explica el psicólogo Sergio Schilling.

Lo que plantea el manual es que hay ciertos aspectos de la sexualidad que no se pueden categorizar y por eso no se puede cuantificar el número o la necesidad de relaciones sexuales necesarias para determinar a alguien como adicto al sexo. Aún así, existen diversos estudios y expertos que plantean que sí se trata de una enfermedad. Un estudio de la Universidad de Cambridge estudió el cerebro y concluyó que esta adicción se ve reflejada de forma muy similar a lo que sucede con los adictos a drogas.

Y es que como en todas las adicciones, el adicto al sexo no está satisfecho y necesita cada vez más y mejores estímulos para calmar su ansiedad y sentir placer, aunque sólo sea momentáneo y pronto se busquen nuevos objetivos para saciarse. «Cada vez que tienes un orgasmo liberas dopamina y hay un circuito de recompensa, pero si todo el rato se está regando este sistema y cuando se repite mucho esa sensación, el circuito se empieza a cortar y ya después no se excita con nada. La mente no relaciona a largo plazo y por eso necesitan cada vez cosas más bizarras», señala Schilling.

Por otra parte, el centro inhibitorio prefontal del cerebro no se activa adecuadamente y por tanto se pierde la capacidad de control. Y si bien en el sexo es común que suceda esto -aunque no tan exagerado- solo en casos con daños concretos por abuso de sustancias por ejemplo, puede hacer que se convierta en adicción.

«Existe el trastorno de adicción que se relaciona con el control de impulsos, pero hay que establecer si existe o no un daño cerebral. Por ejemplo, se ha visto que personas que sufren de derrame se vuelven pedófilos o que algunas lesiones cerebrales puede generar parafilia (interés sexual atípico)», señala el especialista.

«Cuando las personas tienen lesiones en la parte prefrontal u órbita frontal del cerebro y se constatan, se ha descubierto que está asociado con personas que llevan consumiendo muchos años cocaína, por ejemplo, lo que genera psicopatías», agrega.

Sin embargo, eso no implica que ser adicto al sexo sirva como justificación ante casos de abuso o acoso. «En este caso es como una disculpa para que se perdonen sus actos, pero hay que tener cuidado en que hay abuso de poder y hay todo un contexto organizado para lograr lo que querían, hay conductas inteligentes al respecto, aún cuando exista un limitado control de impulso», explica el psicólogo.

¿Pueden ser sancionadas judicialmente?

«Las personas que ante la negativa de algo no pueden controlar impulsos, y que tienen lesiones en la corteza, podrían ser considerada una persona enferma y no delincuente. Eso es lo que están intentando demostrar los defensores de la psicopatía, que en EEUU han realizado una serie de estudios con convictos. Bajo ese contexto serían inimputables», asegura Schilling desde el punto de vista médico. Pero es distinto en el aspecto judicial: «Hoy un psicópata es imputable porque tiene uso de razón, pero a futuro se está intentando demostrar que puede haber deterioro en la parte del cerebro que hace que se actúe de una manera y no de otra forma, que no se puede manejar y está enajenado. Pero eso sería en sólo algunos casos, no en todos».

Las personas que tienen lesiones en esa área del cerebro no sólo no tienen control de impulsos si no que no experimentan miedo, por lo que puede transformarse en un depredador sexual. «La mayoría de las personas que sufre de psicopatía, experimentan emociones discordantes con lo que el otro siente, no logran sentir la emoción del otro: ve a la persona llorar y se excita con el dolor del otro, porque buscan tener un suficiente nivel de euforia para tener erección. Por ejemplo, los adictos al porno no tienen erecciones porque no les produce dopamina ver a una mujer desnuda», sostiene el experto.

Lo que sí está claro es que, por ahora, no hay cura ante el daño cerebral. «Se puede disminuir su libido y violencia, pero no cambia el circuito dañado. Se puede tratar con medicamentos que ayuden a controlar la agitación del paciente para que los hagan menos violentos o castración química, que hace que no tengan el impulso sexual aunque sigan pensando lo mismo, porque su cerebro es así y actúa distinto», señala Schilling.

Eso sí, como parte del debate también hay quienes creen que no debe ser catalogada como adicción. La neurocientífica Nichole Prause ha planteado que todas las otras formas de adicción que han sido estudiadas -como la ludopatía, que al igual que el sexo, no requiere ingestión de sustancias que afecten el cerebro- las personas muestran lo que técnicamente se conoce como «reacción por señales», como cuando las personas adictas a las drogas inyectadas ven la imagen de una jeringa o los ludópatas, que manifiestan una reacción intensificada.

Todo lo contrario ocurre con quienes dicen ser adictas al sexo: las imágenes sexuales, evocan menos respuesta cerebral.

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