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Feminismo en las grandes tiendas: ¿oportunidad de hacer política o comercialización de un movimiento? Fines feministas en las vitrinas

Feminismo en las grandes tiendas: ¿oportunidad de hacer política o comercialización de un movimiento?

Las grandes tiendas han sabido aprovechar distintos movimientos sociales que se han vuelto trending en el mundo. y como el feminismo es por fin un tema mundial, bien han sabido las marcas adherirse a lemas y consignas feministas.


En Chile la forma que tiene la moda para incorporar las consignas de distintos colectivos feministas, ha sido estampar en sus prendas frases como #NiUnaMenos o “detrás de una mujer está ella misma”, “El futuro es femenino”, “Girls just wanna hace fun-damental rights” (“las chicas solo quieren tener derechos fundamentales”, jugando con la famosa canción de Cindy Lauper) o diferentes slogans que intentan la reivindicación de los derechos de las mujeres desde el vitrineo.

Considerando que la forma de vestir es también un acto político, podría reconocerse como obvio que la moda puede -por qué no- ser política y, por tanto, feminista. Sin embargo, es clásica la extrañeza frente a tantos y tantas diseñadoras que han decidido alzar la voz para apoderarse de lemas feministas en sus productos.

Se debe esclarecer que el auge del feminismo como movimiento ha logrado conquistar una hegemonía que va todo el tiempo en crecimiento, hecho que convierte al feminismo en un producto que vende. Si Ripley decidió apostar por lemas feministas es evidente que no se debe a un súbito margen político, sino a que se prevén unas buenas ganancias de ese producto. Ahora bien, una vez que se localiza que la polera feminista no es el compromiso con la igualdad, sino el ánimo de lucro empresarial, cabe preguntarse si las causas de esas poleras determinan por completo sus resultados. ¿Si no hay feminismo en el origen de algo, no existe feminismo en los efectos que produce? ¿Tiene sentido indagar un posible efecto inesperado más allá de las causas que motivaron que esa polera existiera? ¿Saber que el origen es enemigo es suficiente para sepultar una idea de márketing que podría, eventualmente, ayudar al crecimiento de un movimiento?

La opción parecer ser considerar que las causas y los efectos se encuentran perfectamente unidos por un sistema inteligente al que no se le escapa nada, por lo tanto, si una cosa no se ha hecho con fines feministas, no tendrá efectos feministas.

Lo que se construye con las polémicas de este tipo es algo así: si algo puede ser del interés del mercado,  ya sea el feminismo o el universo gay, probaría también su propia invalidez, es decir, si es bueno para el capitalismo no podría ser bueno para un movimiento social. Todo impulso del feminismo o de la diversidad sexual sería, en el fondo, una apariencia o trampa para las organizaciones.

El problema con esta visión, es que nos olvidamos que el mercado no es un ente al que no se le pueda engañar o que siempre esté entrampando a la sociedad, darle esa características también significa una idea en cierto modo conspiranoica acerca del poder que tienen las marcas. Sin embargo, este tipo de mercado en Chile no es un sistema inteligente que previene todos sus pasos, ni mucho menos es un ente coherente y sólido, es un entramado que dispara a distintas direcciones y hoy está atravesando brechas de intereses incluso contradictorios a sus propias políticas y es precisamente en esos espacios y brechas de contradicciones en donde los espacios y oportunidades para hacer política o cambiar los paradigmas se podrían dar más fluídamente, más socialmente estratégico.

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