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El feminismo y la dimensión subjetiva de la política Yo opino

El feminismo y la dimensión subjetiva de la política

Camila Castro
Por : Camila Castro Secretaria ejecutiva del Frente de Estudiantes de Revolución Democrática.
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En los últimos meses vimos la irrupción de un movimiento feminista que se enmarca no solo en una agenda nacional, sino que también en la vivida en los países como España y Argentina. Además, se inscribe en el ciclo de movilizaciones, donde amplias masas de la población han irrumpido como un actor colectivo en Chile, que han impugnado la política de la transición y son muestra de los intereses de las clases subalternas que han sido postergados desde hace varios años ya en nuestro país.

Las demandas concretas estaban enmarcadas en la existencia de espacios seguros, derechos reproductivos y la educación no sexista como formas de atacar una de las causas estructurales de la violencia de género. Sabemos que los cuestionamientos del feminismo son mucho más profundos. En esto podemos destacar algunos elementos determinantes en su potencialidad: (1) hace irrumpir intereses sociales que han sido largamente excluidos, (2) logra cuajar una identidad fuerte y cohesionada que son las mujeres, en parte la disidencia sexual, que permite aunar y proyectar una masa movilizadora de cambios y (3) pone en jaque las políticas previas planteando un cuestionamiento a las formas, el fondo, proponiendo una nueva ética en las prácticas cotidianas e incluso cuestiona la generación del conocimiento.

Si lo llevamos al plano de lo político, el feminismo representa hoy una impugnación al orden existente en diversas esferas y en concreto impugna directamente la herencia de la transición y su componente conservadora que se manifiesta en la democracia restringida.

A pesar de esto, el gobierno no demoró en reaccionar y de mucha mejor forma que su periodo anterior frente al movimiento estudiantil. Esta se caracterizó por tácticas que son una copia de la manera en que la Concertación enfrenta estos problemas. Primero, una coaptación de la demanda del movimiento haciendo suya la “agenda mujer” donde parecen tomar las demandas del movimiento, pero las instalan dentro del neoliberalismo con un enclave de carácter subsidiario y fomentando el rol de la mujer “tradicional” asociado principalmente a la familia: “Cambiar algo, para que en el fondo nada cambie”.

Una segunda parte de esta táctica es generar más interlocutores del movimiento en cuestión (ola feminista en este caso); esto fue relativamente fácil ya que el movimiento feminista de hoy tiene cierta inorganicidad preocupante pero que es en gran parte responsabilidad de las fuerzas de izquierda con vocación social que fueron incapaces de entender y tomar las luchas feministas de forma seria en sus momentos de construcción subterránea. Por eso, con total facilidad el gobierno se instala con caras “pro mujeres”, como Isabel Plá y desde RN logran levantar vocerías disidentes que les pueden hablar de feminismo, al menos a su sector.

Sin embargo, la agenda mujer no acaba ahí. Citamos textual el análisis hecho por Izquierda Autónoma: “segunda agenda, el verdadero pacto social que el gobierno busca constituir ‘desde arriba’. En ella, la protección de la familia se vuelve inmediatamente en una base estratégica para evadir la discusión de los derechos sociales, pues responsabiliza a la unidad familiar de proveer “servicios” de manera privada e individualista, en vez de promover servicios sociales asegurados para toda la población. Es más, al presentar a la familia como principal prestadora de los servicios sociales que debieran ser derechos garantizados por el Estado, se busca convertir en obligaciones privadas las dimensiones de la vida social que deben ser abordadas colectivamente como la educación y los cuidados”.

Nuestra tarea es entonces construir un feminismo convocante, que entienda que lo personal es político, y que debemos socializar el cuidado, donde el Estado tendrá un rol activo.La revolución será feminista o no será…

El feminismo hoy tiene la capacidad de poder conducir y construir un movimiento de masas de las clases subalternas que supere incluso los cuestionamientos del 2011. Dependiendo de su avance, maduración ideológica y organizativa tiene la posibilidad de unificar a sectores excluidos a través de estas identidades que son mucho más transversales que las enfatizada por las izquierdas hasta hoy. Si en el siglo XX fueron los trabajadores como portadores de la producción de la vida y acreedores de protagonizar las revoluciones, hoy en el siglo XXI son las mujeres portadoras de la producción y reproducción de la vida, capaces de autoorganizarse con autonomía política y con capacidades reales de producir quiebres profundos.

Esta posibilidad pasa por abordar un dilema central de la modernización y abordar la dimensión subjetiva de la política. La aspiración por ser sujeto individual y colectivo, la autodeterminación democrática versus una naturalización de los sistemas económicos. El feminismo tiene ese potencial emancipador tremendo, logra retratar y cuestionar nuestras vidas cotidianas, llevando al plano político la subjetividad de historias anónimas. Logra darle rostro y sujeto a la precarización de la vida producto de la modernización neoliberal, que se ve doblemente radicalizada hacia las mujeres y disidencia sexual en nuestro país. Esto le llevará a cabalgar entre la tensión del género como elemento identitario que unifica y la búsqueda de desdibujar los roles estructurales que se le asignan a los sexos. Esa incomodidad no puede llevarnos a replegarnos en teorías perfectas, debe ser la práctica y el diálogo amplio y masivo lo que dirima nuestra política.

Por eso se hace imperante que el feminismo permee nuestro partido y al Frente Amplio, entendiendo al feminismo como una lucha transversal y antineoliberal.

Nuestro partido está viviendo los cuestionamientos impugnadores del feminismo. Esperemos que los enfrentemos con una perspectiva política más que una perspectiva burocrática, propia de los partidos del viejo orden, que del nuevo orden que queremos construir, un orden democrático y dinámico que se permea de las luchas levantadas por los sectores movilizados por el cambio en la población.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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