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El pianista sobre el océano

Es una vergüenza larga, la de los Oscar y Morricone; un oprobio que se arrastra de los 60 y que ya no se va a acabar. Porque el italiano, uno de los mejores compositores de música de películas de todos los tiempos, tiene 71 años y nunca ha ganado un Oscar.


Toda lista tiene, al menos, una omisión ominosa. La de este año, entre los Oscar, es la de Ennio Morricone, quien recibió un Globo de Oro por su último trabajo, la música de La leyenda del pianista sobre el océano, pero ha vuelto ha ser ignorado por la Academia en un acto que ya sólo puede describirse como de mala fe de parte de sus 5.603 votantes.

Es una vergüenza larga, la de los Oscar y Morricone; un oprobio que se arrastra de los 60 y que ya no se va a acabar. Porque el italiano, uno de los mejores compositores de música de películas de todos los tiempos, tiene 71 años y nunca ha ganado un Oscar. Cinco veces lo ha nominado la Academia y cinco lo ha despreciado. Una cifra ridícula para un hombre que ha compuesto la música de más de 400 películas, y algunas de las más célebres melodías animadas de todos los tiempos.

La Academia nominó a Morricone por primera vez en 1978, por Días de gloria, la inquietante película de Terrence Malick donde Richard Gere se hace pasar por el hermano de su novia en una finca texana que termina -era que no- devastada por las plagas, el fuego y los celos. Casi diez años después, nuevamente fue citado a comparecer en la dichosa ceremonia, esta
vez en reconocimiento a la música de Los intocables, un filme dirigido por otro italiano (al menos ítalo-americano), Brian de Palma. De nada sirvió. En 1990, la Academia volvió a ignorarlo, pero la asociación de críticos de Nueva York atinó y le dio su primer Globo de Oro por la música de Pecados de guerra, otra de De Palma, ésta inspirada en un artículo de la revista New Yorker sobre un soldado norteamericano que intenta salvar a una vietnamita condenada a la violación
colectiva y luego, al asesinato. Faltaría muy poco para que la Academia lo decepcionara una vez más, esta vez con la frustrada nominación para la banda sonora de Bugsy, el filme de Barry Levinson sobre Benjamin Siegel, el hombre que «vio» Las Vegas sobre el polvo del desierto de Nevada. Lo más cerca que Morricone estuvo de un Oscar, si alguna vez estuvo cerca de uno, fue en 1986, por la música de La misión.

Nicola Piovani, el italiano que ganó el año pasado el Oscar a la mejor banda sonora por las melifluas melodías de la igualmente meliflua La vida es bella, dijo tan pronto se bajó del escenario de Los Angeles cuánto sentía que el más grande de los maestros de la música italiana nunca hubiera recibido el premio de la Academia. Y ofreció una explicación curiosa. Morricone, dijo Piovani, fue mal comprendido en Norteamérica como siciliano.

Las inescrutables palabras de Piovani no explican, como nadie podría explicarla, esta lamentable ausencia. Que este año se hace especialmente triste, porque la película que le dio su último premio a Morricone, y que lo convertía en un perfecto nominable, es también una historia muy especial. Es La leyenda del pianista sobre el océano, un monólogo de teatro escrito en
1994 por el italiano Alessandro Baricco sobre un músico nacido y criado en la bamboleante cubierta de un trasatlántico y que, convertido en un mito del piano, decide nunca bajar de ahí.

Como Morricone, La leyenda del pianista sobre el océano pasó ante la Academia casi desapercibida, como un reflejo sobre el agua. Dirigida por Guiseppe Tornatore -uno que, siciliano y todo, enloqueció a los Oscar con Cinema paradiso-, la mitad de la película fue filmada en Odessa, el puerto ruso que dio su nombre a uno de los más peculiares barrios de Nueva York. La otra mitad se hizo en Cinecittí . Le cortaron 45 minutos y la estrenaron en Estados Unidos el año pasado, justo a tiempo para la ceremonia anual.

La música de Morricone para esta película ganó el premio de la Academia de cine de Italia, en 1998, y el Globo de Oro un año después. Pero el italiano volvió a faltar en los Oscar que prefirieron, en la categoría mejor banda sonora, nominar a Randy Newman -miembro de una de las más célebres familias norteamericanas dedicadas a la música de película-; el sempiterno John Williams, por la música de la irlandesa Angela’s ashes; Rachel Portman, por Las reglas del juego; Gabriel Jared, por El talentoso Sr. Ripley y el compositor contemporáneo John Corigliano por El violín rojo, un oscuro filme franco-canadiense que en Chile pasó derechito al video club. Contra todos los pronósticos, fue Corigliano -nominado en 1980 por la música de Estados alterados- el ganador. Ni él lo creía la noche del domingo. Porque nadie apostaba por él. Pero la Academia tiene razones que la razón desconoce, y él lo supo esa noche. Hace más de 20 años que Morricone lo aprendió.

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