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Estos son los días

Es realmente digno de notar. Estos días -"cuando mayo estalla sobre ti", como cantaba Natalie Merchant a principios de los 90- se pueden encontrar con asombrosa facilidad al menos cuatro bandas sonoras bastante interesantes. La canción de Merchant forma parte de una de ellas, Vidas al límite, del filme de Martin Scorsese estrenado el jueves. Magnolia, Belleza americana y la inefable Buena Vista Social Club completan la lista.


Hay que revisar cada disco en su mérito. Y apuntar que las películas que los inspiran o inspiraron no están siempre a la altura y, en algunos casos, lo recomendable sería ir al disco directamente, saltándose el paso por la butaca. Es el caso de Buena Vista Social Club. El álbum se puede conseguir por distintas vías hace al menos un par de años, pero el estreno del documental traerá nueva promoción y -mejor aún- nuevas copias a disquerías. Es posible que usted se sienta tentado a adquirirlo. Hágalo. No espere a ver cómo un estadounidense -el guitarrista Ry Cooder- y un alemán -el cineasta Wim Wenders- descubren los encantos de la música cubana en su nombre. La película deja claro que el par está, o demasiado cerca o demasiado lejos, respectivamente, para comprender la tradición sonora habanera sin caer en las fosas de lo pintoresco. La mirada almibarada que terminan perpetrando sobre los veteranos del Club Social isleño carece de toda la nobleza que sí transmite el disco. Si ya tiene la versión original, lo recomendable sería continuar con Introducing.Rubén González, un álbum de la misma serie dedicado sólo al pianista de la banda. Es excelente. Más allá de esas dos piezas, empiece a caminar con cuidado: las discográficas internacionales apachurraron el fenómeno y terminaron mezclando la voz de Compay Segundo -uno de los octogenarios cantantes del grupo- con la de Charles Azanavour. Nada contra el galo, pero el resultado es lamentable.

Otro disco recomendable: Belleza americana. Poco importa si usted vio la película; probablemente lo haya hecho. La música de Thomas Newman tiene la invaluable gracia de pasar casi desapercibida, apenas acentuando ciertas atmósferas muy determinadas. En este caso, un fantasma de sentimientos contenidos que recorre la placa con liviandad sólo comparable a la de aquella famosa bolsa de plástico bailando al viento. Lo de Newman es una mezcla de hermosas proporciones entre instrumentos clásicos y étnicos, que desplegó con soberbia sutileza en el filme que se llevó los Oscar este año y en el que probablemente se lleve algunos el próximo, Erin Brockovich. Un disco irreemplazable a la hora de sentarse a leer.

Probablemente ya haya leído usted algo sobre Aimee Mann, la cantante norteamericana que escribió prácticamente todas las canciones de Magnolia en 1999 y un poco antes.

Mann -que se asoció con el director Paul Thomas Anderson a través de su esposo, el cantante Michale Penn- tiene en la película una voz casi tan importante como la del batallón de actores que aparece en cámara, como queda especialmente claro cuando, en el paroxismo de sus tragedias, los personajes corean al unísono "esto no va a terminar, hasta que te despabiles". Mann acompaña con letras inteligentes y sencillas melodías de inspiración folk, los vaivenes dramáticos de Magnolia, particularmente los de Claudia, la cocainómana que sonríe a la cámara en la escena final del filme. Sólo dos canciones de Supertramp y un instrumental de Jon Brion recuerdan al final del disco que se trata de una banda sonora; las diez canciones anteriores pertenecen a Mann. Y son las mejores que ella haya escrito nunca. Sus dos discos anteriores, Whatever (1993) y I’m with stupid (1995) sólo alcanzan accidentalmente el nivel de estos temas suyos más recientes.

Finalmente, Martin Scorsese. El eligió personalmente las canciones que acompañan Vidas al límite, 56 horas en la vida de Frank Pierce, un enfemero a punto del colapso físico y mental. Es una colección de canciones tan disímil y, en algunos puntos, de tan radical falta de ambición, que es absolutamente necesario ver la película para comprender su selección y disfrutarlas en conjunto. De hecho, como el álbum incluye sólo 12 de la veintena de temas que se deja oír en distintos puntos del filme, su adquisición es absolutamente prescindible. Lo recomendable, me permito sugerir, es poner atención, ya en el cine, a los temas y cómo van acentuando el frenesí generalizado de la proyección. Desfilará bastante punk (especialmente en la voz de los Clash, lo mejor que dejó el 70); canciones del alocado Johnny Thunders; algo de soul, algo de rhythm’n blues; grandes éxitos de Janis Joplin, algunos temas de The Who, un par de canciones de Van Morrison y éxitos radiales ochenteros y noventeros, como "Red red wine", el cover de UB40, y "What’s the frequency Kenneth", de R.E.M. Fuera del contexto paramédico que propone Scorsese, varias de estos temas resultan al menos olvidables. Dentro de él, parecen casi perfectos. Es lo que ocurre con "These are the days", uno de los pocos éxitos que consiguió el grupo norteamericano 10.000 Maniacs, poco antes de que su vocalista Natalie Merchant dejara la banda, en 1993.

"Estos son los días que recordarás / Nunca antes y nunca después, te prometo, el mundo será tan cálido como ahora. Estos son los días que deberías reír hasta quebrarte / Estos son los días que deberías sentir un rayo de luz abriéndose camino a través de tu rostro", entona Merchant. Es una cancioncita sencilla, marchosa, de esas que tocan en la radio de tanto en tanto. Pero suena grande acompañando a Pierce en su desolada carrera. Y en una película que niega la tranquilidad de un final feliz, esa canción ofrece lo más parecido a un momento reconfortante.

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