Berlín vibra bajo el impacto de la Love Parade, la mayor fiesta tecno del planeta, que a pesar de la amenaza de chaparrones podría alcanzar hoy el récord absoluto de los 1,7 millones de cuerpos danzantes en busca del éxtasis.
La generación tecno tomó la capital alemana para abandonarse a la evasión total mientras el cuerpo aguante y mientras la poderosa megafonía de la caravana de medio centenar de camiones expanda su derroche de decibeles.
Adolescentes sobre zapatones de plataforma, vestidas con diminutos tops de peluche, y chicos de reluciente musculatura, armados con metralletas multicolores de agua, ignoraron los nubarrones y se pusieron en movimiento sobre la espléndida Avenida del 17 de Junio.
Militantes del tecno duro, de luto radical, olvidaron las diferencias cromáticas y se lanzaron al besuqueo indiscriminado con muchachitas de atuendos fosforescentes.
En el código de comportamiento de la Love parade 2000 solo hay una regla de oro: la diversión, entre impactos de música electrónica e indumentaria estridentes, y reafirmada a toque de silbato, el complemento indispensable en el uniforme de todo raver.
Esa norma de conducta rige no solo para los seis kilómetros de recorrido del desfile, desde la Puerta de Brandeburgo a la plaza del ex alcalde Ernst Reuter, con el Obelisco de la Victoria como punto neurálgico, sino que retumba por toda la ciudad.
EFE
