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Lennon, el error

Woody Allen dixit: puedes aprender mucho de una sociedad mirando a sus celebridades. Lennon es una celebridad espuria, colada por la ventana de las celebridades. El público que compraba sus discos (y sobre todo el que los compra HOY) jamás habría podido llevarse con Lennon, un hombre de carácter desagradable, tan convencido de la grandeza de su tarea como para atropellar a buena parte de quienes lo rodeaban en la consecución de aquella.


Un hombre con un humor atroz, que jamás habría aceptado la estampita dulce de «Imagine» y que si hoy viviera sería probablemente un sujeto tan intratable como Charly García; y nunca, jamás, el hombre decente y bien portado (y no por ello menos genial) que es Paul McCartney.



Este 8 de diciembre fue algo así como el día mundial de John Lennon. Un día mundial profundamente equivocado porque, como dijo su viuda Yoko Ono, una mujer que ha ido ganando estatura moral con los años (y con la desatanización de su esposo fallecido), Lennon nunca habría querido ser recordado el día de la muerte.



Pero es ese el día que se lo recuerda. Pocos supieron de su aniversario de nacimiento, acaecido el 9 de octubre porque, entre otras cosas, era difícil insertarlo dentro de la maquinaria de marketing de One, ese disco de grandes éxitos que se ha convertido en la imagen misma del auditor cómodo, cuasi reaccionario, aquel que quisiera que todo, todo fuera siempre igual; postura que no deja de ser sorprendente considerando lo mal que, en general, están las cosas.



Lennon es recordado el día de su muerte porque morirse fue el único de sus actos que podría ser bien comprendido por la sociedad en la que nos movemos. Morirse e «Imagine», que es suficientemente clara, absurdamente clara en su mensaje. Las masas adoran la muerte porque la muerte es golpeadora, sobreviene con el espanto de lo inesperado y es la única instancia en la que los hombres vuelven a ser iguales. Así que Lennon es recordado el día de su muerte.



Y cómo es recordado. Más que nunca este año, cuando las ventas de One superan las ventas históricas de cualquier otro disco, y comprueban que, a 30 años de disueltos los Beatles, el gusto popular, el gran gusto, todavía no encuentra otro formato que lo llene tanto. La muerte de Lennon se hace más grande cada año, porque las ventas de los Beatles son cada vez mayores. Anthology 1, Anthology 2, The Beatles at the BBC, One: cada uno de esos discos y sus correspondientes ediciones navideñas se han llevado sagradamente la mejor tajada del mercado. Fenómenos de popularidad ha habido siempre, claro. Michael Jackson, Spice Girls pero ¿quién los recordará cuando estén muertos?



Sólo Lennon permanece congelado en el minuto aciago de su muerte, que borró la larga trayectoria de un hombre genial y complejo, y para muchos de quienes lo rodeaban, francamente desagradable, como suelen ser los genios. A la sombra de los sentidos obituarios y las biografías, ha sido Ono quien ha dado la palabra más sensata: repudio a la circulación de armas. Porque Lennon, además de un gran músico, además de una figura insoslayable, además de un poeta y un activista, fue la víctima de un loco. Y de la sociedad que, en nombre de la legítima defensa, el temor a la delincuencia u otra cosa, deja que esas armas circulen en ella.

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