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Tango indeleble

Adriana Varela le sacó las lentejuelas al tango. Puso el corazón en la garganta en una presentación que superó con creces las expectativas de los mil espectadores que le gritaban "¡Diosa!" y se rendían mudos ante el vibrato sufriente de su tango.


No por casualidad la llaman Muñeca Brava, canción que interpretó con mirada soberbia, ojos negros delineados y corpiño rojo pasión. Pero recordemos el orden en que las canciones de ayer llenaron el hoy. Una hora y media en que la cantante deslumbró acompañada por cuatro músicos fuera de serie. Walter Castro, en bandoneón; el maestro Fernando Otero en piano; Marcelo Torres, el virtuoso bajo eléctrico; y la característica flauta traversa de Bernardo Baraj. Comenzó con "Anclao en París", siguió con "Así se baila", "Corrientes y Esmeralda" de Celedonio Flores, "Afiche", "Alma de loca". Sólo se detuvo un instante para disfrutar los aplausos calurosos, para alentar a un público algo remilgado. Sólo unos cuantos se atrevieron a corear las canciones, imbuidos un resto por la presencia acaparadora de Adriana.



La Varela, debieran llamarla, porque esta mujer canta con la desidia de los hombres de barrio. Anuncia "Ventarrón". Los aplausos no se hacen esperar, la gente sufre una euforia extraña, pero permanecen inmutables en sus asientos.



Ahora, dice Adriana, una pausa. Deja a los maestros en dos instrumentales dignos de Teatro Municipal: "Michelangelo 70" y "Quejas de bandoneón", de Astor Piazolla.



Ella vuelve sin cambios, sigue como una herida sangrante interpretando en honor a Homero Manzi "Fruta amarga". Y luego una sorpresa, "este tema lo estamos tocando por primera vez aquí en Santiago de Chile". Ni siquiera Buenos Aires tuvo el privilegio y nerviosismo del estreno "De la canilla", de Jaime Ross y Raúl Castro. Cantó, luego, "Pa’ lo que te va a durar" (otra de Celedonio). Con la misma profundidad y concentración empalmó "Maquillaje", una de sus canciones más conocidas. Otro clímax para un público que amó en silencio.



La emoción fue cumbre en los primeros versos de "Muñeca Brava", el primer tango que cantó en su carrera. La gente comenzó a corear con timidez. "Ayúdenme a sufrir", pedía Adriana. Para que ellos sacaran su voz Adriana regaló "Muchacho", pero así y todo el coro estaba perdido en la mirada de la cantante y no pudo mantener el pulso.



Pero Adriana se despedía y el público pedía el bis con más ganas que expresión. Entonces, volvió al escenario para crear la atmósfera especial que requería "Garganta con arena", el homenaje al "Polaco" Goyeneche. Los coros se sintieron en "Malena", sobraba la emoción.



Ahora, la nueva despedida era inaceptable. A medio camino de la salida, la gente no apagó sus vítores. Volvió majestuosa al escenario con "Toda mi vida" y "Como dos extraños".



Pero no fue suficiente, y el grito de "Los Mareados" se sintió más fuerte que el de "Naranjo en flor". El público calló para escucharla rara… como encendida. Adriana Varela se llevó mil corazones chilenos para adornar un recuerdo que será, para ella y para el público, difícil borrar. Su voz marcó la noche de Santiago cual tinta indeleble.



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