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El mundo al revés: Inti Illimani sin Salinas y Los Tres sin Henríquez

Asistir a un concierto de Inti Illimani es una bendición musical. Más allá que las entradas en el Teatro Oriente lleguen a los doce mil pesos, el espectáculo está asegurado. El sábado recién pasado las cosas eran un poco más serias.


Horacio Salinas, director artístico del conjunto, dejaba a los Intis por diferencias musicales irreconciliables y que tienen que ver con que él no quiere perder el ímpetu por la composición, el estudio, el riesgo. Lo hizo a sabiendas que Inti Illimani puede cantar sus clásicos toda la vida, opción aparentemente mayoritaria en los miembros históricos de la agrupación.



Las acreditaciones y llamados desesperados de la prensa (www.inti-illimani.cl) hicieron que este concierto fuera más que uno cualquiera. Los nervios eran notorios en el foyer del teatro y hasta la entrada era incierta a la media hora de concierto.



Fue un desesperado fan el que rompió el hielo y gritó algo así como «¡no te vayas nunca Horacio!» e hizo que Jorge Coulon, el vocero en escenario, divagara en una de las presentaciones.



Salinas esperaba el inicio de la próxima canción sentado de espaldas al público. Esa tensión, parecida al dolor, llegaba a todos los presentes que conocían este vericueto que mezcla la amistad con el arte.



El concierto, desde ahí, estuvo impecable, los músicos se concentraron e hicieron lo suyo: Cantillana, el Liam Gallagher del grupo, cantando con las manos atrás, cuando no con el violín; Marcelo Coulon y Horacio Durán sobrios, quitados de bulla; Jorge Coulon impertérrito en su impresionante grave voz; José Seves y su insobornable pasión; Efrén Viera comunicativo, divertido con el público; Fernando Julio, bajo invitado estable seguía los compases en relajada concentración; y Salinas atento, dirigiendo, tocando cada vez mejor una guitarra que destaca entre tanto instrumento.



Es la familia Illimani (que invitó a escena a los ex Max Berrú y Pedro Villagra), es la composición latinoamericana llevada a una propuesta sin fallas.Fue un show de dos horas y media probado como para verlo en cualquier parte del mundo.



Salinas no aguanta la presión y recibe un arreglo floral, interpreta un solo de guitarra y se va. El público lo ovaciona de pie, la gente pide otra, él deja el arreglo floral junto a muchos otros guardados detrás de las cortinas. El show ha terminado -por ahora- y uno queda con la sensación de haber visto algo importante por última vez.



Luego, Horacio Salinas recibe cariños, se queja de su operación reciente a la vesícula, ríe nervioso y se abraza con su familia que lo espera y admira. El resto de los Intis se cambia ropa, da vueltas por ahí, saludan y cuentan que el jueves se suben de
nuevo a un avión para iniciar una gira por Estados Unidos



Los Tres Menos Uno



Esto era lo que dijo la prensa y lo que se comentaba en el bar La Trova al llegar. Un lleno total (a $5.000 la entrada) para asistir a la junta de Angel Parra, Titae Lindl y Pancho Molina, los tres menos uno, decían algunos con cargada ironía. Pero
Álvaro Henríquez, el ausente Tres, el líder, estaba ya en otra, hace meses trabajando y tocando duro (como cuando era chico) con su nuevo grupo, Los Petinellis.



A las doce de la noche, variadas piezas de jazz standard llenaban de notas y humo el local de calle Merced, frente al parque Forestal. Los célebres tres músicos dieron rienda suelta a la improvisación, a la entrega escénica, mientras la gente palmoteaba como si fuera «Hojas de té». Había cierta morbosidad
ambiental -¿existirá algo como aquello?-, pero rápidamente esto fue acallado por la guitarra de Parra, ágil, vigorosa, tal vez exagerada; la soltura de Titae, que toca con cara de comprometido a decir basta; y Molina pegándole a los tambores con escueta delicadeza.



Alguien decía que cada vez que Henríquez iba al baño en un ensayo de Los Tres, volvía, y sus amigos estaban tocando jazz, el estilo que siempre ha unido a estos tres músicos y que, si bien nunca los alejó del rock, los hizo tener una especie de segunda vida, de allí la existencia del Angel Parra Trío, por ejemplo, o de Pancho Molina y los Titulares, testimonios de un gusto musical. El compositor y vocalista, en cambio, disfrutó siempre con su veta más rockera, popular, diversa.



La Trova aplaudió los sones más rockeros de las tres de la mañana; en la segunda parte del show, Parra-Lindl-Molina soltaron sus riendas y demostraron por qué son buenos músicos y sus vidas se confunden en los titulares de los diarios, lo que por suerte no deja de ser más que un mero problema periodístico.


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