Publicidad

Oscarito Valdés llegó a cooperar con Jorge Campos

Luego de inumerables visicitudes el bajista criollo Jorge Campos lanzará Araukania, el disco que grabó en La Habana junto músicos caribeños de Irakere. Y precisamente uno ellos, Oscarito Valdés, será el invitado a tomar posición en la batería del quinteto involucrado en el recital de partida.


Hace un buen tiempo que el alto bajista Jorge Campos partió Cuba a buscar de ese especial color que extraen algunos músicos, como Oscarito Valdés a los instrumentos. Ahora, Oscarito está en Chile, vino a hacer lo suyo en la batería para el concierto de lanzamiento Araukania, el disco grabado en La Habana.




Oscarito es uno de los potentes músicos que de Irakere pasó a Afrocuba, acompañó a Silvio Rodríguez, trabajó con Isaac Delgado y ha girado por Europa, Estados Unidos y Japón, donde acaba de inaugurar un club de jazz.



Este portentoso cubano se unió al grupo de locos sureños liderados por el chileno -auspiciado por la Warwick -, al que se le ocurrió la idea de cambiar las armonías de las canciones de Violeta Parra y Víctor Jara, eliminar el texto e introducir partes para solear; en una acción bastante hereje de acuerdo al riguroso proceder de la creación criolla.



Grabó Araukania, que aunque pudo ser un desastre, no lo fue. El registro llegó a buen puerto y da cuenta de un peculiar feeling, feedback y swing, que son como la sal, azúcar y canela de una operación musical.



Luego pocos días en el estudio de Pablo Milanés partieron a Santiago con el master bien guardado, ese que registró nuevas posibilidades para: Ni chicha ni limoná, Gracias a la vida, Nguillatún, Luchín, Volver a los 17, El cigarrito, El aparecido, La jardinera y Casamiento de negros.



La tropa involucrada en la acción tuvo a Campos en la cabeza, Jaime Vázquez en flauta y saxo, Oscarito Valdés en percusión, Giorgio Varas en percusión y Rolando Luna en piano.



Y aunque la gestación y la espera de la edición resultaron un tanto extensas al fin el dichoso quinteto lanzará el cedé, en una actuación en vivo en Temuco y Santiago en la Sala Estudio Master, el jueves 22 de noviembre, a las 20:30 horas (Miguel Claro 509); y en el Teatro Municipal de Temuco, el día 28 de este mes.



«Araukania fue un proyecto arriesgado. Me gusta arriesgar. Esto es una de esas cosas que sabes como empiezan pero no tienes idea de cómo va a terminar», dijo Oscarito Valdés.



La llegada de este disco marca un hito en la ruta que se trazó Campos, y que seguirá con más registros, como uno con Alex de Grassi y otros que esperan el día propicio para darse a conocer. Es que él sueña alto y no piensa detenerse ni por falta de presupuesto ni por nada; seguirá compartiendo con músicos de nivel mundial, posiblemente porque es parte de ese elenco, como también lo es Oscarito Valdés, el hijo de Oscar Valdés (percusionista). Ambos sintonizaron en la frecuencia creadora experimental que combina algo del jazz con elementos de raíz latinoamericana y colores instrumentales prodigiosos.



«Siempre hay algo en común con los sureños, en los elementos rítmicos o conceptuales. La definición es tan íntima. Es algo que se crea y no puedes describirlo. Es la magia de la música y aunque estamos lejos hay algo en común», agregó Valdés.



«El jazz latino es un modo de expresión donde cada etnia y cada país tienen que entregar lo propio. No es un estilo que se encasille en algo, como el jazz. Esa esencia fue creando su estilo y se vino a convertir en esta forma latina. Ahí cada país tomó sus propios elementos y lo que surge es un estilo de jazz con elementos de la música de ustedes», dijo el isleño.




Oscar y Oscarito



Valdés es el miembro activo de la corriente sonora heredera del movimiento que surge en Cuba durante los años 50, cuando se desarrollaron las big band y comenzaron a desplegarse las armonías del jazz. Esta vertiente en los años 70 al 78 sufrió una transformación y comenzó a integrar elementos cada vez más latinos, de la raíz afro de la isla.



Un hito fue cuando en el año 1973 Chucho Valdés formó el Grupo Irakere. Así el jazz cubano tuvo durante más de dos décadas a una agrupación de lujo, compuesta en distintas épocas por estrellas de sus respectivos instrumentos.



En la nómina inicial, además del gordo Carlos Emilio, Enrique Plá, Sandoval y Paquito, Chucho incluiría a otros valiosos, entre ellos el bajista Carlos del Puerto y el percusionista Oscar Valdés. Pero el grupo ha constituido una escuela. Hoy día no sería fácil confeccionar una lista de la cantidad de magníficos que han pertenecido a Irakere, desde los saxofonistas Carlos Averhof y César López hasta los flautistas José Luis Cortés y Orlando Valle (maracas) o el baterista Oscarito Valdés. Este grupo con su sonido poderoso paseó el jazz cubano por los más exigentes escenarios del jazz mundial.



La fiesta siguió en los años 80 y 90 con más y más transformaciones sonoras producto de las inquietudes de músicos que indagaba e indagaba en distintos sentidos.



«Irakere fue clave en esa época en desarrollar esos sentidos, pero ya no es el de aquella época. Más adelante algunos músicos tuvieron inquietudes distintas y el grupo de brass de Irakere pasó a formar NG La Banda, una nueva agrupación muy a parecida a la raigal. En todos ellos se ve que la concepción de lo afro los determinaba», explicó el baterista.



Se comenta que la salida de Oscar Valdés, padre de Oscarito Valdés sepultó a Irakere. Luego los dos Valdés se unieron en Diákara y después en Afrocuba, esta agrupación en que se quedó Oscar pero no Oscarito Valdés.



«La influencia afro en Cuba es muy grande. En Cuba se perdió el aporte indio. Y sobre la base de ese desarrollo afro empezó el rescate y la conservación, que se hizo tan fuerte que logró imponerse por sobre todo lo que pudiera quedar», precisó el instrumentista.




Campos



En la actualidad Valdés trabaja en un trío y a pesar de su apretada agenda aceptó la oferta de cruzar su destino con un grupo de chilenos empecinados con la música instrumental americana, que incluyen desde la presencia de la raíz indígena, el color de la raíz afro y la amplitud del dialecto del jazz, cobijadas en un solo hecho: la música de Jorge Campos.



«Araukania es un intento de tomar temas de Violeta Parra y Víctor Jara. Elegimos los temas que pensamos que podrían tener mayor desarrollo musical y en general, no aparecen sólo como citas, sino que están más elaborados. Tomamos melodías y las rearmonizamos para que quedaran espacios para solos», precisó Campos.



– ¿Eso quiere decir traducirlo al lenguaje del jazz?
– Sí, pero el concepto de jazz es un poco limitante para explicar lo hacemos, si bien es cierto que hacemos jazz prefiero decir que es música latinoamericana como propuesta con un desarrollo más instrumental, donde es posible combinar musicalidades.



– ¿Por qué fuiste a buscar otros colores tan lejos, a Cuba?
– La mezcla de las dos cosas es una apuesta, es un concepto. Un baterista como Oscarito Valdés puede sacar una timbrística, en el ámbito de percusión, diferente a la que puede hacer un chileno y lo que hizo el pianista en la rearmonización era un poco lo mismo. El resultado fue positivo, interesante, entretenido.



– ¿Estás contento con este trabajo?
– Sí, de todas maneras. Pa’ ser bien honesto, yo no me considero jazzista. El jazz es como ghetto, sobre todo en Chile. Ese es un error de los jazzistas chilenos. Un buen músico, estilísticamente, puede trabajar en jazz, en lo popular o en música clásica.




– ¿Ese es tú caso?
– Por una cuestión de formación académica no tengo problemas para abordar distintos estilos y, además, por el instrumento que toco es más fácil para mí incursionar en diferentes áreas. En el jazz los músicos acá no salen del walking. Pero si piensas en la concepción de los grandes maestros del jazz como Miles, Gillespie, Coleman, siempre dijeron que el jazz no era algo estándar, y precisamente lo que más se hace en Chile son estándares. Yo no estoy de acuerdo con eso. El jazz es un movimiento que tiene que ir cambiando y esta combinación que nosotros hicimos es probar una mezcla de culturas.



– ¿Crees que hay un desarrollo de la Nueva Canción Chilena en lo que hacen algunos interpretes como tú y otros adeptos a la fusión latinoamericana o las experiencias próximas al jazz?
– Sí, hay una continuidad. Si revisas los últimos discos de la Nueva Canción Chilena, todos los compositores, incluyendo el mismo Víctor, estaban interactuando con músicos experimentales, había cantatas en las que trabajaron con la música clásica desde el folclor, hubo grupos que combinaron elementos, como Congreso, Los Jaivas, Amerindio, Congregación, Los Blops. A nosotros nos tocó continuar esa tradición de búsqueda, musicalidad y folclore.



– Quizá nadie esperaba que está búsqueda continuara en el jazz.
– Sí, bueno, a la generación de nosotros le ha tocado este rollo del instrumentista. Lo que el oficio te manda es la búsqueda del desarrollo del instrumento y el jazz es sin duda el sitio en el que más fácilmente puedes desembocar y concretar proyectos musicales, porque más allá de un concepto puedes juntarte en cualquier parte del mundo y en cuatro o cinco días logras concretar un trabajo, en base al conocimiento del músico con el que estás trabajando.



– ¿Este proyecto sigue?
– La idea que tengo de haber trabajado con Araukania es seguir haciéndolo en el sello El Templo Rekords y uno de los proyectos es grabar con Alex de Grassi, Pedro Villagra, Carlos Basilio y algunos otros músicos. Vamos a otras cosas también.



_________________________



Artículo relacionado:



Un toque de irreverencia nace entre cubanos y chilenos (16 de agosto de 2001)

Publicidad

Tendencias