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Barcelona se convierte en la capital mundial del techno

La ciudad condal es durante tres días la capital planetaria de ese estilo, del house, el trance y las demás "músicas avanzadas". El Sónar 2002 reúne a los mejores DJs y compositores mundiales de los sonidos más modernos en un entorno de iglesias y palacios medievales. Lo más in está allí y ahora.


El Sónar, o lo que es lo mismo, el Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia, llega este año a su novena edición con el propósito de superar los 80 mil visitantes que el año pasado gozaron de la música más futurista del momento.



Este fin de semana, el popular barrio del Raval es testigo de actuaciones estelares de unos Pet Shop Boys autoreinventados por quincuagésima vez, el rey del hedonist house, Mathew Herbert, los clásicos Yo La Tengo y DJs bastante más famosos que los autores de los discos que pinchan, como Carl Cox, el local Oscar Mulero, John Acquaviva, Jeff Mills o Laurent Garnier.



En los últimos días la ciudad condal ha visto llegar a miles de fans de Europa, Estados Unidos y de Sudamérica (con un pequeño contingente de cuico-alternativos chilenos) quienes junto a peinados, tatuajes y vestidos imposibles comparten su pasión por los ritmos electrónicos y cadencias lisérgicas que podrán degustar en cinco escenarios tan sugerentes como una capilla del siglo XV.



Los organizadores han optado por Diego Armando Maradona para publicitar el evento. Un guiño de los creadores de este certamen a los miles de adolescentes y no tan jóvenes que pasarán casi 72 horas intentando batir su propia marca de resistencia carretera.



El cómo lo hagan queda en sus conciencias, aunque llama la atención el acopio de botellines de agua mineral que han hecho algunos de los asistentes, especialmente los adictos al Sonarpub, macro chill-out para disfrutar lo mejor del trip-hop y el house más experimental.



Pet Shop Boys, menos electrónicos



Desde el paleotechno de Tuxedomoon hasta el novísimo The mecanics of destruction, último LP de RadioBoy (alter ego de Mathew Herbert), el Sónar asegura una visión general del panorama musical avanzado. Nada más y nada menos que 77 conciertos y 84 sets donde los DJs más reputados harán moverse a miles de sus seguidores.



Uno de los platos fuertes del festival, aparte del clásico Cox, es el de Jeff Mills, la muñeca con el scratch más rápido del mundo. También destaca Richie Hawtin y su infalible oferta sensorround.



Sin embargo, la actuación más esperada fue la de Pet Shop Boys. Los británicos presentaron su último trabajo, Release, paradójicamente el menos electrónico y más acústico en mucho tiempo.



Durante los primeros días, entre 5 mil y 7 mil personas se congregaron para asistir a las presentaciones, sobre todo de noche.



Junto al espectáculo netamente musical se realizan varios conciertos audiovisuales en que la imagen juega un papel tan o más importante que el sonido a cargo de VJs de primera fila.



El Sónar ha ampliado este año las actividades diurnas, que comienzan al mediodía y se prolongan hasta las diez de la noche, para dar paso, una hora más tarde, al Sónar de noche, auténtico rey de la fiesta. Los precios de los boletos oscilan entre el equivalente a mil 500 pesos el más sencillo, hasta 47 mil pesos para un abono con acceso ilimitado diurno y nocturno a todas las instalaciones. Un servicio especial de buses transporta sin límetes a los asistentes de un local a otro.



Para quienes quieran seguir la fiesta en casa, una feria discográfica con representación de compañías de 28 países asegura poder llenar el maletín de los mejores plásticos.



El Sónar tampoco se olvida esta vez de los más intelectuales y acoge una serie de conferencias y debates sobre arquitectura, cine, arte contemporáneo y creación digital multimedial.



Prueba del éxito del Sónar es su proyección internacional. A modo de premier, en mayo se realizaron presentaciones previas en el Royal Festival Hall de Londres y en Lisboa. Convertido en una Babel musical futurista, el corazón de la Barcelona gótica es testigo de que el bit musicado "no tiene nacionalidad" tal como asegura el guitarrista norteamericano de nacimiento y brasileño de adopción Arto Lindsay.

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