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Los Pettinellis: La música está por escribirse

Mezclando con pulcritud una buena cantidad de estilos y sonoridades, Álvaro Henríquez regresa a la escena musical con una estética sesentera, nuevos "amiguitos" en los instrumentos y un disco.


Después del bullado fin de Los Tres Alvaro Henríquez está de vuelta. Con apuesta nueva que pareciera querer rescatar lo mejor de nuestras raíces, una estética sesentera y nuevos "amiguitos" en los instrumentos, quien fuera mentor y líder de la disuelta banda penquista, Álvaro Henríquez, regresa a los escenarios con un disco que mezcla los más diversos estilos criollos rozando algo del rock por el que se movió durante diez años con su anterior agrupación.



Los Pettinellis, que toman el nombre del segundo apellido de Henríquez, buscan tras el debut de su disco homónimo -que será lanzado al mercado hoy- mostrar un sonido puramente chileno girando en las 13 canciones que componen la placa por cuecas electrizantes y algo del emblemático sonido de Los Ángeles Negros mezclados todos con crudos sonidos de teclado, batería y bajo.



La elección de la estética que se vislumbra en la carátula del álbum clarifica el mensaje que ellos recogen de lo mejor en materia de tendencias musicales de los sesenta y setenta: Quilapayún y The Beatles. Esto describe la forma de erigirse en herederos de las mejores corrientes musicales de esas décadas que han influenciado a toda una generación, de la cual Pettinellis es parte y que en este debut intentan reflejar con pulcritud.



El grupo, que nació hace casi dos años, hace su debut en la escena musical con el single Hospital, que durante las últimas semanas ya lidera las posiciones de los principales rankings radiales de Chile, marcando claramente la tendencia del camino a recorrer a lo largo del álbum: El constante homenaje a los timbres musicales de hace más de 30 años, con la reiterada y virtuosa forma de usar el órgano Hammond y el teclado Farfisa, verdaderos íconos tímbricos del rock de los ’60 y ’70.



La banda compuesta por Camilo Salinas, teclados; Nicolás Torres, batería; Pedro Araneda, bajo, y el mismo Henríquez en voz y guitarra, muestran a una agrupación que intenta rescatar raíces y emparentarse con el ciudadano común, con el vulgo, con aquellos que puedan sentirse reflejados tantos en sus letras como en las melodías.



Más optimismo



Es por ello que de las líricas de carácter hermético que reflejaron todo el proceso creativo de Henríquez junto a Los Tres, queda muy poco. Hoy, esas letras ácidas y oscuras de sus antiguas composiciones dieron paso a escrituras claras y precisas que rayan en lo poético. Si bien en esta placa abundan las líricas relativas a la pérdida y el duelo, la mirada es bastante más optimista que otrora y denota en parte los procesos que debe haber vivido el líder de la banda, por ejemplo, tras el nacimiento de su primer hijo con su pareja, la actriz Mariana Loyola.

Sonido híbridos y que intentan modernizar melodías de antaño se encuentran en este álbum homónimo. En él se rescatan cuecas y tonadas tan originarias de nuestro país que son modernizadas con una instrumentalización más contemporánea como el caso de Ch bah puta la güea" que suena sugerentemente tecno. Y así como también se refleja la influencia de bandas de culto del rock como The Beatles y Rolling Stone, esta agrupación no obvia el bolero, la balada romántica, el vals y la ranchera, por mencionar algunos.



De alguna manera, este cuarteto expresa en este disco lo que existe en el inconsciente colectivo de la actual generación: un lenguaje musical que también cautivó a nuestros padres y que hoy ya es parte de nuestra historia. A fin de cuentas, con Los Pettinellis aún no hay nada dicho. La música está por escribirse y revolverse en un crisol de sonoridades conocidas y por conocer.



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