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Festival de Viña: La ingratitud fue con Kool & The Gang

A los gringos los tiraron para la cola y los cortaron para la televisión cuando aún les faltaban veinte minutos de presentación. Así terminó una jornada inaugural en la que destacó el «sólido» discurso pacifista del líder de Mana y la patética participación del número de varieté Bam Percussion. Pero no fue todo malo: la cantante brasileña Kelly Key no se presentó por problemas de vuelo.


Un festival donde todos participan» o «el Festival es tuyo y mío». Con esas palabras, Antonio Vodanovic intentó burdamente demostrar que las críticas por la falta de interacción con el público en la versión anterior del evento viñamarino habían sido tomadas. No obstante, una cosa es reconocer los errores y enmendarlos, y otra muy distinta es asumir las críticas tan en serio que terminan desvirtuándose.



Y si la cámara de video en mano que el animador llevó consigo mientras serpenteaba entre el público desde la platea para subir al escenario reafirman lo anterior, los espejos instalados en el escenario fueron como musho. Es más, no fueron pocos los que se preguntaban si la escenografía había sido propuesta por alguien demasiado asiduo a moteles o qué. Porque, como quiera verse, las ansias por integrar el monstruo al espectáculo fue demasiado obvia (¿habrá sido parte también de la asesoría comunicacional de Tironi y Asociados?).



Vamos mejor a lo que convoca a tantos miles de adolescentes y adultos que quieren seguir siéndolo. La XLIV edición del Festival comenzó con los acordes del clásico «We will rock you» de Queen, acompañados por un grupo de tambores que desde la galería y los costados de platea seguían el contagioso ritmo. Acto seguido, aparecieron en el escenario bailarines y trapecistas en una extraña mixtura de danzas y trajes afro-étnico-tecno que sorprendieron -¿o confundieron?- al respetable. Cinco precisos minutos y sería.



Maná y su declaración de principios



Luego de la presentación de rigor de los animadores, donde Myriam Hernández lucía un vestido de John Galliano que vale la friolera de 10 millones de pesos, irrumpió en la Quinta Vergara el conjunto mexicano Maná.



«Justicia, tierra y libertad» fue el primer tema que interpretaron los oriundos de Guadalajara, mientras en la pantalla gigante del escenario se sucedían imágenes de Pancho Villa, Bob Marley, John Lennon, Martin Luther King y el mismísimo Jesucristo (¿aló?), causando serias muestras de admiración por los seguidores y gracia, por no decir risa, por parte del resto.



No cabe duda que quienes fueron anoche a la Quinta iban a ver a Maná. Aún cuando no están en su mejor momento -si se puede decir algo así- la nominación al Grammy y el disco de platino obtenido recientemente en nuestro país por «Revolución de Amor», su última placa, lograron entusiasmar al cada vez más manso monstruo festivalero.



Con metáforas notables del tipo «eres mi pan de cada día» o «soy ratón de tu ratonera», las melosas melodías del grupo azteca tuvieron un alto cuando en medio de su presentación un grupo de activistas del Greenpeace sacaron un lienzo desde la galucha con la consigna «No a la guerra del petróleo». Fher, el vocalista, no se hizo el desentendido y sacó a relucir toda su batería antibélica: «Latinoamérica no quiere guerra. Somos un continente amigable, pacífico. La potencias del mundo tienen que resolver los conflictos platicando», arengó, siendo retribuido con tibios aplausos de complicidad por parte del público.



El conjunto basó su repertorio en los éxitos de su carrera y no en su última producción, alcanzado a interpretar diez temas. La carraspeada voz de Fher sedujo no sólo a las féminas, puesto que un fanático se subió al escenario en busca de las firmas de sus ídolos, pero su empresa quedó truncada por la no tan rápida intervención de los guardias quienes lo persiguieron por largos segundos, haciendo de este episodio quizás lo más interesante durante la actuación de la plana agrupación.



Obviamente, se llevaron la antorcha. Y antes de retirarse, desplegaron las banderas de México y Chile, unidas en el centro por el símbolo de la paz, a lo que le siguieron más frases políticamente correctas y que motivaron a Antonio Vodanovic a referirse a ellos como «un grupo con una clara conciencia social». Será.



La desconsideración hacia los memorables Kool & The Gang



Estos gringos son una clara muestra de que cuando hay calidad, el tiempo es una anécdota. Es cierto, están muy lejos de estar en la cúspide que alcanzaron hacia fines de los ’70 y principio de los ’80, pero sus canciones ya son parte de la historia de la música y de ahí nadie los saca.



Con más de 70 millones de discos vendidos, Kool & The Gang son una institución. Sí, institución, porque el nombre del grupo ha permanecido, pero los integrantes han cambiado. No todos, pero sí su emblemático vocalista, James J.T. Taylor, quien fue reemplazado por Shawn Macquiller y que ayer hizo olvidarlo por su gran entrega y mejor interpretación.



Con una mezcla de funk, jazz y Rythm & Blues, los teclados, trompetas, trombones y bajos estos dinosaurios de la onda disco lograron entusiasmar a un público que los recibió con escepticismo, pero que poco a poco fue captando y descubriendo qué músicos estaban escuchando.



Las soberbias «Jungle Boggie», «Ladies Night» y «Get down on it» no bastaron para alcanzar lo que hubiera sido una merecidísima antorcha. Y si fuera poco, la transmisión televisiva los cortó y los telespectadores no pudieron ver el cierre de los Kool & The Gang que se despidieron con la ya clásica «Celebration». Una ingratitud imperdonable para unos músicos que demostraron un gran despliegue que incluyó bailes, camisas brillantes, mucho ritmo y que aportaron la calidad que no estuvo en el resto de la fría noche inaugural.



El relleno de siempre y otras joyitas



Como estrategia, los organizadores del Festival no han hallado nada mejor para apaciguar los gritos incontrolables de los fanáticos que quieren seguir escuchando a sus artistas regalones que colocar los siempre cuestionados números de <i<varieté. En algunas contadas excepciones han resultado, ayer no fue el caso.



Para anoche estaba presupuestado que después de Maná y los avisos comerciales se subiría al escenario de la Quinta Vergara la cantante brasilera Kelly Key. El honor de esta chica de apenas 19 años lo había alcanzado con sólo dos singles: «Baba» y «Cachorrito». Pero Key, que además es parte del jurado internacional, no alcanzó a llegar a Chile por un problema de conexión de vuelos, por lo que fue suplida por Bam Percussion, un grupo de percusionistas canadienses.



¿Resultado? Un fracaso rotundo, ya que, curiosamente, la falta de ritmo y gracia de estos tres norteamericanos no sólo aburrió al monstruo, sino que su participación, que contemplaba 15 minutos, alcanzó sólo para la mitad. Y menos mal, porque de haber seguido, las pifias se hubieran escuchado en Canadá. Las cabezas del Festival, sanamente, optaron por no transformar este relleno en un bochorno de proporciones.



Otro hecho poco agradable fue el que vivió Diego Torres, pues un integrante de su staff sufrió el robo de mil 500 dólares causando la natural molestia del cantante argentino quien las emprendió contra los organizadores por la falta de medidas de seguridad.



Por último, y si a alguien le interesa, ayer se presentaron tres canciones de la competencia folclórica y cinco de la internacional, siendo la de Chile una de ellas. Entre las participantes sobresalió la de Italia, E Passa il Tempo, compuesta e interpretada por Sandro Giacobbe, canción que de seguro estará entre las finalistas. ¿Y qué?



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