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Crónicas cínicas XXXII

El Gordo y Murillo, a las ocho de la mañana van en un metro, repleto de trabajadores, en dirección a la Escuela Militar. Tienen que estar súper temprano para hacer cola en una oficina de Providencia donde necesitan universitarios con pinta no muy cuica para hacer encuestas de consumo en las poblaciones del lado sur de Santiago. Es un dato que les dio la prima de Murillo que tiene un pololo que trabaja en la consultora.


Deben presentarse junto con todos los otros postulantes, a pesar de que la prima les aseguró que después, su amor, el Gualdo, los va a apitutar. Murillo está muy motivado con la posibilidad de pega, está chato de no tener plata desde que lo echaron del video club donde lo explotaban, por robarse según el dueño, unas cajetillas de puchos -infundio del viejo cabrón para no pagarle indemnización y liquidarle sólo una parte del sueldo-.



El Gordo, al contrario, lo acompaña más por solidaridad que por necesidad. El metro va repleto, los dos amigos, a pesar de estar apretujados como sardinas, conversan sin hacer caso a la gente, que con cara de culo va a la pega en la mañana. Murillo le dice:



-No te entiendo Guatón, por qué no querís participar en ese seminario sobre Raúl Ruiz, si te invitaron y tu tenís cosas que aportarÂ… siempre te andai corriendo de las cosas que te hacen trabajar el intelectoÂ…



El Gordo, apretado entre un señora que trataba de leer el diario gratis y una cabra en minifalda con un tremendo cuero que oía en su personal música de Chayanne, le contesta a Murillo medio enojado:



-A vos que te gusta calificarme, Negro, andai siempre dándome lecciones de lo que debo y no debo hacer, como si yo fuera un boludo que no tengo criterio pa decidir lo que quiero. Y no me salgai con que es por mi bien ¿ya?



El Negro se da cuenta que de nuevo metió la pata con su amigo y conciliador, por entre una pareja de escolares que van atracando y un maestro de la construcción, le contesta:



-Nooo Guatón, si sólo quiero cachar por qué, si no es por molestarteÂ… si vos sabís que yo respeto tu opinión, si no, sería un mal amigo y yo te estimo Gordo, tu lo sabísÂ… es que estaba curioso, porque es interesante un seminario así ¿o no?



– Mira Negro, lo que tu no entendís es que estos seminarios son más bien de literatura, tienen una visión súper literaria de la sintaxis cinematográfica. Discuten los sistemas narrativos más como estructuras para contar historias que como la manera de ordenar el relato de una películas, o sea que tener la capacidad de relatar con imágenes no tiene importancia para ellos, porque eso no lo encuentran relevante, ni siquiera lo ven. Lo que es relevante para ellos es el significado de las imágenes, su semiología, su subtexto, esas cosasÂ… y la cinematografía de Ruiz, con sus paradojas, con su relato en off con sus estructuras complejas, con sus historia sin comienzo ni final, sin progresión, sin clímax ni conflicto, con su tratamiento distante de los personajes y su manera fría de mostrar la actuación, con la importancia que Ruiz le da a la composición y al diseño, separado del sentido de la dramaturgia, y con tantas cosas más que hacen que su cine sea un cine tan distinto al habitual, se presta para estas opiniones de filósofos y literatos a los que no les interesan las películas como lenguaje, y que están tan distantes de las preocupaciones de los cineastas, que sus dichos no tienen importancia y por eso, porque no se va hablar de cine, me dan lata ir a esos seminarios, ¿ya?.



El obrero de la construcción mira al Guatón con asombro, la señora ha dejado de leer su diario, los escolares paran de correrse mano y la minita del personal lo ha apagado. Todos están sorprendidos por tremenda perorata que se pegó el Guatón, tan temprano en la mañana y con voz tan estentórea. El Gordo se da cuenta que lo miran y se pone colorado hasta la raíz de su pelo colorín.



Tiene tan roja la cara de vergüenza que se le desaparecen las pecas. Los amigos se callan un rato, para pasar el bochorno, luego el Gordo, cuando el carro se desocupa en Plaza Italia y el personal se renueva, no puede evitar hablar de nuevo:



-¿Y qué te pareció Amor a Segunda Vista de la Sandra Bullock, Negro?



Mientras se sientan frente a frente, Murillo le contesta:



-Tu cachai que estas pelis son hechas pa pasar el rato, ya en la puerta del cine te olvidaste de ellas. Son desechables, y esta no es la excepción aunque quizás más confusa que lo normalÂ…



El Gordo que hoy anda reflexivo le contesta,



– Una comedia romántica funciona bien cuando se combinan las lógicas opuestas del melodrama y la comedia. En el caso de la comedia romántica las almas gemelas se creen incompatibles y en el caso del melodrama las almas incompatibles se creen gemelas. Esta combinatoria crea un producto agridulce que cuando es realizado por un cineasta que piensa en detalles significativos, originales y creíbles, puede resultar en una gran película – acuérdate de Cuando Harry Conoció a Sally por ejemplo- pero en este caso, aunque se usa la misma lógica, los personajes tienen giros inverosímiles, la narrativa es a saltos y se usan recursos que no los cree nadie. Todo es incoherente e improbableÂ…



– Estoy contigo Guatón, aunque no se puede negar que la Sandra Bullock es divertida a vecesÂ…



El Gordo le contesta despectivo:



-Chis compadre, la mansa gracia, si la peli se la produjo ella, sería el colmo que no estuviera bien. Si también el Hugh Grant salva, con su cara de millonario inepto pareciera que nació para hacer ese papelÂ… pero el resultado es fome, no tanto como pa salirse en la mitad, pero dan ganas a rato.



El Negro le replica:



-Es una peli muy desordenada, Guatón, yo creo que la Sandrita se cayó con el director / escritor que contrató, un tal Marc Lawrence que es muy re mediocre compadre, ¿no te acordai de Miss Congeniality. ¿Donde ella era del FBI?



El Gordo remata la crítica con una frase final, justo cuando el metro se empieza a llenar de nuevo con la gallá de la línea cinco. Al frente se les sienta una pareja joven, vestidos súper formales, cada uno con un porta-documentos y un par de anteojos. Son muy serios y casi no se hablan.



-Sííí, ese dire es súper perno, en estas comedias siempre lo más sabroso son los personajes secundarios, pero aquí, la rival es fea y fome, los padres de la Bullock, unos abogados progre maqueteados y el chofer negro seco pal ajedrez, es tan plano que no tiene ni una graciaÂ… El Pianista es otra cosa ¿no?



Murillo lo mira sorprendido por el cambio de tema, pero igual le contesta:



-¿Y cómo se podrían comparar? Son dos pelis tan distintas: una es hecha para que el tiempo de la proyección no exista, para eludirlo, para olvidar y la otra, es hecha para que ese tiempo tenga densidad, sea significativo, sea con sentidoÂ… En el primer caso uno no recupera nada de lo que ha visto, en el otro lo visto permanece y se queda en la memoria dándole contenido al arte cinematográficoÂ…



El Gordo se queda mirando el piso ante la reflexión de Murillo, luego le dice:



-A mí me pasó algo raroÂ… Por todo el cartel que trae la película y amén de parecer insensible con uno de los grandes dramas del siglo veinte, después de verla, me queda una rara sensación de impavidez. No me emocionóÂ… Será por la frialdad de la actuación o la cara de palo del protagonista – Adrien Brody – que pasa por los horrores mas increíbles en el Getto de Varsovia, sin casi mostrar emociones, solamente sobreviviendo, como un autómata que tiene la misión de preservar su vidaÂ… y lo más extraño, es que éste autómata es un pianista de la mas fina sensibilidad, como si cuando está afuera del mundo de la música su capacidad de sentir muereÂ…



– Sííí, a mí me pasó algo parecido, Guatón, también me dejó frío, como que después del Diario de Anna Frank y La Lista de Schindler el tema del holocausto se hubiera terminado, como que se agotaron las imágenes y que el esfuerzo casi autobiográfico de Román Polanski al contarnos la historia de Wladylaw Szpilman ya no tiene sentido. Ha pasado mucho tiempo, hemos vivido otros horrores, otras matanzas y como que las de la vieja Europa y sus dramas del siglo veinte ya no me importan, ya no me importan porque hoy los veo tan cultos, tan prósperos, que entonces poco me emocionan estos burgueses polacos, sacrificados poco a poco, condenados a perder la vida y la dignidad, por esos ridículos sádicos alemanes, con su arrogancia de pacotilla. Es irreal, no me dice nada ese conflicto, no me conmueveÂ…Hoy me conmueve más, el drama PalestinoÂ…



Murillo no termina de decir esta última frase, cuando la mina en traje sastre sentada frente a él, le pega un manso charchazo en la cara, sin decirle agua va. Mientras el Negro con el cachete rojo como tomate la mira con la boca abierta, ella le dice sin levantar la voz:



-¡Cómo podis ser tan insensible, pelotudoÂ… hablar así del exterminio de todo un pueblo! ¿Y siendo chileno?, ¿tenís la memoria tan corta?, ¿ya se te olvidó?



Los dos amigos desconcertados, desconcertados, no atinan sino a levantarse y rajar a la salida aprovechando que el metro acaba de llegar a la Estación Los Leones. Mientras se bajan atolondrados, el Gordo le grita desde la puerta:



-¡No somos antisemitas!, ¡podíai ser más tolerante, flaca culiá!Â…

* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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