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Crónicas cínicas XXXIV

El Gordo y Murillo caminan relajados por el paseo Huérfanos. Vienen saliendo de la primera función del San Agustín donde fueron a ver El Cazador de Sueños. El centro, a esa hora, aún no se llena de gente y es agradable caminar conversando. Se dirigen al Shopdog que está junto al Dominó, al llegar a Ahumada.


El Gordo ha insistido que necesita absolutamente comerse un sándwich de filete de pollo campesino. Murillo, bonachón, lo acompaña aunque a esa hora no tiene hambre. Cuando entran al restaurante, el Gordo se frota las manos cuando mira la lista de precios, pues se da cuenta que su sándwich preferido, cuesta sólo 890 pesos, así es que puede fácilmente comerse también una súper hamburguesa y no gastar más de dos lucas. Murillo sólo quiere un schop chico.



El Gordo, después de hacer el pedido, elogia la decoración del lugar. Le parecen acogedores los carteles publicitarios antiguos que dominan las paredes, así como también el mobiliario imitación pino barnizado y los manteles a cuadros rojo con blanco. Murillo, que no comparte el entusiasmo y que comprende que los elogios están más motivados por los bajos precios que por razones estéticas, se queda callado para no enfrascarse en una inútil discusión, así es que cambia bruscamente de tema diciéndole a su amigo:



-Gordo, ¿te acordai de ese programa de radio que escuchamos el otro día cuando estábamos donde mi hermana?
– ¿Cual? ¿El Buen Cine en Radio Tierra?



– Sí, ese en que entrevistaban a mi ex – profe sobre cine Chileno..



– Sí, ¿qué pasa con ella?



– Nada, es que dijo algunas cosas sobre el cine chileno que me parecieron divertidas. ¿Té acordai que dijo que en Chile se dio una función de cine sólo un año después de que se diera la famosa primera función de los hermanos Lumiere en París? Bueno, eso lo encontré súper interesante, siempre pensé que el cine había llegado mucho después por estos lados…



– A mí, Negro, lo que me encantó de ella es que se puso puntuda y dejó en su lugar al cine chileno diciendo que al principio eran puros mecánicos los que hacían películas y que no tenían ni idea de cómo contar una historia…



– Sí Guatón, pero lo que más me gustó es que basureó -y con razón- las películas de eso que se ha llamado "la época de oro" del cine chileno, las de los años cuarenta, de las que todos se sienten tan orgullosos. Me encantó que pusiera en su lugar las cosas, que dijera que eran películas de segunda categoría, comedias y dramones ingenuos tratando de imitar el peor cine americano. Y creo que tiene toda la razón mi profe, Tito Davison, Coke, José Bohr, son realizadores sin muchas ideas; son faranduleros, bohemios, excéntricos, pero ¿cineastas? ¡de dónde!



– Si, puh, cuando Roselini estaba haciendo Roma Ciudad Abierta, ellos estaban haciendo Verdejo Gana un Millón, La Dama de las Camelias o El Gran circo Chamorro…



– Estoy de acuerdo, esos tiempos "pioneros", por ponerle un nombre, no estaban a la altura de lo que pasaba en Chile en otras artes, bastaba con mostrar algo en la pantalla para curiosidad del público y para demostrar que también podíamos hacer películas igual que los mexicanos o los argentinos…



El discurso de Murillo es interrumpido por la llegada del garzón. Un joven moreno de atractivos ojos verdes les trae el pedido. Sin casi mirar al Gordo, le pasó sus sándwich. Solo tenía ojos para el Negro, que ante la insistente mirada, quedó cachudo por no entender qué onda con el garzón. El muchacho de buen humor, tuteándolo, le dice que le va a crecer la ponchera si empieza con las chelas tan temprano, luego dando una media vuelta se va no sin antes regalarles una espléndida sonrisa. Murillo sorprendido le pregunta a su amigo:



-¿Qué pasó Gordo?



-Naa compadre, pinchaste yo cacho. ¿Por qué?



– No, naa, no pasa ná. ¿En qué estábamos?



– En que la historia del Cine Chileno hasta principio de los 60, fue hecha por mecánicos, bohemios ingenuos y argentinos segundones…



– Ah, ya me acuerdo, como tu decís es sólo a fines de los 60, -cuando otra gente, que viene de la literatura y del teatro, más culta, más informada- que se empieza a hacer cine a la altura de nuestra literatura, de nuestra dramaturgia y así aparecen las grandes obras con las que en el festival de Cine de Viña del 68 y 69, dejamos con la boca abierta a los cineastas de América, con obras notables como Caliche Sangriento, Tres Tristes Tigres, Valparaíso mi Amor, El Chacal de Nahueltoro y Largo Viaje y ahí pusimos la barra tan alta Guatón, que nunca más hemos podido estar a la altura…



-¿Y con eso jodimos pa siempre Murillo? No creo, Negro, no creo, después vino la UP, los milicos y ahora, bueno ahora que ya están todos de vuelta y los niños crecieron y otra generaciones se la está mandando, pasan otras cosas, se acabó el cine Latinoamericano Neorrealista pero algo se acumula, Negro, algo queda. No seas como Julito Martínez con su filosofía de que todo tiempo pasado fue mejor…



– Sí Guatón, tenís razón, basta con la galería de los recuerdos, es que la conversa en la radio me puso en ésa y me fui en la volá. Nada grave, pero cachemos mejor este Cazador de Sueños del Lawrence Kasdan, que acabamos de ver…



-¿Sabís Negro? A pesar de los pelambres de la crítica, de lo chanta de la historia del Stephen King, de las referencias vergonzosas al venerable Alien, a pesar de todo eso, me la compré, me entretuvo, con clichés y todo y eso es por el monumental talento para contar historias de Kasdan, que sobreviviendo todas las boludeces del guión, igual se las arregla para dejarte cagado de susto, clavado en el asiento. ¿Te acordai de la escena en que Beaver está sentado en la tapa del guater, con un monstruo encerrado en la taza y pone su vida en peligro por una compulsión absurda de recoger unos mondadientes del suelo? Bueno, para venderte eso y pasar piola sí que hay que ser un genio… yo por lo menos se la compré… y me entretuve, sólo al final…



-¡Solo al final qué!…



Lo interrumpe Murillo con cara de enojado por las descaradas confesiones de su amigo. El Gordo va a contestar, cuando nuevamente aparece el garzón de la sonrisa radiante, el pelo ensortijado y los ojos color esmeralda, que le dice a Murillo.



– ¿Todo bien joven? ¿No quiere otro schop por cuenta de la casa?



El Negro más quemado que antes, le responde brusco:



-¡No amigo, estoy bien con ésta!



El garzón se va, sin olvidar de regalarle una sonrisa al partir. Murillo se dirige a su amigo nuevamente y continua. El Gordo lo ha estado mirando socarrón sin abrir la boca.



– Te preguntaba, ¿sólo al final qué?



El Gordo sin pescar el enojo del Negro, le contesta muy calmado, porque cacha que la agresividad de su amigo, se debe más a una situación que no sabe manejar, que a su postura insolvente frente a una película notoriamente desprestigiada.



– Ah, sólo que al final se va tan al chancho al punto que ni dios es capaz de salvarla del desastre. Pero igual no me dieron ganas de salirme.



Murillo, todavía serio, le replica:



– Mira Gordo, la película es una mierda y te voy a decir por qué: Pa empezar tiene como siete sub-argumentos, cada uno más absurdo e inexplicable que el otro, como resultado, es incoherente y confusa y termina siendo una salvada de mundo hecha para niños erróneamente dirigida a los adultos. Tu hablas de la realización, pa mi, Kasdan se volvió loco, porque no sólo empaquetó esta tontera con la más bella fotografía, sino que comete el pecado de nunca ponerse de acuerdo si está haciendo una peli de horror, de suspenso o una parodia gruesa de esos sub-géneros… así que seamos serios pa hablar de cine Gordo.



– No te pongai pomposo Negro, desde cuando sacralizas las pelis, si también existe el entretenimiento y la tontera. No perdai el humor compadre…



Y con una sonrisa amistosa cambia de tema y continua:



– Si no importa si uno pincha con minas o minos, da lo mismo, sólo de uno depende dar la pasá… ¿O te vai a poner gueón porque le gustaste a un flaco? ¿No tiene derecho a pinchar acaso? ¿Y si hubieras agarrado papa? ¿Cómo va saber?



Murillo choreado lo mira y le dice cortante:



– ¿De que me estai hablando, Gordo?



– Naa compadre, naa, por lo demás, tenis razón, claro que la peli no se sostiene, pero igual me entretuve ¿ya?



Pero el Negro, todavía enojado por las referencias al garzón, le insiste:



– ¿De que estabai hablando, ah? ¿Tú crees que porque somos amigos, te tengo que aguantar cualquier gueá? No puh, Gordo, ¡no tengo por qué! y me dan lo mismo tus reflexiones sobre la libertad de preferencias sexuales ¡Lo mismo! ¡Así es que te podís ir a la cresta!



Diciendo esto el Negro se para toma sus cosas y se vira, dejando al pobre Gordo compungido, sentado solo en su rincón, con la mitad de su segundo sándwich a medio comer. En eso volvió el mozo muy campante y le preguntó con cara inocente:



– ¿Y su amigo?¿Se fue?





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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