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De cabeza con los libros

Editores y autoridades gubernamentales se reunieron durante la semana para discutir sobre el papel que juega el libro como producto cultural en una sociedad globalizada como la que vivimos. El difuso panorama de la industria editorial de los últimos años, al parecer, comienza a disiparse.


Si hace tres décadas vivíamos en una cultura letrada, hoy lo hacemos en una audiovisual. Prueba de ello es la caída de los índices de lectura en Chile y el resto del mundo, así como también de la industria editorial nacional. En ese sentido, no pocos recuerdan con nostalgia los años 50, cuando en el mercado eran más de 20 las editoriales de nuestro país que publicaban textos que incluso llegaban a estanterías del resto del continente.



Sin embargo, el trabajo emprendido por Zig Zag, Nascimento y Quimantú, sólo por nombrar a las más significativas, se vio abruptamente interrumpido con el Golpe. Asimismo, con la irrupción de internet en la década pasada, no fueron pocos los que vaticinaron la lenta y definitiva muerte del libro, el que sería reemplazado por el e-book o libro electrónico.



Mas, el miedo de los editores se ha ido disipando a tal grado que, según cuenta Julio Sau, Gerente de Fondo Cultura Económica, las grandes editoriales norteamericanas, pasado el susto, decidieron tomar el toro por las astas y diseñar un plan estratégico para los próximos 50 años.

¿Y qué ocurre en nuestro país? "El Estado chileno no ha hecho los esfuerzos suficientes para impulsar el desarrollo de la industria del libro y mejorar los niveles de lectura. No obstante -expresa el mismo Sau- aún estamos a tiempo de revertir esta situación".



Motivados por ese espíritu, durante la semana pasada se reunieron editores, libreros, distribuidores y representantes de organismos gubernamentales, como el Consejo del Libro, la Dibam y ProChile, entre muchos otros, en el Seminario ¿Espectadores o protagonistas de la globalización? La industria del libro en Chile: desafíos nacionales e internacionales para discutir y encontrar caminos de cooperación a partir de la realidad local.



La realidad en números



En 1992, de acuerdo a los registros de la International Standar Book Number, ISBN, en Chile se editaron 1.006 libros, mientras que en el 2002, el número llegó a 2.835, lo que implica un crecimiento de casi un 200 por ciento.



A pesar de ello, las ventas aumentaron sólo de 138 millones de dólares a 150, sin considerar que las exportaciones cayeron de poco más de 3 millones de la divisa norteamericana a 1,2, según fuentes de ProChile.



Estos signos dan cuenta de que si bien ha habido un esfuerzo por parte de los editores, estos no han tenido los réditos esperados. Hoy, en definitiva, aunque se editan más libros, los chilenos compramos y leemos menos libros.



Así también lo indica el estudio de Juan Carlos Sáez y Juan Antonio Gallardo, quienes sentencian que en el presupuesto familiar del año 2001 se destinó apenas un 3 por ciento a la compra de libros, cifra que dista bastante del 13 por ciento de 1992.



Junto con la depresión económica que ha vivido nuestro país, el informe de la Mesa del Libro que se efectuó durante el pasado año, concluye que esta baja se debe, además, al alto precio de los textos, el escaso número de librerías que existen en el país, los altos costos de la distribución, y por la despreocupación por este tema en los acuerdos internacionales, entre otros factores.



El libro en el TLC



Sobre esto último, Milenko Skoknic, del Ministerio de Relaciones Exteriores, dio algunas señales de cambio durante el Seminario al dar a conocer los alcances del TLC con Estados Unidos en la industria del libro, con, por ejemplo, las rebajas arancelarias a insumos como el papel, máquinas impresoras y tintas que tendrán un arancel cero una vez implementado el acuerdo.



Skoknic también señaló que la precaria legislación chilena en torno a los Derechos de Propiedad Intelectual se verán mejorados con el TLC, ya que los estándares a los que se compromete Chile al firmar el acuerdo incentivarán la creación, ello porque incrementan la protección a los derechos de autores y porque "mediante la cláusula ‘reserva cultural’ incorporada en el Capítulo de Servicios del TLC, Chile se asegura que podrá establecer políticas proactivas del fomento a la industria cultural", afirmó.



Otro aspecto con el que se verá beneficiado el mercado editorial luego del TLC, será el aumento de 50 a 70 años después de la muerte del autor el tiempo de protección de los derechos de autor, como también el compromiso adquirido de legislar para mejorar la lucha contra la piratería.



Sobre este punto específico, el representante del Minrel especificó que "se facultará a la autoridad judicial ordenar el pago de una indemnización adecuada al daño sufrido y destruir las mercancías y los implementos utilizados para fabricarlas, lo que supone un avance a la actual legislación, pues la orden para la destrucción de los artículos pirateados sólo podía otorgarla un tribunal penal y eso significa nuevas acciones judiciales de los afectados".



Algunas propuestas



Hace una década se creó el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, entidad que tiene como misión administrar y asignar recursos mediante fondos concursables y proyectos, y que desde su creación ha destinado más de 9 mil millones de pesos al financiamiento de programas y concursos.



Si bien el mundo editorial y literario ve en el Consejo un aporte importante a la industria, considera al mismo tiempo fundamental potenciar el funcionamiento del mismo mediante el incremento de los fondos concursables y "la mejoría de los criterios de asignación de dichos recursos, con el fin de centrare su accionar en la creación, edición, comercialización y difusión del libro y la lectura, dejando la tarea de fomento y desarrollo de bibliotecas a otras instituciones", resume el documento final de la Mesa del Libro.



En el mismo documento, que además fue revisado durante el Seminario, se proponen varios puntos para mejorar el acceso del libro y el incentivo a la lectura. El primero, lógicamente, es la disminución de los precios. Las alternativas planteadas al respecto son el establecimiento de un precio fijo al modo europeo y el IVA diferenciado, que "aunque es remota como posibilidad, es más factible que su eliminación total", expresa Julio Sau.



Las otras propuestas son el apoyo a las ediciones locales con el aumento de la compra de libros por parte del Estado, crear un incentivo a las librerías y mejorar los accesos en la distribución y difusión mediante el fortalecimiento de las ferias nacionales y regionales.



Pero claro, para cada una de estas ideas se necesita de recursos frescos. ¿Y acaso tan importante es el libro como para que el Estado se haga cargo? Por cierto que lo es sí se asume que el rol del libro como producto cultural en un mundo globalizado es crucial a la hora de construir, desde la creación y la investigación, los cimientos de una sociedad que quiera no sucumbir sino convivir y resignificar los aportes de culturas extranjeras.



No entenderlo de esta manera y entregar a las leyes del mercado la producción del libro implicaría una sumisión a las grandes editoriales trasnacionales que no sólo producen y distribuyen libros, sino que con ellos, además, cargan una visión de mundo, una ideología que de no mediar una reflexión local nos haría naufragar en las aguas de la globalización sin un norte fijo.



Con la firma ad portas del TLC se hace no necesario, sino urgente que las propuestas presentadas en el Seminario realizado la semana pasada en Santiago se implementen, si no, las posibilidades de desarrollo intelectual y estético se verán mermados a tal punto que ya no sabremos reconocer la diferencia entre habitar nuestra tierra u otra cualquiera.



Las oportunidades de conocer otras experiencias que ofrece una sociedad interconectada como la actual son también un desafío para nuestras capacidades de saber cuándo es el momento de tomar el timón de nuestro destino. Y ese momento pareciera que ya llegó, por lo que el libro como fenómeno y el Seminario que se hizo en torno a él sólo vienen a recordarnos dónde estamos y que es hora de ser protagonistas y no espectadores del acontecer en el mundo.

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