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El apático regreso de Arnold Schwarzenegger

Manteniendo el respeto que tras años de éxitos ha conquistado la saga, esta tercera parte sostiene una línea similar en términos argumentales pero junto con presentar a Schwarzenegger en un estado letargo y desgano -como si sus 55 años ya le pesaran-, pierde esa interesante atmósfera apocalíptica que creara el director James Cameron en las dos cintas anteriores.


Terminator de Cameron en 1984, impactó y se convirtió en un referente en el género, quedando en la memoria colectiva como una de las mejores aventuras de ciencia-ficción. La segunda entrega en 1991 -con el mismo director-, además de los cuatro Oscar recibidos es recordada por lo que significó como secuela y por la inmortalización de Schwarzenegger como el Terminator T-800.



Para completar la trilogía y luego de que James Cameron, Tony Scott, Ridley Scott y Michael Bay rechazaran la oferta de dirigir la nueva entrega (con un presupuesto cercano a los 200 millones de dólares), Jonathan Mostow decidió hacerse cargo del proyecto, dando una visión algo diferente a la de su antecesor, manteniendo la línea narrativa pero incluyendo elementos de una comicidad particular que agilizan y dinamizan el relato pero que, sin embargo, pierde el rumbo logrado veinte años atrás.



Este filme es algo predecible, con una historia inconexa y efectos especiales a veces sensacionales, pero ya vistos en otras películas, incluidas las dos anteriores de la serie. Pero lo que más estremece es esa apariencia de fatiga y tedio que Arnold Schwarzenegger expele como si con sus 55 años de edad el personaje le quedara grande y solo tuviese fuerzas para pasar por caja y cobrar sus no despreciables 30 millones de dólares.



La historia en general es bastante similar a las dos películas anteriores. Ha pasado una década desde que John Connor (Nick Stahl) ayudase a evitar el Día del Juicio Final. El día en que las máquinas de alta tecnología de Skynet comenzaron a ser independientes y a destruir la raza humana. Pero llegó el 29 de agosto de 1997 y no pasó nada a pesar de las dos ocasiones en que Skynet trató de asesinar a Connor y declarar la guerra a la humanidad.



Ahora, con 22 años, Connor vive «fuera de circulación» sin casa, sin tarjetas de crédito, sin teléfono y sin trabajo. No hay rastro de su existencia. No hay forma en que Skynet pueda rastrearlo. Hasta que fuera de las sombras del futuro con se encuentra T-X Terminatrix (Kristanna Loken), la máquina de matar cyborg más sofisticada de Skynet. Esta máquina es tan brutal por dentro como bella por fuera, y ha sido enviada de vuelta al pasado para completar el trabajo que dejó sin terminar su predecesor, el T- 1000 (el robot de metal liquido). Ella es infinitamente más poderosa, peligrosa y destructiva que ningún Terminator anterior.



Pero esta vez, Connor no es el único objetivo en la lista de Skynet; la inocente veterinaria Kate Brewster (Claire Danes) verá como su distante pasado y su prometedor presente se transforman en un futuro inimaginable, pero sólo si puede evitar al indestructible T-X.



Cuando Connor y Kate descubren que el Día del Juicio Final avanza a gran velocidad, con sólo tres horas entre ellos y el fin del mundo, su única esperanza de sobrevivir será una réplica del cyborg Terminator T-800 (Arnold Schwarzenegger), el misterioso y ahora obsoleto, ex asesino de Connor. Juntos, deberán superar la tecnología superior del T-X y evitar la inminente amenaza del Juicio Final o enfrentarse al final de la civilización tal y como la conocemos.



Terminator 3: La rebelión de la máquinas, pierde lo que James Cameron creó en torno a la humanidad de los personajes en medio de tanta explosión y asesinatos, además de esa particular atmósfera apocalíptica e inevitable en la que John Connor y su madre vivieron y en la que Arnold Schwarzenegger trascendió.



A nivel interpretativo, en buena parte la cinta se entorpece en su desarrollo por la frustrada actuación de Nick Stahl (John Connor), quien siempre parece más desubicado, turbado y confuso que el mismo espectador, para quien ese chico que ha roto cualquier vínculo con el mundo era más decidido y dinámico cuando estaba en manos de Michael Biehn, en la primera parte y Edward Furlong, en la segunda.



Lo interesante del filme es el particular sentido del humor que el director Jonathan Mostow incluye como una forma de reírse de sí mismos y de sus archiconocidos clichés.



Entretenidas intervenciones o acciones del propio Terminator dan una frescura y jovialidad no antes explotada, generando así una mezcla entre la comedia, la acción y la ciencia-ficción que por momentos funciona bastante bien, y que pese a restar la seriedad y respeto por la historia que James Cameron instauró, plantea un esquema particular y novedoso para la saga.



Es evidente que el tono de comedia por el que camina el filme de Mostow, se sustenta casi en su totalidad por la sobria, desanimada y apática interpretación de Schwarzenegger, quién se muestra cansado, abúlico, obsoleto, sin energía y casi patético, muy diferente al cyborg que conocimos hace veinte años con su infaltable "Hasta la vista baby".



Es muy probable que al igual que el Terminator T-800, Arnold Schwarzenegger este conciente que pese a lo que haga o lo que deje de hacer, pese a su esfuerzos y a su entrega, su destino y el de esta película ya está marcado.

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