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Crónicas Cínicas XLIX

Teresa y Laura, están sentadas a las tres de la tarde de un sucio día de invierno en un banco de la Plaza de Armas. El lugar está semi vacío. Nadie en su sano juicio, se va a sentar en ese páramo, sino es por una razón muy especial. A pesar de las panties de lana, los pantalones de tweed, los dos chalecos, las doble camisetas, los abrigos bufandas y botas, las dos tiritan.


Los viejitos -que no tienen a donde ir- miran el cielo y se hunden en sus abrigos con paciencia, los lustrabotas -que esperan alguien a quien lustrar como un milagro- los inválidos -forzados a pedir limosna para pagar la hospedería esa noche- y los escolares que se aburren porque tampoco tiene a donde ir, miran extrañados a estas dos minitas guapas y elegantes, sentadas muy juntas con las rodillas temblando que se hablan en voz baja. Teresa le dice a Laura:



– ¡Tenemos que estar enfermas de la cabeza pa aceptarles a estos pelotudos, que nos juntemos aquí!



– Si puh comadre, de la cabeza, ¡somos muy re tontas!



– ¿Y sabí por qué Lauri nos piden que nos juntemos en este peladero?



Laura la mira y le contesta con cara de resignación:



– ¡Pa ahorrarse las chelas! ¡De puro muertos de hambre, puh Tere?, porque no tienen ni unoÂ…



Teresa, que está más picada que Laura y que, además, encuentra la situación denigrante, le replica:



– ¡De barsudos que son!, ¡Porque nosotras les aguantamos!, por eso, Lauri. Si no ¿cómo si tienen plata pa pelis? Ahora, fueron a ver Formula 51 el par de picantes, y pa eso si tienen ¿o no?



Laura se apretuja más y le dice a su amiga, en un tono de sentido común:



– Hablemos de otra cosa mejor, pa que nos vamos a hacer mala sangre. Cuando ya estamos jodidas con el par de gueones que nos fuimos a encontrar…



Teresa aún picada, le dice con su voz ronquita a Laura:



– Yo igual no se las voy a perdonar Lauri, ¡Me carga el frío! Pero tení razón, hablemos mejor de la peli que vimos anoche en el ciclo de la Biblioteca Nacional…



Laura se hecha a reír mientras le dice a Teresa:



– Estamos jodidas Tere, hablamos de cine todo el tiempo, igual que ellos.



Teresa acepta la situación y también se ríe. Le dice a su amiga:
– Así parece, igual La Ciénaga es una de las mejores películas que he visto en los últimos tiempos:



Laura le aclara:



– Noooo, sí teni razón Teresita, de que es buena, es súper buena, solo me reía de nosotras.



Teresa se que da pensando un rato y luego dice:



– Igual es empelotante que la tuviéramos que ver en DVD, con mala a acústica y en la Biblioteca Nacional, en vez de un cine normal.



Laura, mira a su amiga y le dice en tono amable:



– Pero seamos justas, Tere, hay que agradecerle a la Olguita Grau y a la Lucía Carvajal el que pudiéramos verla, si no es por que ellas organizan este ciclo de cine de mujeres, lo más seguro es que ahora estaríamos hablando de Buscando a Nemo en vez de La Ciénaga y no tendríamos idea de que la Lucrecia Martell existe, comadre…



– Y de que está joyita, Lauri, es un tapaboca a los que dicen que el cine de mujeres no existe… cacho que a pesar de que la acústica no estaba muy buena, igual tuvimos suerte, porque no creo que la distribuyan en Chile.



Laura, aún con la voz tiritona por el frío, le dice entusiasta a su amiga:



– A mí me encantó el tema de la película: El estancamiento. Es como la perfecta metáfora argentina, latinoamericana… y también… femenina. Evoca a las aguas podridas, sin movimiento, sin vida, lo que se corrompe por falta de vitalidad, de aire, de transparencia…



Teresa le replica con igual entusiasmo:



– Sí, pero para mí sobre todo es la idea de la ciénega, el barro. Las aguas quietas, estancadas, el tedio, el calor, el abandono. ¡Es atroz!



– Y está, además, el otro tema, el de las cicatrices, de las marcas. Eso, lo encontré genial, son como lo indeleble, como la historia, como las señales imborrables de pertenencia, las señales más profundas, esas que no se borran, porque son inevitables.



Teresa mira a su amiga sorprendida y le pregunta:



– ¿Qué cicatrices, Lauri?



– La de la Mecha, cuando se corta con los vasos rotos, las del hijo tuerto, la de la nariz del hijo… ¡La película está llena de laceraciones Tere!



Teresa, sin enojarse, le responde humildemente:



– Eso no lo había cachado, Lauri, pero teni razón. Ahora, la imagen del buey en el pantano, putas, ¿esa imagen?, es como el sentido de toda la peli…



– Sí, puuh, Tere. Pero no olvides la narrativa, la manera de contar una historia sin héroes, como suspendida en el tiempo, sin causa-efecto, con trazas muy pequeñas de ella entre secuencia y secuencia y, sin embargo, la historia está ahí, fuerte y sostenida. Además, es impresionante la inteligencia con que la Martel trabaja el fuera de campo, lo no mostrado tiene un peso decisivo en la narración. Es verano, todo está inmóvil, no pasa nada, no existe el trabajo, los hombres, el colegio, solo el sopor y el aburrimiento y, sin embargo, al interior de los personajes…



A pesar del frío, Teresa escucha atenta a su amiga, y le replica:



– Sí, y ¿cachaste como sin decirlo explícitamente, la peli habla de sexualidad y de racismo?



Laura pensativa se queda callada, luego dice en voz alta:



– ¡Así vale la pena escribir!, ¿no? Putas, y es su primera película…



Luego se vuelve a callar. Después de un rato Teresa, la mira y le dice:



– Estaba buena Buscando a Nemo, ¿ah?. Y los pelotudos de nuestros minos que no quisieron irla a ver, porque están chatos con la cartelera llena de películas pa cabros chicos.



Laura volviendo a entusiasmarse, le replica a su amiga:



– Sí, son unos ridículos. Mira que ningunear a esta maravilla de Pixar, cuando es una historia mucho mejor contada que esas boludeces comerciales que les encantan, como la que fueron a ver ahora, que te aseguro es pésima. Te lo firmo que es la típica peli que pierde sentido a mitad de camino y que el guionista pa poder terminar, se mete en un verengenal inverosímil, tonto y aburrido…



– Es que Nemo estaba demasiado buena comadre, tan pulcra, tan bonita, tan entrete, tan conmovedora.



– ¡Los guionistas de Pixar, son de un ingenio increíble, Tere! Y hablando de lo verosímil, en Buscando a Nemo, la textura y el colorido de la animación, el ingenio de la narración, la manera de sostener el suspenso y de sorprender con soluciones inesperadas, es tan potente, que a pesar de ser un cuento de monos animados, uno se lo cree todo.



Teresa la interrumpe para decir:



– Sí, y uno se involucra a concho y lo pasa la raja, ¿o no comadre? ¡Dios los bendiga a los Pixar y que ojalá la gueonería de Walt Disney no los eche a perder!



Laura va a responder el comentario de su amiga, cuando a lo lejos ve venir al Negro y a el Gordo. El par, bastante cufifo, se acerca a ellas con cara de chicha fresca. Vienen desde la esquina de Catedral con Puente. Laura apenas los ve, le da un codazo a Teresa para que los mire en qué ánimo se acercan. Cuando están al lado de las muchachas, se ponen serios, mientras Murillo les dice:



– ¿Y cómo la pasaron en Buscando a Nemo? ¿Estaba buena la peli? Porque la nuestra era tan vacuna, que nos salimos antes…



El Gordo, sin cachar, a pesar de la cara de palo de las minas, sonriente le dice a Laura en tono inocente, dándole un beso en la mejilla:



– Así es que nos fuimos con mi compadre a la Piojera y…



El Gordo no alcanza a terminar la frase cuando Teresa le aforra un tremendo carterazo en la cara, mientras se para junto a su amiga. Sin abrir la boca, las dos furiosas parten chalupeando rápido hacia la entrada del Metro. Los dos amigos, ahora muy serios, las siguen plañideros, excusándose y pidiendo perdón.





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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