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Crónicas Cínicas L

El Gordo y Murillo están sentados en el borde de un gran macetero de ladrillos, debajo de un árbol plantado en el medio de la entrada de autos de una fastuosa casa moderna a pasos de Vespucio, en Vitacura. Alrededor de ellos están estacionados varios camiones con luces, escenografías, vestuarios y comida. Es la filmación de "Machuca", el último largometraje de Andrés Wood.


Los dos amigos se hablan despacito, tratando de hacerse invisibles para que no les pregunten qué hacen ahí y los echen. Por suerte nadie los pesca mucho, los trabajadores de la película corren silenciosos de aquí para allá, ensimismados en sus pegas. Es imposible acercarse discretamente al grupo donde realmente se está filmando, pues todos están muy serios y concentrados y notarían al tiro a un par de extraños mirando, sin hacer nada. Así es que a Wood no le han visto ni la nariz.



Llegaron colados a sapear el rodaje, solo porque después de muchos ruegos e intimidaciones, el Caluga, que trabaja en la peli cargando los chasis, les dio la dirección. Además les advirtió, que si los pillaban de pavo, él no los conoce.



Así es que ahí están los dos, con una amplia mirada de la trastienda del rodaje, bastante aburridos, mirando cómo las costureras arreglan ropa sentadas copuchando bajo el solcito invernal, cómo los eléctricos sacan y guardan focos, trípodes y cables en los camiones y cómo los cocineros preparan las mesas para el almuerzo. Después de un buen rato de silencio y para olvidar la frustración, el Gordo le dice a su amigo sin ocultar su agresividad:



– ¡Putas que son fome las filmaciones, Negro!



Murillo, buena onda, le trata de explicar:



– Es que estamos aquí en la trastienda Gordo, donde no pasa na. No se ven los actores, ni el lugar donde se pone la cámara, ni los ensayos, ni se cacha ninguna de las decisiones del director.



El Gordo, enojado todavía por las expectativas frustradas, sin ganas de entender, le insiste a Murillo:



– Igual todo esto es súper lenteja compadre, si es así como se hace el cine, con la gallá con cara de culo corriendo pa todos lados sin que pase na, no sé, no parece muy entretenido este cuento.



Murillo incómodo por tener que justificar la pega que él ama le dice:



– No seas mala leche, GordoÂ…



Pero el Gordo, presa de un ataque de crueldad insiste:



– Si puh, re fome y pa las mansas partes que se mandan los cineastasÂ…



Murillo medio enojado con el basureo, insiste en explicar:



– No seai barsa, si toda la gallá es súper calificada, lo que pasa es que es un trabajo meticuloso y por eso los técnicos se demoran.



El Gordo, gozándose las explicaciones de su amigo, ahora le mete más el dedo en la llaga, indicándole cómo la gente, no sólo es ineficiente, sino también floja:



– Pero, también hay harto vagoneta. Cáchate ese guatón ahí sentado, se ha leído dos veces La Cuarta.



Murillo, choreado, le dice:



– ¡Ya, Guatón, no seai perno. Si estai aburrido ándate!



Pero el Gordo no tiene intenciones de cortarla:



– Y esa otra mina, que lo único que hace es darle un cuarteo al chofer del camión, tampoco está haciendo na. Y ese gueón de allá, que anda con el cogote lleno de instrumentos y que ahora va a la cocina, le llevo contados tres sanguches y seis cafés.



Murillo, resignado, le contesta sin ganas para que se quede callado:



– Ese es el primer asistente, Guatón. Y lo que hace es harta pega.



Pero el Gordo sigue, parece que no puede parar de putear:



– ¿ Y cachaste al Caluga?, lo único que hace es cerrar unas latas con tela emplástica y empujar el carrito donde está la cámara de vez en cuando. Hace más de una hora que se tira las pelotas. ¡Y le pagan dos gambas a la semana, compadre!



Murillo, ahora, está choreado y le dice cortante a su amigo:



– No seai envidioso Guatón, te encantaría estar ahí trabajando con los otros.



Pero el Guatón no se intimida y le responde mas agresivo aún:



– ¡Está llena de vagonetas tu filmación, Negro!



El Negro, choreado por la mala onda de su amigo, se levanta pa dejarlo hablando solo. No alcanza a alejarse un paso, cuando ve venir corriendo a una cabra en minifalda, con un cronómetro en el cuello y un clip board en la mano. Saluda al Negro con una sonrisa de viejos amigos y le dice:



– ¡Hola Negro!, ¿cómo estai?



El Negro la mira sonriente mientras le dice:



– ¿Tai trabajando aquí, Ale?



– Sí Negrito, soy segunda asistente, le contesta. Luego, indicando al Gordo, le pregunta a Murillo:



– ¿Este es el figurante pa la próxima escena?



El Negro, si vacilar, cara de palo le contesta:



– Sí, yo lo traje… es un conocido y no cachaba mucho, así que…



– ¡La raja!, dice ella, luego les indica:



– ¡Acompáñenme, tengo que vestirlo y maquillarlo!



Los dos parten al vestuario, siguiendo a la chica. Al Gordo se le han pasado las mañas como por encanto. Ahora, está radiante porque va a trabajar en la película. Cuando llegan a vestuario, que está instalado en uno de los dormitorios de la casa, la muchacha le indica a la costurera que el Gordo es el figurante para la próxima escena y que hay que vestirlo como obrero. Luego mientras se llevan al Guatón al probador, se da vuelta hacia el Negro y le pregunta:



– ¿Y cómo hai estado, Negro? ¿Te ha salido pega?



Murillo no le contesta. Ella se da cuenta que metió la pata y cambia de conversación:



– ¿Y viste la de Aki Kaurismaki, Negrito?



El Negro feliz con el cambio de tema le contesta:



– ¿El Hombre sin pasado? Por su puesto que la vi, la estaba esperandoÂ…



Ella entusiasmada le replica:



– Ay, Negrito, si todas las pelis fueran tan buenas como ésta la vida sería un placer. Me encanta el humor irónico de Kaurismaki, el buen gusto de la puesta en escena, los actores tan cool y tan carismáticos. La forma de hace crítica social tan sutil, tan fina. Los personajes entrañables, todoÂ…. ¡Me encanta!



El Negro le replica:



– No por puro hueveo, se ganó el gran premio del jurado en Cannes 2002, comadre.



Ella le vuelve a comentar:



– ¿Y cachaste la música? Genial, ¿ah?



– ¿Habías visto otras de él?, pregunta el Negro.



– Miguel Ángel Vidaurre nos mostró en clase Leningrad cowboys, y nos fuimos de raja.



El Negro se vuelve a sobrar y le dice:



– Yo había visto en video Ariel y La Muchacha de la fábrica de fósforos. Y en todas maneja, como aquí, la problemática de la clase obrera con gran sensibilidad e ironía.



Alejandra, entusiasta agrega:



– Sí, Negrito, me encantó la manera sobria y cool con que trata el tema de los sin casa en Finlandia. Todo dicho con ese humor puntudo y sin alharaca. ¡Es genial!



El Gordo ya está junto a ellos, vestido con overol, boina y zapatones. Le maquillaron la cara medio tiznada y transpirada. Se ve y se siente estupendo. El también comenta:



– Ya no sé si mi héroe posmoderno es J. P. Anderson o Aki Kaurismaki. Esta es la mejor peli que he visto este año.



El Gordo iba a seguir con el tema, cuando Andrés Wood entra a la sala de vestuario y apurado le pregunta a la Ale:



– ¿Cuál es el figurante pa esta escena?



La asistente le contesta sonriente:



– Este gordito, AndrésÂ…



Andrés Wood desconcertado le replica:



-¿Este guatón? ¿Y de dónde salió?



Luego le indica a la Ale en voz baja para que no lo oiga un caballero que está sentado muy tranquilo en un rincón:



-¡Pero si yo había elegido a ese viejito flaco!



La Ale, roja de vergüenza, con cara de pánico mira a Murillo y le pregunta:



-¿Y este guatón de dónde salió Negro?



Murillo cara de raja le contesta:



-¡Yo no sé Ale! Apenas lo conozco!





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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