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El peligroso camino de las artes marciales en el cine

Llena de algunas medianas dosis de acción y espectaculares combates -entre El Tigre y el Dragón y Matrix- El Guardián, un tanto predecible en su desarrollo temático, monótona y algo torpe, mezcla las artes orientales con el cine comercial de occidente, creando un producto liviano, mal planteado y por momentos aburrido.


Basado en un comic sobre un monje tibetano que custodia durante 60 años un poderoso texto sagrado y que ahora busca en Nueva York un sucesor para su tarea mientras protege el documento de un grupo de nazis, El Guardián tiene todo lo que la industria a generado y derrochado en efectos especiales y exageraciones, creando poca verosimilitud, falsas expectativas y uno que otro bostezo.



Cabe preguntarse por qué un par de seres netamente normales pueden hacer contorsiones acrobáticas totalmente espectaculares en el aire sin que nada ni nadie les haya otorgado un poder especial.



La estética que arroja este filme no logra equipararse a sus antecesores en el género, quedándose en meras caricaturas refritas que por un momento quisieron subirse al carro de gloria y las grandes superproducciones de efectos especiales pero que tan solo se quedaron en el intento.



Este producto americano-oriental se desarrolla con nerviosismo o tal vez con miedo de caer en los excesos, pero es ese susto el que lo hace derrumbarse estrepitosamente sin la opción de levantarse y sacar aunque sea una que otra carcajada.



Absolutamente prescindible, plagada de tópicos, con un argumento absurdo y recursos utilizados hasta la saciedad, la cinta de Paul Hunter no hace otra cosa que dar un par de patadas y trivializar hasta el cansancio.



El Guardián desarrolla la historia de un maestro zen de artes marciales (Chow Yun-Fat) cuyo deber ha sido proteger un antiguo pergamino de gran poder, un misterioso artefacto que posee la clave para lograr un poder sin límites. Ahora, tiene que encontrar al que será el próximo guardián del pergamino, y su búsqueda lo llevará hasta los Estados Unidos. Parece ser que de acuerdo con una antigua profecía, y para su total sorpresa, el sucesor del monje es un joven encantador y que conoce bien las calles llamado Kar (Seann William Scott).



A medida que el monje instruye a Kar en el camino que tiene que seguir un protector, esta insólita pareja se convierten en compañeros con el fin de proteger el pergamino de un implacable cazador que lleva 60 años persiguiendo el pergamino.



En medio de un aluvión de escenas de acción con acrobacia por el aire, artes marciales y humor ácido, esta cómica y extraña pareja se ve obligada a trabajar juntos para mantener el pergamino a salvo.



Proveniente del mundo de los videoclips y los anuncios, Paul Hunter no logra conectar sus personajes con la trama -que por cierto de interesante o novedosa no tiene mucho-, cae en la vulgarización cliché de las cintas de superhéroes comunes que intentan salvar el planeta (los elegidos) y, por si fuera poco, los combates que al principio parecen ser lo que más vale la pena en este rollo de celuloide, a la larga se tornan burdos, irrisorios y poco creíbles.



Con un guión visiblemente débil, interpretaciones forzadas, una fotografía que no resalta ni aporta mucho, y con un realizador debutante y con pocas ideas cinematográficas, El Guardián tan solo cumple la función de llenar una pantalla con imágenes en movimiento. Tal vez algún combate de artes marciales pueda parecer entretenido y bien realizado pero la tónica de un filme mal concebido será siempre la misma: El aburrimiento.

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