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Crónicas Cínicas LV

Por las fondas del Parque O’Higgins deambulan sólo borrachos muy pasados, señoras que arrastran a sus maridos de vuelta a la casa y parejas de adolescentes sin plata que tratan de negociar gangas con los fonderos -anticuchos a dos gambas y potrillos de pipeño a mil. A pesar de las cuecas que salen de los locales por los altavoces a todo chancho y de los decorados llenos de banderitas y luminarias, el lugar da la sensación de abandono, cansancio y hastío.


El Negro Murillo y el Gordo están sentados en una mesa al fondo de la ramada «El Chilenito Chucheta». Por lo vacío del lugar, por la cara de aburridos tanto de los músicos como de los mozos, por los restos fríos de una parrillada y por la jarra y los vasos de chicha a medio tomar, se deduce que es muy tarde y que los amigos están bastante cufifos y lateados. El Gordo no deja de putear:

-¿Por qué me tengo siempre que dejar engrupir por tus voladas Negro, güeón, ah?

-¡Putas que alegai, Guatón! ¿Por qué no cortai la mala onda y tratai mejor de disfrutar del paisaje nacional que se te devela ante los ojos?

-Putas, es que por tu famosa curiosidad estética, tenemos que estar hasta esta hora, en este boliche de mierda, en el lugar común más lugar común del 18, esperando a que pasen las primeras micros pa irnos a la casaÂ…

-Según me acuerdo, cuando te zampaste toda la parillá, estabai feliz, Guatón goloso.

-Sí, pero de eso hace horas y lo que alego es que después, cuando podíamos habernos ido tranquilitos, tú, déle con quedarse un ratito más, hasta que nos quedamos sin micro y pa peor la minita ni te pescó Negro, te calentó la tetera y te dejó pagando. Y ella si que atinó, se fue feliz con su mami, apenas la vieja se pegó el primer bostezo, agarró cartera, te dio un besito y chao, filo, total se fue a acostar con el ego por las nubes con la de boludeces que le dijiste.

-Vos Guatón estai choreado porque la amiga ni siquiera quiso bailar contigo.

-Eso me da lo mismo, Negro. Era un forrito tímido que temblaba como un ratoncito cuando le tomé la mano. Era muy chiquitita pa mí.

-Sí, pero tenía unas tremendas tetas y te la abriai servido feliz si te hubieran dado la pasá. Yo, por lo menos, me pegué un tremendo atraqueÂ…

-¿Y de qué te sirve ahora, ah? ¿Pa hacerte una manuela palma?

-Peor es nada, Gordo envidioso. A vos hasta pa una manuela te dejaron pilloÂ…

-¡Así será puh, Negro! Pero por tu calentura, aquí quedamos varados como santos güeones y pa más recacha se te ocurre venir a turistear al parque O’Higgins, en la más populárica y donde menos se agarraÂ…

-¿Y vos creí que en el Estadio Nacional o en el Intercomunal de La Reina, te habrían pescado más?

-No sé puh, Negro. Difícil saberlo ahora que quedamos pato y que se acabó el 18Â…

-Ya, córtala Gordo, olvídate y hablemos de otra cosa, mira que por una hora más estamos jodidosÂ…

El Gordo lateado con la pelea y resignado a su suerte, se queda callado un rato. Está con el rostro abotagado, macilento y traspirado por la chicha, la carne y el aburrimiento. Finalmente, olvidando su pica con el Negro, como si nada pasara, le dice a Murillo, con la mayor naturalidad.

-¿Viste el Oso Rojo?

-¿La de Israel Adrián Caetano?

-Si puh, cuantas películas conoces que se llaman Un Oso Rojo?

-Me desilusionó su resto, Guatón. Yo tenía altas expectativas, habiendo Caetano hecho antes Mundo Grúa (de una extraordinaria fuerza poética) y Bolivia (potente documento sociológico sobre la crisis argentina) como antecedente. Me pareció poco verosímil manejar el relato en una clave tan típica del subgénero de las películas de vengadores, en un soporte tan sociológico.

El Gordo, más animado, le dice sonriente a su amigo:

-Seguro Negro que esta peli dejará a los críticos del hemisferio norte preguntándose si un sudaca tiene derecho o no a usar en su película hartos balazos y muchas sangre…

-Sí, y el pecado más grande, Guatón, es que los balazos se dan en un ambiente tan inusual para ellos, como es el mundo de los pobres, de los fracasados y de los marginales que sobreviven la triste realidad de la Argentina de hoy afanando, apostando o siendo explotados miserablementeÂ…

– Sobre todo cuando ellos esperan historias sociales edificantes, políticamente correctas sobre explotación y digna sobrevivencia resistente. Pareciera que para ellos, acá en el sur, moralmente sólo tenemos derecho a hacer Neorrealismo, pero este cabro se les descarrió, les salió con un personaje que es pobre, que es choro y que a pesar de que le cuesta, es derecho, es honrado y buen padre.

– Bien el Oso, el Julio Chávez se las mandó, ¿no?. Es intensamente físico y creíblemente cara e palo en su rol de duro silencioso. ¿O no te parece, Negro?

– Y Soledad Villamil como Natalia no está mal tampoco, pero no nos volvamos locos Guatón. La narración se despista a ratos, uno no cacha qué se trae el personaje entre manos; y no es porque uno sea gil e incapaz de seguir la acción, sino que es el propio personaje el que anda perdido, como que deambula, de aquí para allá, sin saber qué historia quiere contar. Y es ahí, en esa falta de foco al contar la historia, cuando la peli se va a la cresta.

-Así es. Pareciera que Caetano no se decide si contar una película de acción o embarcarnos en el relato social de un convicto tratando de rearmar su mundo afectivo. ¿Cachai?

-La peli es un sándwich de sociología al principio y de acción propia de un policial al final, con un gran vacío en el medio.

-Así, es compadreÂ…

Después del lacónico comentario del Negro, el Gordo se vuelve a quedar callado por un rato. Luego comenta:

-¿Por qué cresta Negro, a las cabras se les ocurrió dejarnos botados pal 18 y virarse solas al campo, las muy mariconas, ah?

El Negro, con paciencia, le explica suavemente a su amigo para que no se vuelva a ir en una mala onda:

-Me imagino, Guatón, que es porque suponen que somos unos cabros grandes y que perfectamente podemos hacer cosas entretenidas solitos, sin tener que depender de ellas, ¿no?

El Gordo se queda callado un momento y pregunta:

– ¿Y qué hora es?

El Negro sin darle la hora, le cambia de conversación:

-En todo caso la peli está bien realizada, el plano secuencia del comienzo, la escena del carrusel y sobre todo el montaje con el himno argentino al final, son soluciones estupendas. ¿No crees, Gordo?

El Gordo volviendo a entusiasmarse hace su primer comentario inteligente de la noche y dice:

-Sí, cuando empezó la secuencia me dije: esto va a ser un desastre y la verdad es que salió notablemente bien parado. Pero para mí, la mayor gracia del guión es que se la puede para desarrollar el tema de la redención, lo pone en el tapete y no como un asunto moral, sino como un conflicto ontológico: ¿Cómo el justo se puede redimir, cuando frente a él están todos los espacios cerrados? ¿Cómo un delincuente puede salvar a otros si no es volviendo a hacer lo mismo por lo cual se hizo delincuente y por lo tanto hundiéndose más? Y ahí, Caetano nos responde que es posible la redención solamente por el sacrificio. Y eso, para mí, es súper potenteÂ…

Murillo se ríe y le dice a su amigo:

-Siempre has sido un romántico, Gordo, a tu manera, un caballero andante, un viejo Beatnik existencialista, por mucho que poses de cínico.

-¿Yo? Sale Negro, nadie más concreto que yo.

Y cambiando la conversa para no seguir poniéndose colorado, le dice a Murillo:

-Además, me pareció interesante como el realizador activa un mundo cadencioso con personajes que no son ni cándidos ni malvados y que pueblan el duro paisaje de la película para darle una sólida razón al conflicto y de paso le dan un buen soporte de credibilidad a la peli.

-¿Sabes, Guatón? Pensándolo bien, esto que acabas de cachar me hace mucho más atractivo el filme, más serio.

Sí, Negro, le da sentido. En todo caso si es por la realización me quedo con La Comunidad de Alex de la Iglesia.

-¡Esa peli es otro cuento, Guatón!

Iba a empezar a desarrollarse una conversación sobre la película española, cuando los dos amigos ven venir por entre las mesas con los últimos curados a las dos chicas que habían estado tratando de pincharse al comienzo. Los dos sorprendidos las ven acercarse sonrientes a la mesa. La mas flaquita, la que no había querido bailar con el Guatón, la que parecía un ratoncito tiritón, les dice suelta de cuerpo:

-¡Hola cabros!. Por suerte que todavía están aquí, ¡putas por fin nos pudimos zafar de mi vieja! ¿Y tienen plata pa un motel?

* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine. __________________

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