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Crónicas Cínicas LVII

El Negro y el Caluga salen de la función de las siete del Biógrafo. Han visto Intervención Divina, la película del palestino Elia Sulieman que ganó el gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes.


Murillo sale exultante y el Caluga, desconcertado. No abren la boca mientras se encaminan al Torremolinos para tomarse unas cervezas. Pero solo a unos pasos del cine, cuando bajan por Lastarria, son interceptados por un chico moreno de grandes ojos y una chica parecida a la heroína de la película. Ella con un leve acento se dirige al Caluga:



-Perdona. ¿Qué te pareció la película palestina?



-¿Era palestina?, contesta desconcertado el Caluga.



La chica tan desconcertada como él le pregunta cautelosa:



-¿Y dónde creías tú que pasa la película? ¿Dónde crees que están Ramala, Jerusalén y Nazaret?



Inseguro ante el interrogatorio, el Caluga contesta cauteloso:



¿En Tierra Santa? ¿En Israel, no?



La chica no le contesta, solo se vuelve hacia su amigo y le lanza a este una ráfaga de frases rápidas y enojadas en árabe. Luego se vuelve hacia el Caluga y le dice muy educada y compuesta, con una sonrisa forzada:



-Gracias, perdona la molestia.



Diciendo esto los dos chicos siguen su camino. El Caluga se dirige a Murillo en busca de una explicación:



-¿Y que fue eso, Negro?



Murillo mueve la cabeza y sonriente le dice a su amigo tomándolo del brazo:



-Vamos mejor a tomarnos una chela compadre y ahí te explicoÂ…



Ya instalados en el restaurante, los dos amigos conversan. El Caluga le explica riendo a su amigo:



– Putas Negro, yo estuve todo el rato creyendo que la película era israelita y que los personajes eran todos judíos. Con razón a veces no entendía ni güea, compadre.



Murillo lo mira incrédulo y le dice:

-¿O sea que viste otra película Caluga? Porque si no cachas de qué se trata el tema de fondo en la historia, qué el personaje que cuenta la historia es un palestino de Jerusalén y que en esa historia él comenta la situación de su pueblo en el contexto del conflicto palestino Israelí, la peli no tiene ningún sentido, se convierte en la descripción de un montón de vecinos locos, que se maltratan porque síÂ…



Dándole un sorbo a su chela, el Caluga comenta:



– Putas, bueno eso es lo que yo caché, ¿no? Que eran puros locosÂ…



Murillo lo mira desconcertado y le comenta:



– Pero una peli así no tiene pies ni cabeza puh, Caluga. ¿Cómo no te fuiste del cine?



El Caluga todavía con una sonrisa nerviosa en la cara le dice:



-No sé Negro, hay películas así, que son juleras, en que la historia es absurda y que igual son piola. A mí, la Carretera Perdida del Lynch -que no caché na-, igual la encontré re buena, chora. La comenté con caleta de compadres que tampoco cachaban e igual, todos decíamos que era el descueve, como que no importa porque es pura libertad de decir cualquier güea y poder mostrar imágenes cool. ¿Cachai?



Murillo no lo puede creer, solo le dice muy despacio:



-Pero Caluga, fuimos a la escuela de cine juntos, se supone que sabemos de qué se trata el arte cinematográfico, ¿no crei?



– Vos te bancabai la pajas de los profes, pero a mí me daban lo mismo, son puras pelotudeces, se pasaban hablando de películas viejas, enfermas de fomes.



El Negro desconcertado, le vuelve a preguntar:



– ¿Y qué te gustó de la película, entonces?



-Yo la encontré divertida, chora. A veces me dejó pagando como cuando el gallo tira un cuesco de damasco y explota el tanque -putas el cuesco potente pensé yo-, pero ¿hacer volar un tanque? es como mucho, como que el gueón del director se fue en la volada, porque no hay explosivos tan cototos, ¿no?



– No sé Caluga, no cacho de explosivos. ¿Y qué más te gustó?



– Putas, me gustó la mina, era súper power y rica. La parte en que ella es ninja la encontré la raja. ¿Y qué le cachaste tú, que me mirai como si fuera el pelotudo más grande del siglo?



Murillo se queda pensando, dudando si tomar en serio a su amigo y explicarle su punto de vista o puro cagarse de la risa del Caluga por la forma ridícula que tiene de ver el cine. Decide ser honesto y explicarle lo que piensa de la peli meticulosamente. Su compadre espera la respuesta con un gesto expectante en el rostro, como diciendo con qué güea me va a salir el Negro.



-Mira Caluga, de partida yo creo que hay muchas maneras de ver y gozar del cine y todas me parecen legítimas. Si tú ves la película así, como tú la viste, está bien, esa es la manera en que la película interactuó dinámicamente con tu mente. En esto no hay fórmulas. Y esto es no porque exista una libertad de interpretar y percibir los objetos del arte como uno quiera y que cualquier atributo que uno le dé, da lo mismo. No es por eso, sino por una razón más compleja: es porque las pelis tienen dos elementos que funcionan en la cabeza cuando uno las mira. Hay una parte explícita, o sea las imágenes que uno está viendo en la pantalla y otra parte implícita, o sea, los atributos, interpretaciones y propiedades que uno le da a esas imágenes y situaciones frente a uno en la oscuridad de la sala, ¿cachai? Con esto te quiero decir que el cine, como todo arte, pasa en la cabeza del espectador y la mente humana tiene una increíble capacidad para completar lo que falta, de incorporar lo que esta implícito. ¿Ya? Por esto, cuando vemos una peli como esta, en la que hay un montón de elementos sujetos a interpretación en el relato, hace que cada cual arme su versión de la historia a partir de lo que tiene uno almacenado en el mate. ¿Ves?



El Caluga, fascinado con esta explicación, se apresura a preguntar:



-¿O sea que nadie te tiene que venir a decir a uno de qué mierdas se trata una peli, no?



-Así es compadre, contesta el Negro asintiendo con la cabeza:



-¿Cachai entonces lo que te digo? ¿Cachai por qué digo que todas las pelotudeces que te meten en la cabeza en la escuela, son una pura paja? ¿Entendí por qué a mí esas cosas no me ayudan un carajo y no las entiendo, ni me interesan? Pero, sin embargo, igual me encanta el cine, ¿ya?



-Tanto como una pura paja, no creo Caluga, porque mal que mal existe gente que estudia analíticamente el lenguaje cinematográfico igual como hay gente que estudia el lenguaje de la literatura, y esos estudios cinematográficos son serios y buena onda y si uno cacha eso, uno puede gozar más de las pelis porque las podí ver y sentir en toda su complejidad.



El Caluga se queda pensando un rato y luego le pregunta a su amigo inocentemente:



-Y vos que parece que cachai, ¿cómo explicai la historia del cuesco?



-Es solo la expresión en imágenes de un deseo reprimido. El flaco está tan hasta las cachas con la ocupación israelí, que le encantaría poder volar ese tanque con solo tirarle un cuesco. Ahí no estamos viendo la realidad concreta de la peli, sino la realidad de la mente del personaje ¿cachai? Y en esta peli pasa eso a cada rato. A veces estás en la mente del personaje y otras veces estas observando con él lo que observa el personaje en su vida. Y eso es una de las tantas cosas fascinantes de esta peli, que al final, tú has participado en la aventura de deambular por la mente de un palestino hastiado del maltrato, de la injusticia y de la estupidez. Sin que la cosas se digan en forma panfletaria, ni evidente, tú tienes una clara idea de lo que es estar ahí. Y esta forma de relato cinematográfico, que considera el interior del personaje y al mismo tiempo la capacidad del espectador de inferir más allá de las imágenes que desfilan ante sus ojos, es una forma de hacer cine más lúcida y más potente. ¿Cachai?



En eso los dos amigos ven entrar al Torremolinos a la misma pareja que los interceptó en la calle. La mina tiene una cara intensamente decidida, escanea con la mirada el local como buscando a alguien. Cuando ve al Negro y al Caluga conversando en un rincón, sin vacilar se dirige hacia ellos. Está claro que ha encontrado lo que buscaba. Se acerca decidida a ellos y sin decir agua va, le manda un tremendo cachuchazo en la cara al Caluga mientras le dice furiosa arrastrando las r:



-¿Cómo podí ser tan ignorante, güeón de mierda, ah?



Le va a calzar otro charchazo cuando el mino que anda con ella, la toma del brazo y la saca a empujones de la mesa. El Caluga, furioso y turulato se trata de levantar, se enreda en la silla, se cae, pero igual se logra poner de pie y sin vacilar se pega un pique hacia la pareja que está a punto de salir del local. Los alcanza en la puerta y sin detenerse le pega una chuleta a la mina en una pierna. Ella se le va abalanzar encima cuando el cabro que la acompaña apechuga. La hace un lado y se pone en posición de combate como un karateka experimentado. Mira de frente al Caluga y lo desafía. Al pobre Caluga se la baja el budín rápidamente, cachando que es difícil irse en collera con el palestino, se da mejor media vuelta y se vuelve a la mesa mientras le dice sobre el hombro sin mucha convicción:



-Chucha e’ tu madre.



Cuando llega junto a Murillo -que ha visto la escena con una mirada divertida- le dice:



-¿Viste eso, Negro? Estos güeones están todos locos, compadre, están de la cabezaÂ…



Murillo ahora se sonríe de frentón y le contesta a su amigo:



-¡De esto se trata la película, puh Caluga! ¡Exactamente de eso! ¿Cachai?







* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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