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El juego de Arcibel: un fallido intento revolucionario

Con la participación de actores argentinos, españoles, chilenos y cubanos -que justifican las distintas variaciones de idiomas y cambios de localidades-, este filme, realizado en un país imaginario sin una verdadera identidad, intenta desarrollar (a medias por cierto) las históricas luchas de las dictaduras latinoamericanas y las resistencias revolucionarias.


El juego de Arcibel incurre en el error de demorar excedidamente la presentación de personajes y la historia misma. En vez de explotar lo más rescatable del relato -el movimiento revolucionario que se desata en Miranda a cargo de Pablo (Diego Torres)-, este se desarrolla minimamente y casi al final de la película, desperdiciando la gran oportunidad de calar más profundo en los conflictos que han afectado desde siempre a Latinoamérica.



Tedio profundo en realidad es lo que sentirá el espectador ante todo esto. Con la sucesión de acontecimientos y diálogos inverosímiles, la identificación con alguno de los personajes será una tarea titánica. Su héroe principal, interpretado por Grandinetti, cansa con su postura de actor serio y sus frases sentenciosas. Pareciera que lo sabe todo, que es un rey en cautiverio, que es un líder imponente que un país seguirá.



Y aunque parezca absurdo, es lo que su director nos intenta ofrecer y hacer creer -más inverosímil aún, tomando en cuenta que nadie lo conoce, excepto Pablo (Diego Torres)-. Llama la atención, la tranquilidad con que Arcibel enfrenta los lamentables sucesos de su vida. Como un ente sin emociones, con el correr de su patética existencia, se va trasformando en un ingenioso estratego, un líder natural y sin saberlo, el cabecilla de una revolución.



La República de Miranda es un país imaginario de América Latina gobernado por el General Abalorio. Arcibel (Darío Grandinetti) es un joven periodista que, por un error de diagramación del diario en el que trabaja, es acusado de intentar desestabilizar el gobierno y es encarcelado, junto a un grupo de presos políticos, durante más de 30 años. En todo ese tiempo sobrevive jugando al ajedrez e inventando un juego de guerra de guerrillas. Un día Pablo (Torres), su compañero de celda, escapa de la cárcel e intenta cambiar la historia de Miranda haciendo realidad el juego de Arcibel.



Algunos escenarios naturales de las provincias de Buenos Aires, San Luis y Valparaíso conforman el contexto de un país caluroso, sofocante, húmedo y extraño. La histórica lucha entre las dictaduras latinoamericanas y las resistencias revolucionarias del continente es el giro por el cual este filme pudo haber sustentado sus pasos.



El problema es que este espíritu aparece por mínimos momentos en el trabajo de Lecchi, primando más que nada -en un error tremendo- el proceso en el que se gesta esta sabiduría de Arcibel y su salvador y libertario juego. Igualmente, se intenta esbozar en el fondo un sentimiento anarquista latinoamericano, pero que sin duda queda a medias.



Alejada totalmente del llamado "nuevo cine argentino" y con una gran producción pero con un mal desarrolla narrativo, El juego de Arcibel a la larga se trasforma en una película con demasiados cabos sueltos, que no logra enlazar bien las historias o acontecimientos, con poca credibilidad en sus interpretaciones, con un guión bastante flojo y con una desmesurada presentación que deja un espacio mínimo al clímax de la historia.



Un claro ejemplo de cómo un buen argumento no necesariamente tiene que traducirse en una buena película. Realmente una pena.

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