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El Hijo, una desoladora visión familiar

Con una puesta en escena simplista pero efectiva, con diálogos mínimos y reiterativos e interpretaciones de una frialdad sorprendente, la obra teatral crea la atmósfera de angustia necesaria para dar aquella sensación de verosimilitud que la agonía interna de los personajes necesita.


Dirigida por Víctor Carrasco y traducida por Juan Manuel Garrido, El Hijo camina por senderos complejos en torno a las relaciones personales y la interioridad de cada uno de sus personajes. Abatidos por la soledad y el desconsuelo, El Padre (Eduardo Barril) y La Madre (Claudia Di girólamo) deambulan entre recuerdos y sentimientos de generalizada apatía ante la falta de su hijo y el momento de plausible desolación que los azota.



Caracterizado por tragicomedias típicas y muy cerradas en sus historias, el autor, Jon Fosse, construye una historia desoladora, particularmente actual, llena de silencios, bellamente pausada y que explora de gran forma la ausencia de relaciones entre sus personajes.



La obra, de corte intimista, transcurre en la provincia. Marido (Barril) y mujer (Di girólamo) tras una larga ausencia, se sorprenden con el regreso del hijo (Ricardo Fernández). El vecino (Oscar Hernández) ha echado a correr el rumor de que el muchacho estuvo preso. El hijo quiere aclarar la situación. Se genera una discusión que termina trágicamente. El hijo se va de la casa.



De una crudeza incomparable, El Hijo parece conformar un manifiesto sobre el momento en que los padres son abandonados por los hijos, quedando ante una devastadora soledad. Con situaciones un tanto exageradas, la obra de Víctor Carrasco consigue acercarse a la dificultad que supone el momento de los vacíos existencialistas a la hora de hacer un balance como cuna familiar. Y lo hace mediante expresiones, plantillas de movimientos elaboradamente pausadas y por supuesto con la reflexiva sentencia de los crudos y tristemente veraces diálogos.



"Está muy oscuro y negro en este momento", dice la madre. "Sí, muy oscuro. Ya casi no hay día, ya casi no hay día. Un poco de día al mediodía, el resto es oscuridad", contesta el padre. "Sí", responde la madre. "Y no solamente oscuridad. Parece como si todo estuviera negro. La oscuridad está tan sombría que se vuelve negra como la tierra, casi", señala el padre. "Sí", afirma la madre. "Y parece que cada vez está más oscuro, año tras año. Ya no hay luz en ninguna parte, hay tantas casas vacías ahora. Antes había luz en todas las casas, mientras que ahora…", comenta el padre. "Sí, cada vez hay menos gente por aquí. Pronto sin duda no habrá más que oscuridad", comenta nuevamente la madre. "Sí, los viejos se mueren y los jóvenes…", concluye el padre.



Este extracto refleja, en parte, el estilo y formalidad que El Hijo desarrolla a lo largo del montaje. Muy ceñida a la solemnidad de textos ajustados, precisos y consistentes, la obra logra lo que su autor pretende transmitir, en el sentido de la interacción humana y sus inevitables conflictos.



Drama, tensión, una fuerte carga de desarraigo y sufrimiento cubierto de dureza, son las características principales de la obra de Fosse, materializada de gran forma por la compañía RKO Fabrica de sueños. Reveladora, potente, cruda y solemnemente angustiante, El Hijo se transforma en una obra necesaria por su profunda búsqueda de emociones y su particular manera de encontrarlas.



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