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La historia de Quilapayún según la facción francesa

Cuando existen paralelamente dos bandas autodenominadas Quilapayún -la facción chilena y la francesa-, la semana pasada se editó un disco en vivo que registra una presentación del grupo con domicilio europeo. Aunque correcto y elegante, la duda es si continúa existiendo la agrupación.


Mientras en 1974 Chile estaba literalmente golpeado por el primer año del gobierno militar, los españoles soportaban el penúltimo año de los 39 que Franco estuvo en el poder. Totalmente compenetrados en la política, Quilapayún se presentó ese año por primera vez en España en la sala Palau de la Música, de Barcelona. En enero pasado, el conjunto volvió al mismo lugar para repasar su larga historia musical y de paso para dejar el primer registro discográfico de la alineación de la facción francesa de los Quila.



La situación actual del grupo que interpretó en vivo la banda sonora de la Unidad Popular, es evidentemente compleja. Cuando el año pasado Hugo Lagos y Hernán Gómez, dejaron Quilapayún pareció que la banda se acercaba a su final indeclinable. Sin embargo, Rodolfo Parada y Patricio Castillo continuaban vestidos de poncho negro y tenían en su poder el nombre legal del grupo.



El conflicto llegó este año, cuando los viejos Quila, encabezados por Eduardo Carrasco, iniciaron una campaña para recuperar el nombre de la banda y decidieron continuar el conjunto en Chile. Fueron ellos lo que se presentaron para la conmemoración de los 30 años
de la muerte de Salvador Allende. En Francia, la otra banda tocaba al mismo tiempo al inaugurar una plaza con del presidente en París.



La facción chilena y la francesa -como se ha llamado a las dos alineaciones de Quilapayún- coexisten en medio de una batalla legal que por ahora no tiene fecha de término. Es decir, al mismo tiempo será posible escuchar en vivo en distintas partes del mundo, clásicos como La Muralla, La Batea o El Pueblo Unido, interpretada por sus compositores originales. Nada mal, pese a lo obviamente lamentable del caso.



A Palau



Puesto a la venta esta semana, A Palau registra en un disco doble la grabación del concierto realizado el 29 de enero pasado, por la facción francesa de Quilapayún en el Palau de la Música de Barcelona. Aparte de funcionar como testimonio discográfico del conflicto que vive la banda, termina de dejar claro que la historia del conjunto ha superado por lejos la canción política.



De hecho, por si no ha quedado completamente establecido, A Palau se ocupa de afirmar que Quilapayún no es un grupo chileno. Al menos ya no. Hoy es un conjunto musical, con obvias raíces latinoamericanas, pero al mismo tiempo con una fuerte afición por el folclor europeo que no tiene miedo a incluir elementos del jazz fusión.



Probablemente, lo más destacable de A Palau recaiga en el hecho, que aunque a la vez que es un especie de grandes éxitos, no sólo se queda en la gigantesca cantidad de clásicos de Quilapayún, sino que entrega una muestra de lo que hoy está haciendo la banda.



Es así que, entre otras, incluye la instrumental "Temporía" del disco de 1999, Al Horizonte; también "Fuerzas Naturales" "Allende y "Creer es Ver", del Latitudes de 1999. Canciones, que en mayor o menor grado, dan cuenta de un grupo insertado en el llamado world music.



En esa línea, se destaca en el segundo disco de A Palau las dos canciones que Quilapayún interpreta junto a la destacada cantautora catalana María del Mar Bonet. En "Coloma Blanca" y "Que volen aquesta gent", dan cuenta de la veta española, vertiente musical de la cual el conjunto siempre ha tomado elementos.



Por su puesto, el disco también incluye las infaltables y clásicas canciones de la banda: "Plegaria a un Labrador", "Qué dirá del Santo Padre", "La Muralla", "La Batea", "Malembe" y "Pueblo Unido".



La persistencia de Quilapayún



En 17 canciones, A Palau logra repasar somera aunque decidoramente, la historia de Quilapayún, demostrando a la vez que la facción francesa tiene evidentes dotes para ser un gran conjunto musical y -teniendo en cuenta que sólo uno de los siete integrantes pertenece a la banda original-, llevar de una forma elegante el patrimonio de la agrupación



El cuestionamiento se abre justamente ahí: ¿será suficiente un gran desempeño musical, un fino y cuidado estilo y una elección correcta de los temas, para cargar con el nombre – o la institución cultural- de Quilapayún? De otra forma: ¿basta con que Rodolfo Parada -el único integrante original del grupo que está en la facción francesa- tenga los derechos legales del nombre de la banda y sea el director de ella, para perpetuar a los Quila sin evidenciar ningún vacío? Posiblemente no.



Es probable que la carga emocional e histórica de llevar el poncho negro durante 40 años sea lo suficientemente decisivo para que la facción chilena sea un constante contrapunto para la francesa. Una inflexión, en principio enunciativa e hipotética, que señala que la legalidad y la corrección musical no basta; lo que parece quedar comprobado con A Palau, que aunque perfectamente interpretado, no siempre logra dar con la sensibilidad exactamente subjetiva de Quilapayún.



Por supuesto, queda la duda en torno al desempeño emotivo de la facción chilena de Quilapayún. Por más que los ponchos sigan puestos tras cuarenta años, no significa que el negro no se haya desteñido. Es decir, queda por ver si los Quila siguen existiendo aun cuando sigan saliendo discos y se realicen nuevas presentaciones de una u otra facción.



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