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La transformación del Japón ancestral hacia las influencias europeas

Intenso, potente, brutal, pero por momentos algo inverosímil, el filme protagonizado por Tom Cruise narra la historia de un oficial del Ejército en la Guerra Civil durante el siglo XIX, quien viaja a Japón para entrenar unas tropas y queda cautivado por el estilo de vida de los guerreros samuráis.


El cambio del sistema feudal del Japón a una sociedad más moderna y abierta a influencias extranjeras significó el fin de algunos valores y costumbres tradicionalistas, resumidos en el modo de ser de los samurai. Durante muchos años, ellos ocuparon un sitio altamente respetado dentro del orden social. Como los caballeros de Inglaterra, los soldados samurai protegían a los señores jurándoles fidelidad. Tal como los caballeros defendían su sistema de hidalguía, los samurai vivían según un código denominado Bushido, "el camino del guerrero", que enfatizaba -entre otras cosas- la lealtad, el coraje, la fortaleza y el sacrificio.



Dentro de este contexto y explorando el nacimiento de un Japón moderno, El último samurai, del realizador Edward Zwick, está concebido como un dramático y épico relato del país oriental en la década de 1870. Emerge como una reflexiva y profunda visión romántica de un mundo perdido y rendido ante las influencias europeas. Bellamente conformado y solventemente interpretado, el filme logra impactar, cautivar y entretener con su penetrante puesta en escena y sus intensas secuencias de violencia.



Si bien la cinta de Edward Zwick presenta deslumbrantes secuencias de batallas, bella y cruelmente tratadas, combates al mejor estilo del cine japonés y elegantes encuentros entre samuráis, la cinta protagonizada por Tom Cruise se desarrolla con bastantes baches narrativos y argumentales, que lamentablemente terminan por dar cierta sensación de irrealidad, excesos y algo de tedio.



Esta irregularidad se traduce principalmente por aquellos trillados recursos utilizados por su director. Con el afán de unir al protagonista americano con la cultura japonesa, Zwick lo sumerge en una poco creíble etapa de cautiverio con los guerreros, donde Tom Cruise es seducido por la mística de esta "forma de vida" para terminar luchando codo a codo con sus ex enemigos.



El último samurai cuenta la historia del capitán Nathan Algren (Tom Cruise), un oficial del ejército norteamericano contratado por el emperador del Japón para formar al primer ejército del país en el arte de la guerra moderna.



Mientras el gobierno intenta erradicar la antigua clase de guerreros samurai como preparación para unas políticas más occidentales y orientadas al comercio, Algren se encuentra inesperadamente afectado por sus encuentros con los samurai. Esto le coloca en el centro de una lucha entre dos eras y dos mundos, contando solamente con su propio sentido del honor como guía.



El director Edward Zwick siempre se ha sentido atraído y fascinado con la cultura y películas japonesas. Para el realizador, plasmar el cambio de lo antiguo a lo moderno, dentro de un contexto intenso como lo fue la década de 1870 en Japón, significó un gran e interesante reto.



Para una mejor apreciación de la cultura samurai, el cineasta, junto con estudiar detalladamente el período que abarca el filme, analizó la obra de Akira Kurosawa como punto referencial. "Vi Los siete samuráis, de Kurosawa, por primera vez cuando tenía 17 años, y desde entonces la he visto tantas veces que ya no las puedo ni contar".



"En esa sola película está todo lo que un director debe saber sobre el arte de narrar historias, sobre el desarrollo del personaje, sobre la filmación de escenas de acción, sobre la dramatización de un tema. Después de verla, me dediqué a estudiar cada una de sus películas. Aunque en aquel momento no lo sabía, ése fue el inicio de mi carrera de cineasta", comentó Edward Zwick recientemente.



Según el cineasta, era irresistible la oportunidad de dramatizar las diferencias entre un soldado occidental y un guerrero samurai. En este sentido, el filme logra canalizar de gran forma aquella remota concepción de que la violencia y la compasión coexisten, que la poesía, la belleza y el arte tienen tanto que ver con el entrenamiento de un guerrero como la capacidad de usar una espada o la fuerza física.



Diversos directores contemporáneos han intentado adaptar la filosofía samurai al mundo moderno. Jim Jarmush en El camino del samurai o Quentin Tarantino con Kill Bill, con mayor o menor aceptación del público y crítica, escenificaron y contextualizaron en nuestra época este ancestral arte japonés.



A diferencia de estos realizadores y sus interesantes trabajos cinematográficos, Edward Zwick con El último samurai, se embarca en la compleja tarea de trasladarse a la década de 1870 para retratar íntimamente aquella convulsionada era. Sin embargo, el filme de Zwick se queda en las formas y los impactos visuales, en desmedro de un desarrollo narrativo más creíble y cercano a la realidad de los legendarios guerreros japoneses. Tal vez Kurosawa no se retuerza en su tumba, pero sin duda se oirán ruidos.





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