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El nuevo puzzle cinematográfico del realizador de Amores perros

La nueva película de Alejandro González Iñárritu, al igual que en su anterior trabajo cinematográfico, desarrolla una interesante historia en cadena en torno a un accidente automovilístico. Mediante fragmentos, el director va armando un relato en forma de rompecabezas que juega con los tiempos narrativos y entrega una fuerte dosis de tensión dramática.


Con una línea de narración muy similar a Amores Perros, la nueva película de Alejandro González Iñárritu cuenta la historia de tres personas: Paul (Sean Penn), Jack (Benicio Del Toro) y Christina (Naomi Watts). Un trágico accidente desajusta sus vidas y destinos en un relato que los llevará a las alturas del amor, a las profundidades de la venganza y a la promesa de la redención. 21 gramos es el peso que perdemos al morir, el peso llevado por los que sobreviven. ¿Cuánto pesan realmente 21 gramos?

Construida como un rompecabezas de información, la película va entregando pequeñas dosis del relato para que el espectador arme a su ritmo y parecer, una historia menos compleja de lo que aparenta. Nuevamente, y al igual que en la anterior película de Alejandro González Iñárritu (Amores perros), el punto central de nuevo es un accidente automovilístico que desencadena variados hechos en la vida de los protagonistas.

En adelante, diversas historias se entrelazan en torno a fragmentos ocurridos antes y después del accidente. Jugando con los tiempos narrativos, González Iñárritu desfragmenta completamente su cinta para jugar con la percepción del espectador, poniéndolo a prueba y desafiándolo dentro de este intenso puzzle cinematográfico.

«Tienen que pasar tantas cosas para que dos personas se encuentren», afirma Sean Penn en un extracto de la película. En general, esta cita reúne de buena manera lo que el realizador intenta transmitir a la hora unir las historias, mediante extraños hilos conductores y en constante juego de flash back.

21 Gramos representa los extraños giros que se permite el destino para separar o juntar personas, salvar o asesinar almas. La película de realizador mexicano logra dar con aquella dosis exacta de dramatismo, emoción, tensión y despliegue técnico que solo algunos largometrajes encuentran.

A partir de las excelentes actuaciones de Naomi Watts, Benicio del Toro y Sean Penn, sumadas a la pulcra dirección de Alejandro González Iñárritu (quién en la sala de montaje logró conformar este aparentemente complejo esquema de narración), hacen de 21 Gramos un filme intenso y, a la vez, melancólico que atrapa al espectador desde la primera secuencia hasta los créditos finales.

Analizando paso por paso esta segunda película del cineasta, podría decirse que, por momentos, -por como está presentada la historia- se asemeja en algo a un remake norteamericano de Amores perros (se conservó el mismo guionista, músico y director de fotografía). Sin embargo, las sensaciones son distintas. 21 Gramos tiene la capacidad de ir y venir, dar vuelta el relato, enredarlo, explicarlo o enmudecerlo, sin dar razones. Aquí, el director deja en manos del público la tarea de componer cada cuadro, cada secuencia, cada texto.

Sin una linealidad narrativa plausible, el filme logra mantener un grado de tensión a lo largo de la cinta, sustentándose en las sólidas y verosímiles actuaciones de sus intérpretes protagónicos. Con terribles dramas internos, cada uno de ellos genera una apropiada carga a la historia, repletándola poco a poco de una dosis de angustia que cala en el espectador, quién aturdido aún por los constantes flash back, cae rendido ante semejante sucesión de potentes secuencias.

Es indudable que Alejandro González Iñárritu no sigue una convencionalidad a la hora de contar historias. Densa para algunos, simple para otros, la forma de narración del cineasta mexicano no pasa inadvertida. Al igual que Amores perros, 21 Gramos posee mucha tensión, bastante creatividad, un punto central de desarrollo y fragmentos de historia descontinuados. Sin embargo, la diferencia radica en la intencionalidad de la cinta. Un buen observador notará la diferencia.

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