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El amor en los tiempos del sitcom

Con una interesante propuesta estética y escenográfica, Color de hormiga, texto de Lucía De la Maza, nos lleva a recorrer, desde una perspectiva muy femenina, el proceso que vive una mujer que se enfrenta a la crisis de los 30. Dirigida por Braulio Martínez, la obra se presenta hasta el 1 de junio en el Galpón 7.


Junto a jóvenes autores como Ana María Harcha, Francisca Bernardi, Alejandro Moreno, entre otros, la actriz Lucía De la Maza forma parte de la llamada "nueva dramaturgia" chilena. De sus obras, textos como "Animala" y "La Otredad", han sido montadas por la compañía Bandateatro, donde hoy la autora se integra por primera vez al elenco, para representar su obra más reciente: Color de Hormiga.



Con los aires de una comedia romántica y una propuesta estética muy atractiva, el director Braulio Martínez ("Trauma", compañía La María) es el encargado de poner en escena este texto, ganador del premio del Consejo Nacional del Libro, a la mejor obra de teatro inédita del 2003.



En Color de Hormiga, la autora se hace cargo de mostrar una problemática generacional, a través de Blanca (Paula Bravo), una joven periodista que luego de una ruptura amorosa se ve obligada a retomar su vida, sola. Desde una perspectiva más bien irónica, la obra plantea una mirada muy femenina de lo susceptible que se vuelve la vida cuando la soledad se hace presente, ahondando en la crisis que se desencadena luego del quiebre de una relación.



Pero eso no es todo, pues Blanca está a punto de cumplir 30 años, lo que la enfrenta a una crisis aún más profunda, y que sus amigos Pepe (Claudio Riveros) y Dani (Lucía De la Maza) le ayudarán a enfrentar. Llena de rituales y gestos de amistad y complicidad, Color de hormiga es un recorrido por el dolor de una mujer que se enfrenta a sí misma. Con pasajes reconocibles e identificables, la obra muestra las distintas etapas por las cuales atraviesa la protagonista para afrontar su nueva situación y, en definitiva, asumir el paso a la adultez.



Sin embargo, este recorrido por la vida de Blanca deja precisamente la sensación de quedar "a mitad de camino", pues en los cortos 50 minutos de duración de la obra, apenas se alcanza a vislumbrar la profundidad de los personajes, y cómo de a poco esta mujer va tomando decisiones y armando su propio destino.



En este sentido, la puesta en escena corre el riesgo de caer en lo light, construyendo una pieza bastante parecida a un episodio de la serie Friends, o de cualquier sitcom norteamericano, donde las distintas situaciones cargadas de humor e ironía, son más importantes, a la larga, que los sentimientos de los protagonistas, banalizando el dolor de la pérdida y convirtiéndolo en una pataleta de una mujer enamorada. Por esta razón, queda la sensación de una mirada más bien superficial, que se queda en lo anecdótico.



A pesar de esto, Color de hormiga esta llena actitudes muy femeninas, que hacen que el espectador se sienta reflejado en alguna de las muchas situaciones que se plantean, ya sea entre la pareja, con los amigos, los suegros, o con la protagonista y su encuentro consigo misma y sus propios anhelos. En medio de notables pasajes de humor y absurdo, la obra se desarrolla en torno a distintos fragmentos de la vida de Blanca, episodios fundamentales para comprender su situación actual.



Por su parte, la escenografía, la iluminación y la presencia de pocos elementos en el escenario construyen una atmósfera llena de colores y contrastes, haciendo más atractiva la puesta en escena, acorde con una propuesta estética fresca e innovadora, que pudo tener un desarrollo mucho más profundo, en favor del texto y los personajes. Teniendo en sus manos la posibilidad de construir un buen retrato de las relaciones en nuestros tiempos, la obra queda a medio camino.


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