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«Conservo del rock la posibilidad de transgredirlo todo el tiempo»

Ídolo en Argentina, Lerner ha construido una fértil y voluble discografía. Se ha dado el lujo de tocar con diversos artistas como Armando Manzanero o Carlos Santana. Ha realizado constantemente cerca de ochenta conciertos anuales. Y hoy, con más de veinte años de trayectoria, regresa a Chile para promocionar su nueva apuesta musical, Buen viaje.


Con su talento y versatilidad, Alejandro Lerner ha participado en los más diversos espectáculos musicales, tocando con artistas de la talla de Mercedes Soza, José Feliciano y Armando Manzanero hasta Carlos Santana o La Ley. Su historia se asocia a los primeros años del rock en Argentina, sin embargo es conocido por sus armonías románticas y baladas que apelan a la nostalgia, el desamor o las injusticias sociales.



Autor de los emblemáticos temas populares, No hace falta que lo diga o Todo a pulmón, Lerner, de visita en nuestro país, conversó con El Mostrador.cl sobre su nuevo disco, Buen Viaje, la reiteración de ciertas temáticas en su canciones, su evolución artística a más de veinte años de su primer álbum y su particular y a veces no reconocida relación con el rock.



"Me encanta decir que soy amigo de Charly García y toco con León Gieco, tengo un tema en el disco de La ley y que me llama a tocar Carlos Santana, que debe ser uno de los estándares de rock en el mundo. Pero también toco con Armando Manzanero, con gente de otro ‘palo’ diferente y creo que si uno tiene algo que realmente aprendió del rock, es no limitarse", asegura Lerner.



Buen viaje, tu nuevo disco, presenta una continuidad temática que tiene relación con el desamor y la soledad. ¿La inspiración viene netamente de experiencias personales?
– El disco refleja tres años de mi vida. Tres años de amores, de desamores, de búsqueda, de soledad. Mi últimos tres años fueron donde más tiempo permanecí fuera del país. Me establecí en Los Ángeles, California. Formé un hogar, con un departamento donde viví mucho más la soledad. Esta soledad, es una de las inspiraciones máximas que tiene el compositor, porque también tienes el espacio para contarte secretos a vos mismo, y cuando vos quieras. Estás solo. Puedes hablarte en la madrugada, cuando te despertás. Tenés un espacio real para poder materializar lo que te está pasando. Cuando estás en movimiento, en giras o rodeado de gente, es mucho más difícil porque hay mucho ruido alrededor. En cambio cuando estás solo, el ruido es interno y tenés la posibilidad de volcarlo. Y por lo general, lo que inspira más al compositor, es llenar a través de la canción, lo que a uno le está faltando.



¿Buen viaje es entonces el producto de la soledad de Alejandro Lerner?
– De cierta forma. Pero este también es un disco de encuentro con otros compositores, que es algo que frecuento cada vez más. Entonces a veces las temáticas son compartidas, no son solo mías. Son situaciones que surgen de una charla otro autor, ritmos que surgen de la cultura de otro personaje, etc. Refleja un momento mío, aunque a veces la temática de una canción de amor pueda ser simplemente como un búsqueda estética, no una cosa biográfica. A veces te juntas con otro autor y surge un tema que nace de la charla, del juego creativo y que inevitablemente refleja de todas maneras algo tuyo.



¿De que manera este disco muestra un giro en las temáticas, dejando de lado los conflictos sociales que tratabas en álbumes anteriores?
– La actividad social, de alguna manera esta en el disco también. Temas como Mira hacia tu alrededor o El desierto, que es una canción que escribí cuando empezó la guerra de Irak. Yo estaba en Los Ángeles y sentía que a veces uno habla del enemigo y se olvida que también son seres humanos que tienen padres, hijos, hermanos, una novia. A veces deshumanizamos al otro para poder matarlo. Y no nos damos cuenta que las guerras no las gana nadie. Y la canción, El desierto habla un poco de eso. Por otro lado, el tema Cambiar al mundo, que fue un pedido de Disney, cuenta que para cambiar al mundo tienes que empezar por vos. Para cambiar eso que no te gusta, cámbialo primero dentro de ti.



Buen viaje no tiene ni una dirección comercial ni política de repertorio. Es simplemente, hablar de tres años míos de viajes personales en los cuales invito a que la gente comparta ese buen viaje conmigo. Creo que cuando uno dice, "tengo que ser un cantante contestatario y de una actitud social" se produce un fenómeno complejo. Yo no quiero obligarme a cumplir con un personaje en particular. Pero de todas maneras sigo siendo una persona activa en lo social.



En tu nuevo disco, la canción Animales de costumbres, jugaba con el rock al estilo de Charly García. ¿De qué forma esta corriente ha estado presenta a lo largo de tu carrera?
– Yo crecí con el rock. Me inicié profesionalmente en dos líneas. Cuando tenía 16 años, era un pianista rock, pero también trabajaba como músico, acompañando a cantantes populares. Y aprendí mucho de las dos líneas. Aprendí los aspectos trasgresores del rock y además la cosa profesional de trabajar para subsistir. Y luego, aprendí que habían otras músicas que se iban integrando en mí. El jazz o los boleros, artistas como artistas como Manzanero, José
Feliciano, Elton John, Billy Joel, Stevie Wonder, todos pianistas que tenían una cosa rockera y además una variedad estilística muy amplia, como The Beatles, por ejemplo. Y creo que hoy en día, yo soy un músico y me puedo sentar a tocar cualquier cosa.



Puedo tocar blues, chacarera, rock and roll. Y lo he comprobado con los distintos encuentros que he tenido, desde Mercedes Soza a Carlos Santana. Creo que lo que conservo del rock es la gran posibilidad de transgredir al rock. Transgredirlo todo el tiempo. Transgredir ese propio prejuicio que construyó el mismo rock, en el sentido que es un movimiento trasgresor pero que no se puede transgredir. Y a mí me encanta transgredir. Me encanta decir que soy amigo de Charly García y toco con León Gieco, tengo un tema en el disco de La ley y que me llama Carlos Santana, que debe ser uno de los estándares de rock en el mundo. Pero también toco con Armando Manzanero, con gente de otro "palo" diferente y creo que si uno tiene algo que realmente aprendió del rock, es no limitarse.



Han transcurrido más de 20 años desde la aparición de tu álbum debut, Alejandro Lerner y la magia. ¿Cómo han ido evolucionado tus temáticas y estilos en estas dos décadas en la música?
– Nací como intérprete con mucha inocencia. Era muy inocente en mi creatividad. Siempre fui muy ecléctico, y a veces a la prensa o cierta parte del público no se acuerda que yo desde los primeros discos ya era ecléctico. Y ya tenía canciones de amor y románticas. Pero por otro lado tenía temas totalmente diferentes como Nena neurótica y El joven conejo. Siempre he sido así, no es algo que haya aparecido últimamente. Creo que lo que si evolucionó es una conciencia de cual es mi responsabilidad como hombre a través del trabajo que tengo. Y poder cumplir una cumplir una función social y cultural a través de lo que yo hago, en mi humilde espacio. Trabajo con UNICEF y con distintos movimientos que tienen que ver con los derechos de los niños o con necesidades que tiene la gente cuando hay inundaciones o sucesos parecidos. Creo que esto siempre ha sido parte de mi desde pequeño, pero con la madurez lo puedo llevar a cabo. Puedes poner cada cosa en tu lugar. Lo que tiene que ver con tu trabajo, con tu economía, con tus afectos, con tu creatividad. Uno puede dar una balance que transforme tu vida en una linda vida.



Ahora, en relación a mis estilos, siempre ha estado la curiosidad de tocar con gente completamente distinta, ya que nunca he sido una persona prejuiciosa. Los rockeros a veces comentaban que yo sólo hacía canciones de amor, pero de pronto me invitaban a tocar un blues. Yo soy un pianista de blues. Así que después se daban cuenta que éramos del mismo palo. Y me parece que esa es una actitud bastante integradora y revolucionaria. Y creo que ya con muchos más año de carrera, veo que ahora tengo el cariño y respeto de gente de muchos palos diferentes. Y que me lo gané siendo consecuente, constante. Mi propuesta es romper todos los condicionamientos que a veces son comerciales de definir a una persona por el estilo de música que hace. He aprendido mucho más sobre la libertad de romper esos prejuicios que de mantenerlos.



Las canciones Todo a pulmón o No hace falta que lo digas se transformaron en clásicos populares en Latinoamérica. ¿Pero personalmente, que significaron en tu vida?
– La historia de Todo a pulmón es particular. Yo componía llorando esa canción. Pelee mucho para iniciar mi carrera y para que me grabaran un disco. Pero una vez que comencé y salió mi primer trabajo, Alejandro Lerner y la magia, que fue el más salvaje por la falta de experiencia, todo se fue calmando. Cuando grabé a Todo pulmón, ya sabía lo que era un manager, lo que era una compañía, lo que era que te robaran el dinero que ganabas, las mentiras que rodeaban el ámbito comercial que me rodeaba, la demanda de los fans, en el fondo, una experiencia nueva de vida. Pero siempre traté de mantener mi ideología, buena o mala, pero mía y tan humana como la contradicción. Todo a pulmón es una canción absolutamente espontánea. Pero además porque yo soy asmático, entonces para mí ser cantante siendo asmático, realmente significaba hacerlo con los pulmones. Fue una mezcla de cosas.



No hace falta que lo digas es otra postura totalmente distinta. Yo hacía en mis trabajos de músico profesional, canciones para películas, teatro, acompañaba cantantes, tocaba el piano. Era la forma en que yo me podía autoabastecer y no pedirle dinero a mis padres. Bueno, me llamaron para hacer la música de amor central de una película que se llamaba Los pasajeros del jardín. Y para esa película compuse No hace falta que lo digas, la cual no me aceptaron. Pasó el tiempo, y cuando estaba armando mi tercer álbum le dije a mi productor que tenía algunas canciones guardadas y entre ellas una romántica que compuse hace tiempo para una película, la que no me aceptaron. Cuando le mostré No hace falta que lo digas, me dijo: "porqué no me mostrás todas esas canciones que crees que a mi no me van a gustar". Ese tema fue el éxito más grande del disco. Se triplicaron las ventas de mis álbumes por esa canción de amor. Entonces me dije, ‘no entiendo absolutamente nada’.



¿Cómo te ayudó en tu formación como artista, la composición?
– La composición hace que yo pueda hablar de algo que es mío. Que lo siento para decir, lo siento para cantar y lo siento para tocar. Y aparte el cantautor tiene la posibilidad única de decir las cosas de un manera que nadie lo va a poder decir, porque estás hablando de uno mismo. Indudablemente cuando uno canta una historia personal, la gente recibe esa energía de una forma que nadie más se la podría entregar.



En 1986 saliste de Argentina y radicaste en Estados Unidos…
– Me fui a estudiar. Me cansé de los representantes, de las compañías discográficas, de todo esto que la gente esperaba que yo hiciera. Que venda discos, que haga canciones que quizás no eran las que tenía ganas de hacer. Y me tomé dos años para estudiar orquestación, jazz, hice gimnasia, me dejé el pelo largo, me puse mi arito. Además, compuse mi único disco independiente que se llama Algo que decir. En ese trabajo, agarré a mis mejores amigos de la infancia, con los mismos que estoy tocando hoy, y los invite a Nueva York a vivir a una granja que tenía un estudio y ahí armamos el disco.



¿Pero de que manera ese cambio influyó en tu carrera?
– Lo que hizo esa parada en mi camino fue no olvidarme nunca de que soy un individuo, y que no soy solamente un artista, un compositor de discos sino también un individuo que tiene una búsqueda espiritual, intelectual, afectiva. No vale la pena olvidarse de eso, que la vida tiene esos ingredientes como aspectos fundamentales. También allá me enamoré de la que fue mi mujer cinco años. Me enamore en Nueva York, o sea, esa ciudad me dio grandes cosas. Fue una gran experiencia de vida.



Casi una década después, serías invitado a un homenaje a Carlos Gardel…
– Para mí Gardel es la primer estrella de la canción en Argentina. Es el primer capo, y lo tenía todo. Gardel podía ser una estrella de cine, un gran músico, un gran cantante. Siempre he admirado a Gardel y la forma en que manejó su carrera. En esa época, haber exportado su música, sin tener internet y sin tener todo lo que ahora tenemos en cuanto vías de comunicación, fue brillante. Bueno y yo haber cantado un tema de Gardel, compartiendo escenario con Manzanero y otros fue muy bonito. Me puse smoking, me peiné con gomina, me disfrace un poco de ese Gardel que yo admiro. Estos son encuentros energéticos con que también son importantes para tu vida. Fue un experiencia extraordinaria.



Por último, ¿cuanto hay de rock y cuanto de balada en tu vida?

– Creo que la vida tiene que ser una buena combinación entre rock y balada. Eso es lo que soy yo, un contraste cuando lo necesito, de que no sea ni todo rock, ni todo balada. Tiene que existir una armonía entre estos dos ritmos.

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