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El disco solista en que Max Berrú juega con lo Inti-mo

Íntimo es el nombre del álbum de debut como solista de Max Berrú, trabajo que lo aleja y lo acerca de su agrupación madre: Inti Illimani.


El nombre de Max Berrú forma parte de la historia musical de nuestro país, sin ser chileno. Miembro fundador de Inti Illimani, su característica voz y carismática presencia en el escenario, junto a los "Intis", son difíciles de olvidar. Sobre todo ahora que presenta su nuevo trabajo, bajo etiqueta Alerce.



Con esta producción Berrú ha iniciado su propia e intima búsqueda artístico-musical, luego de dejar el conjunto en 1997. Esta búsqueda ha dado como fruto su primera producción discográfica como solista, "Íntimo". En el registro, el músico ecuatoriano se tomó poco más de un mes en agrupar géneros que dejó a un lado durante su labor grupal, como son las rancheras, el tango, el vals y otros ritmos latinoamericanos menos conocidos.



Recorriendo estos tan diversos géneros musicales, que siempre han formado parte de su vida, y acompañado de más de 25 músicos, entre ellos algunos mariachis, el grupo Diapasón Porteño, el guitarrista Raúl Céspedes y por supuesto algunos Intís, Berrú dio forma a este disco marcado fuertemente por lo latinoamericano.



Entre las 14 canciones elegidas para su aventura en solitario sobresalen Quiero Hablar Contigo, de Carlos Puebla; el tango Clavel del Aire, el vals argentino Tu Olvido, la ranchera Ella (interpretada junto a los Inti y a mariachis) y dos singulares relecturas para Manifiesto y Cuando voy al trabajo de Víctor Jara, las que se acomodan a un cuarteto de cuerdas.



El trabajo también incluye temas como Mi Cafetal, un bambuco colombiano, que el músico ecuatoriano reconoce haber incluido por cariño, por historia y porque quería que lo acompañara Jorge Coulón, con quien confiesa "empecé a cantar desde el mismo día en que nos conocimos". Además aparece Pedro Yáñez, quien hizo el arreglo, cantó y tocó todas las guitarras en Zamba de mi pago, y que Berrú ve como un homenaje a los pueblo donde ambos nacieron, léase, Campanario y Cariamanga.



En resumen, 14 canciones para escuchar de un tirón, para concentrarse en el sonido y en las palabras que, aún no dichas, están presentes en el aire, en las estelas que Berrú ha trazado, con su voz y con la riqueza de cada uno de los músicos que florecen, como la portada hecha por Osvaldo Guayasamín, y que se cruzan con las manos del músico.



En este disco el creador vuelve a mostrarse puro y simple atrás de su voz, aunque también mucho más sabio, con más años de vida, historias y música. Su sonido es latinoamericano -completo y complejo- y si por sus oídos han pasado variados estilos musicales, eso es lo que sigue entregando ahora en individual -que es por decir algo- una natural manera de tocar, de cantar y de intimar.



Si bien la actual búsqueda musical de Berrú lo vuelve un poco más introspectivo en la interpretación y lo lleva a buscar nuevos ritmos, instrumentaciones y desarrollos compositivos, esto se pone de acuerdo en fortalecer su estilo madurado. Un muy buen trabajo que universaliza un folclore revitalizado.

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