Con la colaboración de destacados consultores, el libro Equidad y protección social intenta explorar los cambios en las políticas sociales de la última década. Su editora, Clarisa Hardy, directora ejecutiva de la Fundación Chile 21, conversó sobre las desigualdades, la pobreza y la creciente amenaza hacia las democracias en América Latina.
"Creo que el fenómeno más importante que hoy en día tiene este nuevo diseño de las políticas sociales, acontece en el mundo del trabajo. El rol de la mujer en el ámbito laboral crea un cambio dramático, porque buena parte de la provisión de servicios que estaba reservada a la esfera domestica, hoy día va a ser demandada como bien público", asegura Clarisa Hardy.
En un intento por reflexionar y analizar sobre las trasformaciones ocurridas en las políticas sociales en Latinoamérica, durante la década pasada, el libro Equidad y protección social, realizado por la Fundación Chile 21, de la mano con connotados consultores nacionales e internaciones, pretende retratar y establecer las problemáticas en torno a la pobreza, la marginalidad, las desigualdades y fragilidades de las democracias y la creciente amenaza económica que enfrenta América Latina.
– ¿De que manera cree que las políticas sociales implementadas en los noventa, en América Latina, influyeron en mayor o menor medida hacia la pobreza e inequidades en este nuevo milenio?
-Este es un proyecto de dos años que hicimos en América Latina, con un equipo bien amplio de consultores de diversos países, cuyo rasgo característico es que además de tener gran idoneidad académica, eran gente que tuvieron responsabilidades muy directas y decisivas en la implementación directa de las políticas sociales de este periodo. Parte de la preocupación que nos motivó es que, no obstante fue una década realmente importantísima en renovaciones de ese punto de vista en América Latina, constatamos que al final de la década y al inicio de este milenio, los resultados eran muy poco alentadores, aunque con algunas excepciones, tales como Chile, Costa Rica y Brasil. Estos fueron los únicos países en que hubo manifiesta reducción de la pobreza. Chile, la más importante en la década.
-Parte de las interrogaciones es preguntarse porqué, pesar de las innovaciones, persistió este problema crucial, básico de los noventa, que fue la pobreza. En algunos casos se agravó y ahí donde no se agravó, no mejoraron las condiciones de equidad. Eso es parte del fundamento que nos llevó al proyecto, de modo que el balance es que fue un período de innovaciones programáticas de mayores recursos. En general, creció el gasto fiscal en América Latina, duplicándose en promedio. Ahora, cuando hablo de duplicar, también incluyo a países de muy bajo gasto como los centroamericanos, que pasaron de treinta a sesenta dólares de ingresos per capita. Sin embargo, el promedio en América Latina es bastante más alto que eso. Chile está entre los cinco países con mayor gasto social y llegó a tener a fines de la década de los noventa, mil dólares de gasto social per capita anual. Eso implicó un salto muy grande. Finalmente, lo que hace este libro es preguntarse porqué a pesar de todos los cambios, seguimos con serios problemas de déficit social.
– ¿Que tan frágiles se tornan las democracias -y su desarrollo económico- en relación a las demandas y exigencias que estas problemáticas traen?
-Yo diría que esta pregunta resume el trasfondo del libro. Seguir intentado los perfeccionamientos técnicos está demostrado que es absolutamente insuficiente. Pero, ¿por qué los noventa es la década de la legitimidad de las políticas sociales?, ¿por qué razón se duplican los gastos sociales?, ¿por qué surgen todos estos esfuerzos de innovación? La respuesta tiene que ver con que se da en un período de reestablecimiento de las democracias en un continente que había vivido dictaduras. Y por primera vez en muchos años, en la demanda social, que por lo demás era lo que recogían las campañas políticas con que se inauguran las democracias, se generaron las grandes promesas sociales, lo que inevitablemente pone a las políticas sociales en el centro de la oferta. Es decir, no habrá candidato a la presidencia, ni al parlamento, que no tenga un alto contenido social en su programa.
-Esto no es sólo en Chile, se repite en muchas partes. Y precisamente la frustración de este compromiso y la incapacidad de la política social para resolver los problemas por los cuales se hacen las promesas, pone en tensión a las democracias. Nosotros hicimos un seguimiento de la relación entre institucionalidad política democrática y avances sociales. Y hay una relación directa y notoria. Países políticamente estables, con instituciones legitimadas en la opinión pública, con presidentes que terminan sus mandatos, con congresos que asumen responsablemente sus tareas y gestionan con autonomía los poderes públicos, son los estados que tienen los mejores indicadores sociales.
– ¿Cómo ve las trasformaciones a nivel de educación superior en Chile y Brasil, países que han presentado los mayores cambios?
-Brasil no es un país, es un continente. Entonces la diferencia en un país pequeño como el chileno, es que tu puedes advertir lo que está ocurriendo nítidamente en la educación. A medida que se reduce la deserción en la educación media, aumenta la incorporación de los jóvenes a la educación post secundaria. El que se haya duplicado la matricula en la educación superior es expresiva de que han ampliado muchísimo los accesos. Eso independiente las calidades educativas. Hoy en día, la deserción en la educación media anda por el diez o 15 por ciento, lo que es muy baja. Esto, indudablemente pone el foco en la educación superior. Hoy, la demanda del joven es educarse, ya que terminan la media.
-Bueno, Brasil tiene enormes contrastes. Hay una gran situación de pobreza pero hay un alto nivel de escolarización. Ellos emplearon un programa que es un mecanismo por el cual se retiene a los niños en el sistema educacional y va un subsidio atado a ello. Muy parecido a los subsidios familiares que se dan en este país y que también están amarrados a la escolaridad y a la atención primaria en salud. En Brasil se implementó en el gobierno de Cardozo masivamente y, por lo tanto, mejoró los accesos. Y eso también aportó en una mayor apertura hacia la educación superior.
– La tercera parte del libro habla de la dirección del cambio que deben afrontar las políticas sociales, en relación a la equidad y la protección social. ¿Cuál cree sería la trasformación más relevante hacia una posible solución?
-Primero, entender el cambio radical que se ha producido en nuestras sociedades. Todo lo que se hizo en cuanto a innovaciones sociales en los noventa, tenían que ver con un retrato, con una fotografía de los noventa. Precisamente fruto de estos grandes cambios que se provocaron, aparecieron dinámicas sociales inesperadamente nuevas para las que no habían adecuaciones ni institucionales, ni programáticas, ni de políticas públicas. Y ciertamente los recursos además, siguen siendo altamente insuficientes para esta nueva demanda. Para poder decir que hay que trasformar en las políticas sociales, lo primero que tienes que mirar es lo que cambio.
-Se fue mucho más eficaz en la extrema pobreza que en la pobreza. Porque nosotros teníamos políticas sociales que estaban pensadas en una suerte de concepción de la política social como un desarrollo lineal, en donde tú generas la oportunidad para salir de la pobreza, y sacas de una vez y para siempre a alguien de la pobreza. Esa es la lógica con que funcionan nuestras políticas sociales. Al generar todas estas oportunidades, estas personas y estas familias de ahora en adelante se las arreglan por su cuenta. Ese es el supuesto con el que están construidas nuestras políticas sociales.
– ¿De que forma la participación creciente de las mujeres en procesos laborales, modificó los cambios de roles y su función dentro de la familia?
-Creo que el fenómeno más importante que hoy en día tiene este nuevo diseño de las políticas sociales, acontece en el mundo del trabajo. El rol de la mujer en el ámbito laboral crea un cambio dramático, porque buena parte de la provisión de servicios que estaba reservada a la esfera domestica, hoy día va a ser demandada como bien público. Si las mujeres ingresan al mercado de trabajo, aquello que hacían en sus hogares, dejan de hacerlo. Por lo tanto, por un lado contribuyen al progreso económico del país, pero por otro, están cambiando las familias y los roles al interior de esta.
Es decir, finalmente lo que hemos presenciado en Chile no es un panorama excepcional, es un panorama mundial y ciertamente lo avalan los estudios que vemos sobre América Latina. La familia ideal, prototipo de padres, madres, hijos, corre para la mitad de las familias. Para la otra mitad hay un gran diversidad. Tienes un tercio de los hogares en América Latina, donde existe una mujer a cargo de ella. Muy pocas en donde solo está el padre, pero también existen. Han aumentado las convivencias y los hijos nacidos fuera del matrimonio. Finalmente, está en cuestionamiento la institución del matrimonio, no la pareja ni el amor, la institución. Entre otras cosas, por estos cambios de roles.
– Dentro de los artículos de su autoría en el libro, hay un subcapítulo que hace referencia a la pobreza tradicional en coexistencia con una nueva pobreza vinculada al trabajo y a las inequidades distributivas…
-Nosotros sabemos muy bien como se hacen políticas sociales para la extrema pobreza, para la indigencia, para la pobreza sin escolaridad, sin calificaciones laborales, para la pobreza más dura. Lo único que se necesita para llevarlo a cabo es voluntad política. Pero esta otra pobreza, está fuertemente vinculada a los cambios dramáticos que vive el mundo del trabajo. No sólo del empleo, el mundo del trabajo. No solo acceder a una empresa, sino como se trabaja. Y esta pobreza nueva, que está determinada por los bajos ingresos, te genera un nuevo modelo de pobreza, mucho más educada, más escolarizada, más informada. Es una pobreza con ciudadanía. Esta precarización que se vive en el mundo del trabajo, lo hace estar permanentemente en el riesgo. Es la pobreza que hoy en Argentina se toma las calles y hace demandas, porque es la pobreza de quien había salido de ella.
– Finalmente, ¿cómo ve el camino implementado hacia proteger las garantías y vigencia de los derechos sociales de los ciudadanos?
-Primero está la lectura que te dan aquellos países que llegaron, fruto de grandes acuerdos nacionales en la post guerra, a la construcción de los estados de bienestar. Entonces ahí tienes estados sólidos, muy fuertes. Tienes políticas públicas que todos los ciudadanos defienden y por lo tanto tu protección está garantizada por estos acuerdos que se instrumentaron a través de sistemas-partidos, además donde convinieron empresarios, trabajadores y gobierno. Pero también se ha transitado hacia otro camino, que es la judicialización de los derechos. Es una medida en la que lentamente comienzas a fortalecer a los estados, pero todavía muy precariamente. La tendencia de esta judicialización ha entregado derechos y garantías al ciudadano para que los haga exigir. Un ejemplo claro es la actual reforma de la salud en Chile. Realmente yo creo que debemos encontrar una combinación apropiada entre este modelo y un fortalecimiento del Estado.