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Medulla, la nueva exploración de Bjork

Despojada, desnuda, desprovista de cualquier exceso. Así se muestra la islandesa Bjork en su último disco denominado Medulla. Un ejemplo de lo que significa cuestionarse de manera constante lo que verdaderamente es la música. Y una muestra más del talento y la imaginación desbordante de esta alternativa incansable.


Reconocida por todo el mundo como una de las primeras mujeres que se atrevió con la electrónica y que supo conjugar a la perfección una voz conmovedora y sutil con instrumentos alienados y desconocidos, Bjork Gudmundsdottir supo aprovechar la libertad que desde pequeña le otorgaron sus padres hippies. Cercana a los cuarenta años y con una capacidad artística que parece no tener límites ni pelear espacios, presenta su sexto disco, denominado, Medulla.



Esta placa es quizás la más extraña, la menos digerible, pero también la que más indaga en las posibilidades de la creación. Perturbador, oscuro, esencial. Los calificativos se escapan a la hora de definir el nuevo disco de esta cantante islandesa, que nos sorprende una vez más logrando uno de los objetivos alcanzados desde su primer álbum Debut: Reinventar la música.



De eso se trata. Eso es lo que preocupa a Bjork, y en medio de esa búsqueda surge Medulla, disco de catorce canciones que, en su mayoría, comparten la exquisita cualidad de solo estar compuestas por la voz de Bjork.



Sin instrumentos, sin arreglos, explorando la capacidad de interpretación, alcanzando inverosímiles registros, evocando rituales y ceremonias mágicas, Medulla requiere de atención para ser entendido. Este disco es solo para quienes disfrutan con aumentar el umbral de asombro al que nos tiene acostumbrados Bjork. Exclusivo para aquellos que increpan a los músicos por la falta de originalidad.



Ya tuvimos un adelanto, cuando vimos a la estilizada islandesa interpretando la canción oficial de los Juegos Olímpicos. Pero para quienes tuvieron el agrado de escuchar ese tema, deben tener en cuenta que es la excepción a la regla al interior de un mundo minimalista llamado Medulla.



Oceanía es una canción que perfectamente puede estar en sus anteriores albumes, ya que no marca la diferencia como es el caso de las otras trece canciones que componen la nueva placa. Coros como el islandés y de Londres resultan ser el mejor acompañamiento para la exquisita voz de la cantante. El agregado preciso para intentar desnudar la fragilidad de los sonidos humanos.



Es preciso considerar canciones como Where is the line, que muestra una electrónica más oscura que la usual (acompañada además por la voz de Mike Patton, ex Faith No More), la confusa y a la vez apasible Ancestros y la fragmentada y casi gregoriana Mouth´s Cradle.



Si hablamos de un disco básico, que intenta alejarnos de lo establecido y conjuga una serie de voces humanas en forma lúdica e intrigante, Medulla pareciera ser el mejor nombre. Señala la esencia, evoca lo fundamental y apunta hacia los gemidos y vocablos que dieron origen a la música. Un genial derroche de creatividad al estilo Bjork.



Vea el especial de Medulla, preparado por Bjork

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