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Espectáculo de danza chileno sobre (dis)capacidad física llega a Asia

»Pasajeros del cuerpo», de la coreógrafa Isabel Croxatto, se mostrará en escenarios de Malasia y Singapur en los próximos días, con el auspicio de la Dirac (ente de fomento cultural de Cancillería). Obra se inspira en distintos tipos de discapacidades, que permiten reflexionar sobre la danza desde otra perspectiva, y explorar el movimiento de manera vanguardista.


Acaba de pasar Policía Internacional y ya los nervios casi han desaparecido. Prácticamente está fuera de Chile, de modo que la ansiedad que precede al viaje quedó atrás de la puerta de vidrio. Se sienta y conversa telefónicamente del vuelo que está a punto de tomar, primero a Singapur y luego a Malasia, y de la danza, que propicia la invitación. En el continente asiático, Isabel Croxatto y otros siete bailarines se presentarán en el M2 Singapore Fringe Festival, uno de los eventos más importantes de la región en la vanguardia del baile.



La obra que presentarán, "Pasajeros del Cuerpo", se estrenó el año pasado en Chile, y es un montaje con nueve bailarines, que explora la discapacidad desde la perspectiva del movimiento y la expresividad a través de esa diferencia. La coreografía, dividida en seis cuadros o "eras" evolutivas, fue producto de años de investigación y experimentación. El detonante para trabajar con el tema, cuenta, se dio durante un viaje a Finlandia, donde debió trabajar con artistas de esa nacionalidad, y por lo tanto acentuar la comunicación corporal. "Al final del proceso, había una celebración de cierre, y lo único que quedaba para sentarse era una silla de ruedas. Yo estaba fatigada y me senté. Los bailarines me miraron y me dijeron ‘estamos seguros de que nos habrías podido dirigir igual si hubieras estado en una silla de ruedas’. Eso me quedó dando vueltas: qué haría yo como creadora, de qué modo me expresaría, cómo transmitiría el movimiento", cuenta. Ése fue el punto de partida.



La perspectiva que usó, sin embargo, y los descubrimientos que hizo le interesaron tanto que hoy está pensando en trabajar con discapacitados -ya no sólo con bailarines- en un proyecto de danza, y ha hecho propuestas en ese sentido en Venezuela y Londres.



Las seis etapas de la obra van comprenden desde el ponerse de pie y reconocerse a sí mismos, hasta liberarse completamente del muro del cuerpo y trascender sus limitaciones, pasando por el reconocimiento en la sociedad, la solidaridad mutua y el amor. Los nueve bailarines -de los que viajan ocho- representan discapacidades diferentes – la falta de piernas o de brazos, la ceguera, la sordera, una mujer parapléjica, personas con prótesis.



-¿Cuál fue tu búsqueda, en el tema de la discapacidad y su relación con el movimiento?
-Quise hacer un paralelo entre el discapacitado en Chile, que es una persona bastante marginada del movimiento social -por la falta de oportunidades, de una implementación que le facilite su circulación-, con la que a veces no sabemos cómo relacionarnos y lo que pasa con la danza contemporánea, que no tiene espacio en Chile, y la gente no sabe cómo mirar este arte raro. Quise plantear la pregunta de por qué los discapacitados, que por su condición tienen algo especial que aportarnos, no son más partícipes en nuestra sociedad. Por otra parte, está la fascinación de que ellos, con su ausencia de movimiento, o sus acentuaciones en el cuerpo, aportan al universo kinético un color que nadie más puede dar. Por último, está el tema del cuerpo, que para los bailarines es esencial; uno trabaja forzándolo, luchando con la propia limitación, y tratando de que el cuerpo te dé más, cosa que no es natural, y es lo mismo que hacen ellos. En cierta forma me siento cercana, y todas esas cosas juntas hacen "Pasajeros del cuerpo".



-¿Cómo fue el proceso de investigación?
-Este tema me dio pie para investigar el lenguaje del movimiento, que por la discapacidad de cada uno de los personajes me obligaba a anular una parte del cuerpo, y por ende, potenciar otras, y encontrar todo lo humano que hay detrás de esa gestualidad particular. Estuve dos años investigando, leyendo cuerpos, imaginando prótesis, haciendo prototipos y jugando con ellos. Traspasar eso a los bailarines fue un proceso de seis meses de trabajo diario, pero es fascinante porque es gente que tiene ese mismo nivel de compromiso que tú.



-Es una reflexión que viene más del optimismo que de la victimización, que es la visión que más típicamente tenemos.
-Absolutamente. Me interesa lo que ellos pueden hacer, que es único, y no lo que no pueden hacer. Eso influyó, creo para que la obra no tuviera mayor difusión. Para las instituciones a cargo de los discapacitados, y que consiguen recursos y leyes, todavía conviene que el discapacitado esté instalado en el discurso del ‘pobrecito, tenemos que ayudarlo’, más que el tipo bacán, que tiene talentos únicos.



Redescubrir el cuerpo




-¿Cómo fue, en términos de dificultades, trabajar la obra con los bailarines, transmitirles lo que querías?
-Yo soy bastante proactiva en la creación, y generalmente llego a los bailarines con una propuesta de lenguaje que ellos asimilan y hacen propia. Pero la creación es bastante clara en lo que yo quiero. Ahora, para ellos el tema fue fuerte. Imagínate que un bailarín pasa toda la vida tratando de abrir más las piernas, y tú le pides que se ponga un aparato que no le va a permitir abrirlas nada; o tratando de conseguir la simetría perfecta en el movimiento, y tú le pones una pata de palo que lo va a hacer cojear. Creo que en ese sentido fue fascinante encontrarse con aspectos íntimos de cada uno. Ese dicho de la abuelita cuando uno se queja del cuerpo o del pelo, y ella dice ‘dé gracias de que esté sanita’, cobra completa vigencia; uno muchas veces se enrolla por cosas que no tienen ninguna importancia, y el discapacitado está por sobre eso, porque ha tenido que lidiar hasta con el modo en que se lava los dientes. Humanamente nos estremeció.



-Es casi como refundar la relación de los bailarines con su propio cuerpo desde otro ángulo.
-Absolutamente, porque ahí te sientes frágil, expuesto y también descubres que lo que te mueve no es sólo el cuerpo, sino una cosa interior, que es el ser, que tiene una voluntad, que tiene objetivos, que tiene anhelos, que tiene sueños y eso. Cuando yo empecé a bailar era grande, y mucha gente me dijo que no iba a poder, pero yo quería, y pude. Eso es un mensaje. Acá cada uno de los nueve personajes -aunque vamos sólo ocho-, tiene una discapacidad distinta, y cada una pone en jaque por una parte a la danza y por otra, exacerba el aspecto humano. Es cómo se complementan, cómo conforman una totalidad, y finalmente, cómo el cuerpo se libera de todas las limitaciones y el espíritu es lo que danza.

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