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Ambiguo y oscuro: Placebo dio show para más de siete mil fans

El primer concierto de la banda inglesa en Santiago fue una intensa descarga de éxitos ante un público absolutamete fiel. La banda de Brian Molko, Stefan Olsdal y Steve Hewitt montó un sólido show, hoy sábado se presentan de nuevo en la Estación Mapocho.


La fiesta después del recital de Placebo nunca debió ser en la ex OZ. Tenía que ser en la Blondie. En la discoteca de metro ULA, Brian Molko, vocalista y líder de la banda inglesa, habría sido uno más en el mar de chicos y chicas de negro, rimel en los ojos y suspendida definición sexual. Habría bailado al ritmo de David Bowie, The Cure o Joy Divison como uno más de los atribulados adolescentes que se repiten en el más under local santiaguino.



Aunque, claro, Placebo no es una banda alternativa. Anoche llenó de fanáticos la Estación Mapocho en su primer recital en Santiago. Hoy sábado, la banda se presenta de nuevo en el mismo lugar y también es obvio que serán aplaudidos a rabiar por un público militante. De hecho en Chile, el grupo de Molko, Stefan Olsdal y Steve Hewitt son todo un fenómeno -tan potente e igual de difícil de entender como el fanatismo que despierta de Morrisey-y antes de su show un equipo de su sello, EMI, les entregó el disco de oro por las 10 mil copias vendidas de su última producción Once More With Feeling. Singles 1996-2004, un compilado con los éxitos de sus cuatro discos a la fecha.



Con tal disco bajo el brazo, Placebo anoche hizo un concierto de éxitos: canciones como «Without You I’m Nothing», «This Picture», «Special K», «Pure Morning» o «Every You Every Me», «Twenty Years», «The Bitter End», entre otras, conformaron un show rápido e intenso, en el que un militante público de antemano iba a transformar la noche en un éxito total. Y lo fue: la gente cantó todas las canciones, gritó en cada palabra de Molko, pidió más "Placebo, Placebo", estuvo cerca de la histeria -al menos 10 chicas desmayadas- e incluso burló la seguridad y un par de personas subieron al escenario desatando la desesperación de los guardias de amarillo.



Pero no todo fue gracias a la masa fanática: Placebo hizo muy bien lo suyo. La solidez del batero Steve Hewitt -acompañado esporádicamente por dos músicos de apoyo, teclados y bajo- fue un puntal para Molko y Olsdal, un duo de filosas/armoniosas guitarras que no dieron tregua. Además, Olsdal tuvo su show personal: alto y flaco, el bajista se contorsionó durante todo el concierto encendiendo al público. Molko es un caso aparte.



Brian Molko es la clave de Placebo: no sólo su aguda y agria voz le dan a la banda un toque único, además su sensual ambigüedad sexual lo transforman en todo un ícono juvenil. Mientras él, de negro y rimel, en el escenario explotaba su lado femenino, en el público unos cuantos chicos le dan la mano a otro chico y otras cuantas chicas le daban la mano a otra chica. Claro, esa es otra historia -una historia adolescente en desarrollo. Como sea, Molko encaja en ese grupo, en el de los góticos pop y en el de los poperos a secas.



Salvo un par de problemas de sonido -que la Estación Mapocho siempre da-, la hora y media del show de Placebo fue bastante impecable: sin rodeos, se subieron al escenario, tocaron casi todos sus éxitos, los fans quedaron extasiados, Molko dio las gracias por uno de los más intensos recibimientos que han tenido, hicieron un bis y se fueron a terminar la noche a la OZ. Pero sólo con unos cuantos elegidos, a diferencia de como quizá habría sido en la Blondie.





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