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«Mis libros han estado marcados por un exceso de racionalidad»

Con la edición de Lecciones para una liebre muerta, el autor dice poner fin a un tipo de escritura que lo sitúa en un lugar único en las letras latinoamericana. Aun no sabe cuál será la nueva forma, pero adelanta que se sumerge en »la práctica sufi y apenas vislumbro algunas revelaciones».


Después de más de 15 novelas, el escritor mexicano Mario Bellatín, quien vivió su juventud en Perú, pone un punto final. Edita Lecciones para una liebre muerta, una suerte de compendio donde cita y cita a una serie de personajes de su mundo literario y extremando su estrategia fragmentaria compone un texto lleno de señas para entrar y perderse en su obra. En 243 pequeños capítulos termina con una forma de escritura excesivamente racional y ahora está en tránsito de desarrollar un nuevo sistema basado en prácticas espirituales.



¿Hacia dónde se dirige Bellatín? Imposible saberlo, sobre todo cuando hasta aquí, su obra continuamente pone en jaque la estructura de la novela, amenaza con desechar cualquier tipo de narrador y se aboca a describir a un grupo de marginales en la decadencia de la modernidad. Aunque Bellatín lo niegue, a través de obras como Salón de Belleza, Perros Héroes, Flores o El jardín de la señora Murakami ha hecho un retrato inquietante sobre los cambios en la cultura.



"El mexicano Mario Bellatín reflota las potencias más fértiles de lo siniestro con una prosa helada y perpleja, que desgrana escenas malsanas con la impavidez de un proyector de diapositivas" decía el argentino Alan Pauls sobre Perros Héroes.



Mientras, el mexicano Juan Villoro describía así la prosa de su colega: "Sus frases pulidas como piedras crean una sensacion de vertigo: el camino de Bellatín es una arriesgada espiral que asciende Al fondo, hay una nube. Favorecedor de los finales abiertos, evita comuniucar lo que hay adentro de la nube (¿una casa, un templo, un mirador para ver el cielo hacia abajo?). La obra de conjunto de Mario Bellatín avanza en delgados caminos hacia esa cima vibrante e inescrutable".



En torno a la escritura



El año pasado, Bellatín estuvo en Chile en su calidad de jurado del concurso de cuentos de la Revista de Libros de El Mercurio. «Me pareció que, a pesar de la existencia de excelentes escritores, los libros de alguna manera se definen no tanto por los textos en sí sino por las características de los autores y la repercusión social que puedan producir», cuenta sobre su impresión sobre la letras chilenas.



Reacio a hablar sobre sus colegas latinoamericanos -donde no ve más unión que la casualidad de compartir un territorio y una lengua-, Bellatín está en contacto continuo con escritores del continente a través de la Escuela Dinámica de Escritores, la que dirige. Junto a autores como Jorge Volpi, Guillermo Fadanelli, Sergio González Rodríguez, Sergio Pitol, Edmundo Paz Soldán y Daniel Sada intenta poner en escena la imposibilidad de enseñar a escribir.



"La fundación de la Escuela Dinámica de Escritores es la respuesta a la pregunta de si es posible enseñar a escribir. Pienso que no se puede y precisamente por eso me parece indispensable que exista una escuela, es decir, un lugar donde una serie de creadores, tanto de literatura como de otras artes, se cuestionen sobre esta imposibilidad. Se forma así un espacio vacío, un lugar de confluencia, donde acuden quienes crean actualmente el arte y la cultura para intercambiar una serie de experiencias", dice Bellatín.



Quizá desde esas experiencias, Bellatin se decidió a dar vuelta la página. O quizás sólo por el "exceso de racionalidad" que cruza sus libros, que como apunta, constantemente le pone límites.



El sistema del no



– Lo que llamas «sistema del no» alude a una manera de disponer los hechos en la narración ¿De qué forma tal sistema se complementa con la estructura fragmentada de tus libros?
– Se trata de sistematizar a partir de la imposibilidad. De crear un espacio mínimo, de alguna manera asfixiante, sin recursos aparentes, haciéndose a la idea de que nada fue escrito antes, para conseguir de ese modo, por medio del forzar los mecanismos, una manera que de la impresión de presentarse como propia.



– Si bien la escritura fragmentada, que rompe con un hilo narrativo único, no es un invento nuevo en la narrativa, últimamente parece haber un auge. ¿Crees que aquello dice algo sobre la narrativa latinoamericana?
– No lo sé. En realidad hay tantos estilos que es difícil hablar de una literatura latinoamericana. En mis libros el fragmento aparece porque es la forma como siempre he escrito mis textos, en algunos libros he tratado de disimularlo y he hecho aparecer como lineal lo que en realidad fue concebido como fragmento, cuya extensión está dada casi siempre por las distintas sesiones de escritura.



– Sumando un estilo basado en fragmentos a las temáticas que están presentes en tus libros, ¿se podría decir que estás intentado registrar los acomodes y fricciones de un cambio total de la cultura?
– Me parece que estos dos elementos, el fragmento y la temática, me dan la posibilidad de escribir sin escribir, es decir de hacer libros cuya alma no está en la letra publicada. No creo, por otra parte, que la literatura sirva como registro de cambios culturales, sino que me parece que ahora es la oportunidad de lograr que se repliegue sobre sí misma.



– Libros como Flores o Lecciones para una liebre muerta aparecen desde el mundo editorial como novelas, pero su estructura dista mucho del género tradicional. ¿Te interesa la discusión en torno a los géneros? Pareciera que tus libros intentan poner en jaque la diferencias de géneros.
– No lo creo. Trato de adecuar una manera personal de ejercer la escritura y muchas veces aquello que puede percibirse como discusión y reflexión acerca de géneros o elementos tradicionales de la literatura, son sencillamente los malabares que realizo para hacer transmitible y, de alguna forma, presentado en una forma reconocible, mi ejercicio de escritura.



La práctica de una pulsión



– En ese sentido y a riesgo de que sea una pregunta demasiado amplia, ¿qué intentas hacer al escribir literatura?
– Primero que nada intento llevar a la práctica una suerte de pulsión, y hacer que esa práctica, para que pueda seguir generando nueva escritura, pueda ser compartida por un lector.



Has declarado que con Lecciones para una liebre muerta terminas con un sistema de escritura. ¿Crees haber logrado poner punto final un proyecto? ¿Cómo lo describirías?
– No tengo claras todavía las cosas, pero intuyo que la sistematización de mis libros anteriores ha estado marcada por un exceso de racionalidad, por llamarlo de alguna manera. Esa racionalidad me ha demostrado una y otra vez sus límites. Pretendo ahora adecuar el método a sistemas intangibles, es por eso que me intereso cada vez más en las prácticas espirituales.



– Has planteado que te interesa eliminar a la figura del autor, que la «historia aparezca como si fuera autogenerada». ¿Con qué objetivo?

– Con el vano objetivo de probar si un texto es capaz de estar por encima de las circunstancias en las que fue creado, práctica que habitualmente realizo con los
textos que voy leyendo y que marcan mi interés por su lectura.



– ¿En tus nuevos textos ya trabajas con un nuevo sistema? Si es así, ¿qué te propones hacer ahora? ¿Sobre qué escribes actualmente?

– Estoy tentado con el mundo espiritual que de una manera consciente además, traté de mantener siempre alejado de mí. Para esto me sumerjo en la práctica sufi y apenas vislumbro algunas revelaciones.

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