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Héctor Aguilar Camín: «Los países están siempre a medio construir»

El escritor mexicano está en Chile para participar en el Foro Bicentenario y promocionar su más reciente novela, que cierra lo que para algunos es una trilogía literaria. Podría haber sido político, pero eligió escribir, y aunque lo suyo son las ficciones, no cree en cuentos de hadas.


Termina su desayuno a toda prisa y se sienta, ágil, frente a una botella de agua mineral. Mira a los ojos cuando habla y tiene un tono disuasivo, definitivo, pausado. El tono de un académico paciente y convencido de su materia, o tal vez de un político retirado.



Es amigo de Vicente Fox y lo fue en su tiempo de Carlos Salinas de Gortari. De hecho, son enormes las resonancias la historia de su más reciente novela, La conspiración de la fortuna, con el relato de la carrera política del líder priísta, bruscamente truncada tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, con el que la opinión pública lo vinculó de inmediato. Analista político, historiador, escritor, reconoce todos los vicios de las luchas de poder, pero los asume como un mal necesario.



Y es que lo del escritor mexicano Héctor Aguilar Camín no son las fabulaciones alegres. Prefiere el realismo acerca de los errores. Es un tema que lo apasiona hasta el punto de constituir el centro de su último libro, protagonizado por Santos Rodríguez, un hombre destinado a ser ganador, pero ciego a sus propias limitaciones, y que cierra, para muchos, la trilogía sobre el poder en el México de la década pasada, que se inicia con Morir en el Golfo y continúa con La guerra de Galio.



Está en Chile para participar en el Foro Bicentenario, que comienza este martes, y en el que dictará una conferencia sobre los 200 años desde la independencia, pero desde una perspectiva crítica. "Es una visión que intenta de salirse del marco de la celebración de la historia patria y sus cuentos de hadas, y trata de mirar más bien en nuestras equivocaciones. En los errores del proceso de independencia, que algo nos dicen sobre nuestra situación actual y sobre lo que debemos evitar en la construcción de nuestra segunda independencia, que es la de la prosperidad, la equidad y la comunicación con los otros países del cono sur", adelanta.



Rescata la idea de una América Latina integrada como finalidad última de los países de la región, aunque en un sentido de coordinación y acuerdos económicos, más que como una hermandad utópica. "El ideal rector de la independencia no era que los países se particularizaran, sino que se unieran en una gran confederación -asegura. El sueño bolivariano está pendiente del todo, salvo por algunos intentos importantes en el ámbito del libre comercio -estoy pensando en el Mercosur- y de países como Chile, que han tenido una política de apertura".



-¿El comercio ha sido un estímulo para la integración, más que lo meramente político?
-Los comerciantes siempre han sido grandes civilizadores. Las avanzadas del imperio azteca eran los poshtecas, que eran los comerciantes que salían de los confines de su imperio e iban a negociar con otros. Lo mismo pasó con Marco Polo y su acercamiento al oriente.



– Decía que los errores que se cometieron en el proceso de independencia determinan nuestra condición actual. Esa idea nos lleva a La conspiración de la fortuna, donde afirma que un hombre está marcado por sus limitaciones más que por sus talentos.
-Hay restricciones fundamentales en la vida de cada quien. Y son ellas las que al fin delimitan el territorio donde alguien puede moverse. Entre nacer rico o pobre, fuerte o débil, inteligente o tonto, hay diferencias sustanciales. Y es eso lo que rige. Las ambiciones, los talentos, pueden ser enormes, pero lo que define el lugar de una persona en el mundo son sus límites. Del mismo modo -como dice en la novela- que el cuerpo vive hasta que se muere la más débil de las partes esenciales. Esto no es tan obvio -pero sí igual de estricto- en el ámbito de las restricciones morales. Es probable, por ejemplo, que la inseguridad emocional haya matado o contenido más talentos que la falta de educación. Un gran talento sometido por la falta de autoestima puede no desarrollarse. La ironía de la vida es que cada talento viene compensado por una falla.



– En la novela se habla de la ceguera que tiene el protagonista -Santos Rodríguez- frente a sí mismo. No puede ver sus limitaciones. ¿En qué medida superar estas zonas ciegas pudo haberle ayudado, hipotéticamente?
– Él está llevado por la ambición, que es una pasión ciega, que avanza sin cuidar sus instrumentos. La ceguera de Santos Rodríguez es muy peligrosa, es una mezcla de ambición, de soberbia y de ingenuidad. Avanza de una manera tan alegre, tan sin cuidado hacia lo que busca, que va sembrando en el camino los obstáculos que lo van a destruir después. Es una especie de príncipe inconsciente de sí mismo y de las rivalidades y celos que produce la naturalidad de su talento. Es un viejo tema literario.



-Y político…
-Y humano, por cierto. Es el caso del preferido de las sociedades, los grupos, las familias, y al mismo tiempo es el odiado. Aquél a quien todos celebran en su ascenso y nadie acompaña en su caída. Hay éxitos humanos que son difíciles de soportar, y tendemos a ser más envidiosos que generosos.



-¿Sebastián es una víctima de Santos, de sí mismo, de sus circunstancias?
– Sebastián, como tantos, es un hijo que está bajo la sombra del mandato del padre. Todos los padres echamos sobre nuestros hijos alguna expectativa que soñamos que realicen. Muy probablemente sobre cosas que nosotros no realizamos. Estamos cometiendo un abuso moral inconsciente.



-El peso de las expectativas.
-Es tremendo. Y sucede de una manera inconsciente y fatal. En la novela, el traslado que hace Santos de que sus hijos obtengan lo que él no obtuvo, va agravado por el espíritu de venganza. La sombra del mandato del padre es abrumadora. De hecho, lastima a todos los hijos, pero el único que lo asume tal cual, es Sebastián. Lo terrible es que Santos, después de haber hecho este mandato, en su siguiente familia -donde encuentra la cercanía y el amor paternal- olvida el mandato que ha dejado atrás, y no quiere nada más que la cercanía de su hijo tardío. Ya la venganza ha dejado de importarle, y sin embargo Sebastián está ya en ese camino de una manera irrevocable. Este es el gran enredo emocional en el que se construye la desgracia de Santos.



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