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Juanita Gallardo:’Me interesa lo que se dice de otro modo desde el presente’

La autora de »Déjame que te cuente» y, más recientemente, »Confesiones de la Monja Alférez», se ocupa por estos días en contactar escritores para que firmen una lista, apoyando a la abanderada de la Concertación, Michelle Bachelet. Dice que no es una mujer activa, como las protagonistas de sus tres novelas, pero los hechos la desmienten.


Sentada en un café de Providencia, fuma. Habla con tranquilidad, pero la velocidad con la que pasa de un tema a otro hace pensar en un cerebro hiperactivo. Dice que es más bien pasiva, a diferencia de las protagonistas de sus novelas. Podría ser una definición incuestionable, si no fuera porque, paralelamente, pide teléfonos y direcciones electrónicas de escritores, para que firmen la lista de ‘escritores por Bachelet’, que ya suman cerca de 150. La pasividad que anuncia parece ser la ficción que cuenta sobre sí misma.



De ficcionar realidades y ‘verosimilar’ invenciones vive Juanita Gallardo, autora de la biografía novelada Balmaceda, sus últimos días y las novelas históricas Déjame que te cuente, Herencia de fuego y, recientemente, Confesiones de la Monja Alférez (en la ilustración), aparecida bajo el sello Planeta.



En todas sus novelas ha escogido como protagonistas a mujeres con temple, capaces de llevarse el mundo por delante, y que han existido en la vida real. Su nueva (re)creación no es distinta; en ella explora la vida de Catalina de Erauso, la ‘monja alférez’, una novicia nacida en el siglo XVII, que escapa del convento y se transforma en un guerrero temido por el resto de los hombres y deseado por las mujeres, con quienes entabla relaciones amorosas. Definida como ‘lesbiana’ en la mayoría de la literatura que sobre ella se ha escrito, Juanita ha elegido otra mirada, y ha reescrito a Catalina como un personaje coherente dentro de su historia.



Basada en la confesión escrita por ella misma -aunque algunos expertos dudan de su autoría- Juanita retorna a la novela histórica para reflexionar sobre temas que, a su entender, parecen más actuales que nunca.



-¿Cómo llegaste a esta Catalina?
-Siempre había escuchado de la ‘monja alférez’, y me imaginaba que era, no sé, amiga de la sargento Candelaria en la Guerra del Pacífico. En algún momento empecé a buscar material, y me encontré con las confesiones de ella. Me pareció insólito, súper novelesco. Descubrí que hay unas 15 ó 20 novelas, de las cuales leí alrededor de seis. A pesar de que es un tema trajinado, me pareció que valía la pena, porque yo tengo otra mirada. Normalmente ha sido vista como lesbiana, y con eso yo no pude. Sólo cuando pensé en ella como transexual la escribí.



-Ella tiene amoríos sólo con mujeres; ¿es lesbiana o esta opción sexual tiene que ver con el proceso de completar su masculinización?
-Yo entiendo que una lesbiana es una mujer a la que le gustan otras mujeres. A este personaje yo lo vi como una mujer que se convirtió en hombre, y al que que precisamente porque es hombre, le gustan las mujeres. Eso es muy distinto de ser lesbiana.



-Era un fenómeno común en esta época hacerse pasar por hombre para tener prerrogativas que como mujer eran impensadas.
-Había muchas mujeres que lo hacían, pero este es el único caso que conozco de cambio de sexo. Lo que era común era disfrazarse de hombre, actuar como hombre, pero reconocerse mujer en la intimidad.



-¿Cuánto de su masculinización tiene que ver con la historia que ella tiene con su padre y el resentimiento que le provoca haber sido forzada a ser monja?
– En verdad, ella cuenta la historia del padre que la internó en un convento, pero lo del resentimiento se lo agrego yo, así como el gran amor por la madre, a partir de los datos que ella da. En realidad, a estas alturas ni yo sé lo que es ficción y lo que es verdad (ríe). A eso se agrega el hecho de que se duda de que la confesión que escribió sea verídica. Hay partidas de nacimiento, la confesión existe, pero no se sabe quién la escribió. Yo creo que la escribió ella, porque es muy consecuente en cuidar a la gente que ella la ayudó. Está lleno de parientes que la ayudan, pero nunca la reconocen, según ella. Me parece que es demasiada la casualidad, y que lo hizo por protegerlos.



-¿Pudiste entenderla cuando terminaste de escribir la novela?
-Plenamente. Para mí, ella fue un hombre desde loa 15 años en adelante. Le tocó un tiempo duro, tuvo una vida difícil. La admiro, me parece un personaje fascinante. Ahora nosotros no nos atreveríamos a tantas cosas.



-No es primera vez que escribes sobre mujeres con mucho carácter. Escribiste sobre Rosario Puga en Déjame que te cuente y sobre las ancetros de ‘La quintrala’ en Herencia de fuego. ¿Por qué te gustan especialmente?
-Tal vez porque yo soy muy distinta. Soy más tranquila, más pasiva. En la fantasía vivo la vida de estas mujeres. Yo no soy así. Creo que son las mujeres sobresalientes, las que sirven para las novelas, pero además creo que es la carencia que yo tengo. A mí me gustaría.



"Escribo desde el hoy"



-Hay una suerte de moda con las novelas históricas. Tu trabajo con este género, sin embargo, empezó hace mucho tiempo; ¿te molesta que exista esta suerte de booom?
-No. Me molesta la moda de los zapatos en los libros, tratar a los libros como modas. Pero que la novela histórica sea moda, para nada.



-Muchos podrían pensar -si no conocen tu obra previa- que escribes como parte de esta corriente.
-Creo que hay diferencias entre unas y otras. Lo mío es súper documentado. Creo que también El código Da Vinci es entretenido, está bien, aunque no sé si es peligroso esto de pasar gato por liebre. Creo que es también divertido, y yo también lo hago. Uno hace pasar por ciertas cosas que son falsas.



-¿Por qué elegiste la novela histórica?
-Empecé escribiendo cuentos, como todo el mundo, y esos cuentos no son históricos, para nada. En algún momento escribí una novela histórica y me quedó gustando trabajar de esa manera. Buscar las fuentes y que se arme un rompezabezas; me fascina. Es un trabajo doble, es muy tonto, porque me lo pagan igual (ríe), pero me gusta, aunque no necesariamente me voy a quedar en eso. Escribo desde el hoy; me interesa lo que puedo decir de otra manera desde el presente. Hoy predomina la imagen en la sociedad, y en ese momento me parece que también era así.

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