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La vanguardia del siglo XX: Miró y Picasso llegan a Chile

Formaron juntos parte del cubismo en los años ’20 y hoy coinciden en Santiago. Picasso y sus trabajos relativos a la tauromaquia -y pertenecientes a la colección Dominguín Bosé- se exhibirán en el Centro de Exposiciones Apoquindo 3300, mientras que la obra gráfica de Miró llega a la Galería Animal. Dos imperdibles del año.


A inicios de los 60, un niño entró en la enorme casa de los Dominguín Bosé. Era el pequeño Miguel, que venía feliz y orgulloso, pregonando las hazañas como torero de su padre. Vociferó por todas las habitaciones que su papá le había sacado cuatro orejas a un toro. Pablo Picasso, amigo de la familia, estaba en la residencia, y le explicó a Miguelito que lo que decía no era posible. El niño insistía, hasta que el pintor le preguntó ‘¿Cuándo has visto un toro con cuatro orejas?’ ‘Nunca’, respondió Miguel, ‘pero tampoco he visto mujeres con cuatro ojos, y tú las pintas’.



Esa anécdota, que forma parte de la leyenda familiar, ilustra en parte la amistad que por años unió al artista con la familia del torero. Múltiples regalos y recuerdos quedaron de esos años: grabados, cerámica, dibujos. Todas esas piezas, que corresponden a la colección Bosé, llegan a Chile la próxima semana.



Pero la obra de Picasso en Chile no es la única ‘visita ilustre’ que habrá en el panorama plástico de los meses siguientes. El martes 14 de marzo, exactamente dos días antes de que se inaugure la muestra del autor de ‘Guernica’, se abre, en la Galería Animal, la muestra de Joan Miró, cubista, fauvista y surrealista español central en la evolución visual de la vanguardia.



Si bien fueron próximos y se encontraron en el movimiento vanguardista de los dadá, en los años ’20, tanto la evolución de sus respectivas obras como sus preocupaciones humanas fueron completamente diferentes, según explica Tomás Andreu, curador de la exhibición de Miró en Chile. "Fueron amigos, pero Picasso era mayor, y representaba la insolencia. Miró llegó después, y con una naturaleza humana completamente distinta. Picasso era una superpotencia sicológica, su personalidad era arrolladora, era feroz en todo: ambición, sexualidad, todo. Miró se pasó casi toda la vida encerrado en una isla. Eran mundos distintos".



Picasso: la obsesión por la tauromaquia




El gran nexo entre el pintor y el torero Luis Miguel Dominguín -padre de Miguel Bosé- fue, precisamente, la tauromaquia, que constituyó siempre una fascinación y fuente de inspiración para el artista español, considerado por muchos como el pintor más genial del siglo XX. Se conocieron en Francia, en 1959, y desde entonces surgió una fuerte complicidad entre ambos, tanto que la tercera hija de los Dominguín Bosé fue apadrinada por Pablo Picasso, y se llamó Paola, en honor a él.



Las piezas que llegan a Chile son parte de esa historia, y constituyen un testimonio del lado más humano del maestro cubista, en opinión de Jesús Rodríguez, curador de la exhibición. "Esta colección no es obra mayor; es, como dice Lucía Bosé, una serie de recuerdos de la relación de amistad que unió a Picasso con la familia. Hay una serie de dibujos que expresan el lado humano de Picasso. Lo que sí se articula con el resto de su obra es la tauromaquia", adelanta, sobre la muestra que se inaugura en el Centro de Exposiciones Apoquindo 3300.



La colección está formada por diez dibujos y collages estampados originales de Pablo Picasso, diez grabados y 33 cerámicas creadas y decoradas por Picasso. Además, se muestran plantas y alzados de un proyecto de plaza de toros creado por el arquitecto catalán Antonio Bonet, avalado y firmado por Picasso y Dominguín, en 1962, y una importante serie de fotografías del artista y el torero que ilustran la amistad que existió entre ellos.



También se exhibirán los libros "Toros y Toreros" (1959), con texto de Luis Miguel Dominguín, comentarios de George Boudaille, e ilustraciones de Pablo Picasso (que incluyen cubierta y contracubierta); "A los toros, avec Picasso" (1962), con texto de Jaime Sabartés, y el libro-catálogo "Picasso and man" (1964), de la Art Gallery of Toronto, del Museo de Arte de Montreal.



"El mundo del toro lo obsesionó, porque es la lucha, el poder de la sangre, el enfrentamiento entre el animal y el hombre. Eso era lo que le llamaba la atención a Picasso", dice Rodríguez sobre la filia del pintor con la tauromaquia, que es el eje de la muestra, y dentro de la que destacan piezas como lo grabados "Torero. La vase de Fleurs", "Picador y torero" y una serie de platos que ilustra las etapas de la corrida de toros.



Miró, el más surrealista de los surrealistas




Medio centenar de piezas, todas pertenecientes a su obra gráfica a partir de 1956, comprenden la exposición de galería Animal, que incluye carborundrum, ácidos, piedra, metales, aguafuerte, aguatinta y técnicas mixtas. Los primeros trabajos son de mediados de los 50 hasta el 80.



Tomás Andreu, encargado de la exposición, asegura que la gran ventaja de los grabados de Miró es que, a diferencia de otros artistas, para él no constituía un subgénero menor, sino un campo de interés en sí mismo. "Lo que ocurre con Miró es distinto de lo que sucede con otros artistas en gráfica, como Picasso, Goya o Matta. La obra gráfica de Goya es fenomenal, pero es básicamente subsidiaria de la pintura. En ese sentido, es una obra menor dentro de una gran producción. Icluso en Picasso, si uno ve la economía de la gráfica, es prácticamente un ejercicio de trazo y dibujo, y reservaba su artillería pesada para la pintura. Miró no: como dirían en el campo, se iba con todo el lazo en la gráfica. Está todo Miró allí", explica.



En su opinión, sólo con ver las gráficas del creador español, es posible tener un acercamiento verdaderamente significativo a su obra. "Muchas veces Miró primero trabajaba la gráfica y después aparecían series, como Las Constelaciones, en la pintura. Extremaba al máximo las posibilidades de la gráfica. Con 50 gráficas, tienes el mundo completo de Miró a la mano, con una densidad y una altura suficientes como para meterse en toda su obra, en todo su mundo".



Dadaísta, fauvista y cubista en sus comienzos, fue parte más tarde del movimiento surrealista, aunque fue, de ellos, el más díscolo. Quizás por eso mismo, así como por su capacidad de unir lirismo, inocencia y profundidad, fue calificado por André Breton como "el más surrealista de todos nosotros".



Entre las piezas más notables, están, según Andreu, los carborundrum. "Son esa mezcla en la que trabajaba con planchas de metales, pintaba las planchas y eso se sobreimprimía con unos bajorrelieves que también eran entintados. El resultado final es que uno se encuentra con un papel que te desconcierta, porque hay una impresión, hay un aguafuerte que uno reconoce, pero sobre eso aparecen estas tremendas hendiduras que le dan una plasticidad al papel que tú dices "después de esto no hay nada; después de esto viene la destrucción del papel". Es este placer obsesivo de llevar al máximo las posibilidades expresivas de un medio».

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