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Nuevas tendencias en literatura infantil: más entretención y menos moraleja

Los cuentecillos adoctrinadores están out en el mundo de la literatura infantil. Después de Harry Potter, los chicos han demostrado que no les interesa leer un sermón, y han comenzado a exigir temáticas más cercanas y nacionales. A una semana del inicio de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, un vistazo a los lectores del siglo XXI.


"Esa noche el bosque se despertó antes del amanecer. Algo nunca antes visto había sucedido. Bajo los grandes árboles y frente a una enorme noche estrellada, se habían enamorado un conejo y una zanahoria".



Zana y Orejón, Mario Salazar.





Que los niños son reacios a leer. Que es necesario que el lenguaje para público infantil sea muy sencillo. Que no debe haber gran complejidad en las tramas. Que es bueno que la literatura traspase valores positivos. Convenciones repetidas, lugares comunes sobre literatura infantil que, en su gran mayoría huele a mito, y que muchas veces son las responsables de la abulia de los niños frente a textos adoctrinantes, obvios o derechamente aburridos.



El panorama del género ha cambiado radicalmente a partir de la aparición de Harry Potter en las librerías. El niño mago, junto con hacer multimillonaria a su creadora -J.K. Rowling, la escritora más rica del planeta-, ha comprobado también al menos tres verdades: los niños sí pueden ser lectores ávidos -incluso compulsivos-, tienen capacidad para seguir historias intrincadas y largas y son capaces de convertirse en un público fiel.



En Chile, según datos de la Cámara Chilena del Libro, el porcentaje de literatura infantil representa entre el 10 y el 15 por ciento de las publicaciones nacionales. Aunque esto pueda sonar optimista, lo cierto es que únicamente el 3% de lo que se comercializa en total corresponde a creación nacional. En resumen, hace falta que aumente el número de narradores chilenos. El asunto no es menor, si se piensa en términos de generar en los niños una mirada sobre su propia idiosincrasia, así como una cercanía con los propios códigos lingüísticos y culturales.



Frente a la escasez, de a poco se ha ido avanzando. Las editoriales han incorporado colecciones especiales para niños, algunas escalonadas por edad y temática, y se han nutrido de escritores nacionales, algunos bastante conocidos por sus creaciones "adultas", como Sergio Gómez o Ramón Díaz Eterovic, quien creó un detective adolescente que es vecino del mismísimo Heredia, legendario personaje del escritor.



La Feria del Libro Infantil y Juvenil, que cumple 20 años y se inaugura este miércoles 24 en el Parque Bustamante, es también una muestra de que esta área ha ido tomando cuerpo: este año se esperan cerca de 100 mil visitas.



La demanda de los chicos



Casas editoriales como Alfaguara, Norma, Edebé, Mare Nostrum, Ediciones B y Zig-Zag llevan la delantera. "Hace dos años se trata de sacar publicaciones con autores de nuestro país; la idea es acercar los libros a los niños", explica Liliana García, editora del área infantil de Editorial Norma. También se han incorporado iniciativas como el concurso "Barco de Vapor", que en España ha dado excelentes resultados, y que en Chile realizó por primera vez el grupo S.M.



"En general, han sido los colegios los que detectan la necesidad de contar con libros chilenos, y hay una mayor demanda para contar con ellos", explica García, dando cuenta de un reclamo recurrente entre los escolares: las realidades que están obligados a leer no son las suyas. Ha sido precisamente ese reclamo lo que ha obligado a editoriales y autores a tomar cartas en el asunto.



Leslie Leppe, escritora e ilustradora infantil -autora de "Vicenta medio pez" y "Ojos", asegura que, a ese problema, se suma una cierta tendencia pontificadora de los autores. "Es una literatura fome, demasiado educativa, y no pasa de eso. Quiere traspasar conceptos súper cerrados, es muy pedagógica. Creo que los libros deben tener varias lecturas, buenas ilustraciones, que los niños hagan asociaciones, y eso no ocurre siempre."



Mario Salazar, sociólogo, educador y autor infantil, concuerda con esa crítica, y asegura que una de las premisas básicas es situarse frente a un ser pensante, capaz de formarse su propia perspectiva de los hechos. "Lo que importa es la creación de mundos en los cuales el lector pueda entrar desde su experiencia y sacar sus conclusiones libremente. Lo que interesa es la libertad de ese pequeño ciudadano, más que su obediencia a la doctrina que yo, como adulto, quiera introducir en su cabeza. Yo creo en la educación infantil, no en el amaestramiento de los niños."



Nuevas tendencias: el factor Potter



Frente a este panorama, surge una serie de personajes que buscan rescatar la realidad nacional, herederos del Papelucho que décadas atrás se instaurara como paradigma de la chilenidad infantil.



Los narradores actuales introducen temas actuales y sitúan temporalmente a sus personajes. Como quien dice, más historias y menos fábulas. O más libertad y menos moraleja. "Harry Potter demuestra que la literatura infantil o los hábitos de lectura en los niños pueden ser absolutamente cambiables y perfectibles. Subvalorar la capacidad lectora de los niños es el primer error en el que caen las editoriales y también muchas instancias educativas. El asunto es dar en el clavo: saber cuáles son las motivaciones y los intereses de los niños, como para hacer una ficciójn que los impulse a leer", resume García.



Leslie Leppe asegura que lentamente el panorama está cambiando. "Cuando éramos chicos no había casi nada más que los cuentos clásicos: Perrault, los hermanos Grimm, para los niños pequeños. Ahora, en cambio, se ha abierto un mundo, hay mucha más literatura infantil. Creo que en Chile se está abriendo un espacio interesante. Creo que son escritos mucho más contingentes. En otros países hay muchos cuentos sobre la guerra, o sobre la discriminación. Creo que son temas que los niños están manejando hoy en día."

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