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Crucifixión de Madonna genera escándalo durante su nueva gira

Una vez más la estrella del pop, de 47 años, ha reinventado su carrera con su primera gira en dos años, «Confessions».


Con la nueva gira de Madonna vuelve el escándalo y desde el escenario la intérprete insulta al presidente de EEUU, George W. Bush, provoca con la carga sexual de sus coreografías y hasta se crucifica mientras canta.



Una vez más la estrella del pop, de 47 años, ha reinventado su carrera con su primera gira en dos años, «Confessions».



El espectáculo de esta camaleónica intérprete toma el nombre de su último álbum, «Confession on a Dance Floor».



Pero, sobre el escenario del auditorio Forum de Los Angeles donde el domingo arrancó su nueva gira mundial la cantante de «Like a Virgin» hizo de todo menos confesarse.



Son dos horas de música, coreografía y escándalo, colgada de un gigantesco crucifijo construido con cristales de discoteca.



Bajando de los cielos, brazos en cruz y corona de espino en su frente, la cantante interpreta de esta forma la balada «Live To Tell» mientras detrás se ven rostros de niños que sufren.



«No sé como nadie se puede ofender por algo así. ¡Es Madonna!», recordó a EFE Marlene Von Arx, una de las espectadoras de este debut que como la mayor parte de la gira tuvo las entradas agotadas.



Según subraya el periódico «Los Angeles Times», el momento «va más allá de la herejía».



«Más que blasfemia parece un ardiente intento de comprender qué hace tan evocadora esta imagen», afirma la crítica.



Pero hay opiniones para todos los gustos y desde Londres la Iglesia de Inglaterra ya ha expresado su repulsa.



«¿Por qué alguien con tanto talento tiene la necesidad de promocionarse ofendiendo a tanta gente?», se pregunta un portavoz de la Iglesia de Inglaterra en un comunicado divulgado en Londres.



La carrera de ofensas es casi tan larga como la discografía de una cantante que en 1989 fue considerada «blasfema» por la Iglesia Católica con motivo del vídeo de «Like a Prayer».



En aquella ocasión las cruces eran quemadas y aparecía un Cristo negro.



Para David Muir, de la Alianza Evangélica de Londres, «el uso de Madonna de la imaginería cristiana es un abuso y es peligroso».



Los asistentes al concierto no lo vivieron así, bailando al ritmo de esta veterana durante dos horas de música que mezcla algunos de sus temas más clásicos con las canciones de su último álbum.



Tras una ausencia de dos años desde su gira con «Re-Invention», Madonna invierte cada segundo en el escenario a su música, sin apenas abrir la boca si no es para cantar.



Pero una de sus pocas frases desde el escenario, durante el tema «I Love NY», fue un insulto contra el actual presidente de EEUU.



Además su retrato, el de otros miembros de su Gobierno y el del primer ministro británico, Tony Blair, se une al de Adolf Hitler y Osama ben Laden en un polémico montaje.



Para los devotos de Madonna, lo único ofensivo de esta gira son los precios, entre 380 y 180 dólares (316 y 150 euros).



«Eso además de 30 dólares (25 euros) para aparcar y otros 30 por el programa. Madonna es una avariciosa y que luego no se extrañe si la gente le piratea el álbum», amenazó Von Arx.



Aun así esta aficionada a Madonna sabe que pese al precio hay quienes han comprado siete entradas para escuchar a la cantante en otros conciertos por todo el país.



Según la revista Billboard, las ventas de esta gira pueden ascender a los 200 millones de dólares (166 de euros) para cuando concluyan los 60 conciertos que tiene previstos.



Quizá para acallar las quejas, Madonna demuestra en el concierto su forma física y su ingenio para revolucionar en el campo musical.



Los cambios de vestuario son continuos, de «dancing Queen» o reina del baile como se lee en su capa a «dominatrix» y amazona.



Pero la cantante nunca muestra una toalla para secarse el sudor y su voz no flaqueó el domingo ni por un instante mientras bailaba.



«Esta mujer no se permite ser humana. Nunca se cansa», fue el resumen de un concierto donde pese a los precios Madonna mandó a sus seguidores a casa contentos pero sin darles ni una canción de propina.



EFE

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